Ante una emergencia se mueven con rapidez. Casi de manera instintiva.
Saben que "en la trinchera" muchas veces ese fino hilo que separa la vida de la muerte puede pasar entre sus manos en un instante, y tienen que estar preparados.
Pueden tener diferencias y pensar muy distinto uno del otro, pero a la hora de actuar lo hacen en conjunto. Se cuidan. Se contienen. Y hasta en más de una ocasión han tenido que salir en defensa de su propio compañero para proteger su integridad física.
Así se maneja el personal que compone la guardia del hospital Francisco López Lima, uno de los centros públicos de atención más importante que tiene la provincia. Durante toda una noche, Río Negro los acompañó en su extensa y muchas veces ingrata tarea: resguardar y garantizar la salud.
Tal vez el turno de mayor "riesgo" sea el de la noche, y es por eso que el jefe médico del servicio de emergencias, Daniel Aroca, accedió a recibir a los periodistas en ese horario.
Silencio de hospital
Para la medianoche, en la guardia, dos perros vagabundos aprovechan para echar su primer sueño (como es costumbre en los hospitales públicos) mientras que adentro, en el edificio central, ya todo está en silencio.
En la sala se oyen los primeros murmullos de las enfermeras y médicos que, a esa hora, están preparados para lo que venga.
Saben que esa "tranquilidad" (palabra que tratan de evitar en todo momento como una cábala) puede quebrarse con una llamada telefónica, por lo que siempre existe ese momento de espera. Muchas veces de incertidumbre.
Aroca es un médico de 38 años y sabe que el área de emergencia es una de las zonas más "críticas".
Una rápida recorrida permite explorar los espacios que habitualmente no se ven. Los tres sectores de atención de pacientes, el área de enfermería y un pasillo que -a esa hora- conecta con el oscuro edificio del hospital.
Además de una sala que permite mantener hasta cuatro pacientes en observación, según la patología y la gravedad.
Pero para cualquier desconocido la sala de Trauma y Reanimación es la que más llama la atención.
La mayoría de los que allí trabajan sabe que cuando se enciende la luz de ese gran cuarto y se abren las puertas del pasillo, es porque hay un caso de emergencia. Una cuestión que demanda atención rápida, urgente.
"Allí ingresan las personas que están atravesando un cuadro complejo. Todos saben su trabajo y lo que tienen que hacer cuando ingresa un traumatizado. Acá se trata de multiplicar conocimiento para poder salvar la vida de una persona", aclara este jóven médico quien es oriundo de Roca por lo que conoce a fondo la realidad y las características sociales de la población.
Noche de paz...
Pero todo organismo público tiene un lugar de distención. Y el árae de emergencia no es la excepción. Una sala "exclusiva para enfermeras" sirve de espacio para comenzar a adentrarnos en la vida de estos verdaderos servidores públicos.
"Acá en minutos puede suceder lo más inesperado. Desde un accidentado hasta un herido de arma de fuego y siempre tenemos que estar preparados. Esa es nuestra tarea", apunta Mónica Quezada que junto a Alejandra Rolla son las enfermeras anfitrionas.
Saben de su oficio. Las dos tienen mil historias para contar con tantos años prestando servicios en el hospital.
El cuadro de la primera noche lo completa la médica Graciela Moreno Llames -con 30 años de trabajo en ámbito público- y la enfermera Marisol Antiqueo. Además de un administrativo y el personal de seguridad.
La vuelta de mate se multiplica con el correr de las horas. De fondo se puede escuchar el ingreso de los primeros pacientes de la noche. Una gripe, alguna descompostura estomacal o algún niño con varias líneas de fiebre comienzan a mover la primera línea de entrevistados.
Uno a uno se van turnando para seguir con la charla pero también para continuar con la atención de pacientes. Y siempre atentos a seguir el "movimiento telefónico", esa línea directa con el mundo exterior.
Durante algunos días de la semana la vida en una sala de guardia puede resultar de lo más tranquila. Pero los viernes, sábados y algunos domingos (espercialmente en época de vacaciones), las urgencias aparecen a cada momento.
Todos coinciden en que sólo cambian los protagonistas porque la escencia de la mayoría de los problemas, siempre son los mismos. En medio de un accidente, de una pelea callejera, de un enfrentamiento con armas de fuego; siempre aparecen el alcohol o las drogas.
Tanto los enfermeros como los médicos coinciden en que aquí se los contiene de diversas maneras. Muchas veces las mismas situaciones los lleva a quedar en medio de actos de violencia o de agresiones físicas que tienen que afrontar con el resto del personal. Ahí, todos se hacen fuertes para evitar que un compañero sea agredido o sufra algún tipo de lesiones.
Frente al dolor
Pero a veces , en las urgencias, las cosas no terminan de la mejor manera. A pesar de que ponen todo el empeño y el conocimiento a disposición del paciente, la muerte los sorprende sin poder hacer absolutamente nada. "El dolor duele siempre", asegura la médica Moreno Llames que aprovecha la larga noche para terminar su tejido. Junto a sus compañeros de equipo, coincide en que tratan de sobrellevarlo, de superarlo en el menor tiempo posible. "Una vez que sucede, hay que limpiar todo, y dejar en condiciones porque atrás hay otro paciente esperando, tal vez con otra urgencia", comenta otra de las enfermeras que ayuda a completar el cuadro.
La noche pasó sin grandes sobresaltos. Ya son las seis de la mañana y comienza el recambio. Desde el sector de salidas de emergencias se puede observar la calle Gelonch. Allí, a esa hora,, comienzan a cruzarse a aquellos que regresan de la noche de boliche y los que van a trabajar.
Una mucama empieza con la limpieza de las salas de emergencia y llegan los reemplazos. Nuevos enfermeros y médicos ya entran a la sala con caras descansadas y con el mismo compromiso de sus compañeros que dejaron el puesto. La despedida es sólo un "hasta luego" porque muchos de ellos volverán a cruzarse en cuestión de horas.
Mientras en el hospital comienzan con su rutina, de fondo se sigue escuchando el incansable timbre del teléfono de emergencias.
LUIS LEIVA
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FOTOS: ANDRÉS MARIPE
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