| Para consternación de las elites políticas, empresarias y mediáticas no sólo de Suiza sino también del resto de Europa, el domingo pasado los contrarios a permitir la construcción de más minaretes en las mezquitas del país alpino triunfaron por un margen muy amplio en el referéndum que se celebró en torno al asunto. Tal y como sucedió en el 2005 antes de que los franceses y holandeses rechazaran la proyectada constitución europea, se suponía que la mayoría tomaría en serio las advertencias de los dirigentes presuntamente más prestigiosos sobre las consecuencias graves que a su entender provocaría un resultado que no contara con su aprobación, pero es evidente que sus palabras en dicho sentido no fueron convincentes. Mientras que los pesos pesados del "establishment" helvético insistían en la importancia, por motivos económicos, diplomáticos y sociales, de conservar buenas relaciones con el mundo musulmán, sus compatriotas se sentían más preocupados por los riesgos planteados por lo que perciben como la creciente "islamización" de su país. Compartían la opinión del primer ministro turco, el islamista Recep Tayyip Erdogan, que hace poco aseveró que "las mezquitas son nuestros cuarteles, los minaretes nuestras bayonetas y los fieles nuestros soldados". A juicio tanto de la mayoría de los suizos como de muchos otros europeos, la proliferación de los símbolos del islam, trátese de mezquitas a menudo imponentes o de inmigrantes agresivos vestidos conforme a las normas de Arabia Saudita, Pakistán o Afganistán, además de los esfuerzos por hacer de la llamada "islamofobia" un delito, constituye una amenaza a su propia civilización y por lo tanto es necesario reaccionar antes de que sea demasiado tarde. Es por eso que en Francia se ha prohibido el uso del velo musulmán por las alumnas en los colegios públicos. Puede que no se justifique la actitud alarmista de quienes temen que el rápido crecimiento de la población musulmana dé pie a una especie de guerra civil, la que según algunos se ve prefigurada en los disturbios violentos que periódicamente estallan en los barrios pobres de las grandes ciudades francesas, pero a los gobernantes europeos les está resultando cada vez más difícil minimizar la importancia de tales sentimientos atribuyéndolos a los prejuicios xenófobos de una franja de racistas ignorantes. Por cierto, si en los demás países europeos la ciudadanía tuviera una oportunidad para votar acerca de temas vinculados con el islam, no sorprendería del todo que los resultados se asemejaran a los registrados en Suiza. Mucho dependerá de la reacción de los gobiernos y los líderes religiosos de los países musulmanes frente a una manifestación inequívoca de repudio. La publicación por parte de un diario danés de algunas caricaturas bastante insulsas del profeta Mahoma fue seguida por una campaña islamista furibunda contra Dinamarca que, además de provocar atentados contra embajadas danesas y el asesinato de algunos religiosos cristianos de otras nacionalidades, incluyó un boicot comercial. Puesto que los intereses económicos suizos en los países musulmanes son mucho mayores que los de Dinamarca, un intento organizado de perjudicarlos tendría secuelas decididamente más graves. También incidirá la eventual reacción de los islamistas militantes entre los más de 20 millones de musulmanes que ya residen en Europa. Si dan rienda suelta a la beligerancia extrema que los caracteriza, el Viejo Continente está por ingresar en una fase muy conflictiva, pero también es posible, si bien a la luz de sus antecedentes poco probable, que entiendan que les convendría más procurar mantener un bajo perfil con la esperanza de que, andando el tiempo, sus comunidades adquieran una masa crítica suficiente como para permitirles aumentar su influencia política en las sociedades democráticas en que viven. Sea como fuere, no cabe duda de que los resultados del referéndum suizo harán aún más complicada la relación entre los musulmanes y los fieles de los demás credos tanto en Europa como en el resto del mundo. Puesto que dicha relación parece destinada a ser uno de los temas principales de nuestro tiempo, tal vez el más significante de todos, es de prever que las repercusiones de lo que acaba de suceder en Suiza se harán sentir en muchas otras partes del planeta. | |