Prácticamente todos los hombres miran videos pornográficos, pero eso no afecta sus relaciones con las mujeres o su comportamiento sexual, afirma un investigador canadiense, Simon Louis Lajeunesse, luego de dos años investigando el tema.
Profesor asociado de la Universidad de Montréal, Lajeunesse desmintió, en una conversación con la AFP, la idea extendida de que los amantes de la pornografía buscarían reproducir en su vida real los comportamientos vistos en la pantalla; o sea, que habría un vínculo entre la pornografía y la violencia sexual contra las mujeres. "Sería tan lógico como decir que la publicidad del vodka Smirnoff lleva al alcoholismo", indicó el sociólogo. Para la gran mayoría se trata, según él, de satisfacer una "fantasía marginal" debido a su "monosexualidad" (expresión usada por el filósofo francés Michel Foucault), y sería abusivo extrapolar casos patológicos.
A Lajeunesse le costó mucho hacer su investigación postdoctoral, ya que sitios como videoclubes y sex-shops se negaron a colocar su anuncio invitando a hombres a ser entrevistados sobre pornografía. Solo las universidades le permitieron dirigirse a sus estudiantes, 2.000 personas (mayoritariamente mujeres) en total, de las cuales 20, todos heterosexuales, aceptaron hablar ampliamente con él.
El primer hallazgo fue que todos los entrevistados indicaron que buscaban pornografía en internet. Una diferencia significativa, no sorprendente, es que los solteros consumían dos veces más pornografía -tres sesiones de 42 minutos por semana en promedio- que quienes vivían en pareja, con 1,7 sesiones de 27 minutos.
La segunda constatación fue que, solteros o no, casi todos navegan en solitario, precisando que no quieren compartir ese momento personal con otra persona, ni siquiera su pareja. Algunos integran la pornografía en un programa más amplio, según un entrevistado por Lajeunesse: "Una buena cena, una buena película y una masturbación".
Otro comportamiento frecuente: los hombres seleccionan las escenas que les gustan y aprietan el botón de "avance rápido" en las que les disgustan. Se trata a menudo de escenas de violencia pero también, por ejemplo, de eyaculaciones colectivas, que los encuestados consideraron muchas veces "repugnantes".
Según el investigador, los hombres buscan en la pornografía fantasías que ya tenían cuando tuvieron su primer encuentro sexual, en general hacia los 12 años. Pero su "guión" luego "se deshace al chocar contra la realidad". Un estudiante confió al investigador que fantaseó de joven con sus desempeños en una orgía, pero que perdió todo su impulso cuando finalmente tuvo la ocasión de encontrarse en una situación de este tipo.
Lajeunesse critica "la hipótesis del espejo", según la cual los amantes de películas porno buscan imitar en su vida lo que ven en la pantalla. Y también la inversa, de la catarsis, que indicaría que la pornografía libra de algunas pulsiones y "purifica" al espectador.
"Las dos tesis son nulas", indicó el investigador. Para él, los hombres separan claramente sus fantasmas y la vida real. Como uno de sus interlocutores, que le dijo que no soñaba con salir con una bella actriz de películas porno. "No podría presentársela a mis padres", explicó simplemente.