Perón decía que quien corre detrás de dos liebres al mismo tiempo fatalmente se termina quedando sin ninguna. Es el riesgo que parece enfrentar Farizano al no advertir que se le acaba el tiempo para elegir entre Quiroga y sus aliados de la coalición municipal.
El intendente ha hecho hasta acá juegos malabares para mantener unido su proyecto "pluralista", integrado por fuerzas tan disímiles como la UCR, Une y Libres del Sur. Desde dejar que sus socios lo mortifiquen con críticas impensadas a través de los medios de comunicación hasta hacer buches frente a ciertos compañeros de ruta que, como si no fueran tales, crecieron sin tapujos a expensas del gobierno que preside. Pero ahora, sorpresivamente, el intendente ha dejado de lado su increíble paciencia para despedir de un plumazo, también a través de la prensa, al polémico Jesús Escobar.
En realidad, nada de lo que el jefe comunal le ha imputado al colorido referente de Libres del Sur puede resultar novedoso: el ex piquetero venía haciéndole críticas públicamente desde el primer día de gobierno y, después de todo, su destemplado rechazo al aumento del boleto de colectivo tampoco puede ser tenido por un desaire exagerado: pocos días antes de que Farizano lo despachara por bocón un concejal de Une se dio el gusto de votarle en contra el mismo aumento sin que el intendente se mosqueara.
Así vistas las cosas, el ´affaire´ Escobar corre el riesgo de parecerse a uno de esos malentendidos desopilantes de los Tres Chiflados en los que el protagonista le retuerce la nariz justamente al que no le había pegado la patada en el trasero.
Si en lugar de amonestar privadamente a Escobar y pedirle a Libres del Sur que lo reemplazara al frente de la Secretaría de Derechos Humanos el intendente eligió despedirlo públicamente y si lo hizo dos días después de su notoria indisciplina -con lo que no se puede alegar que haya sido un arrebato- es porque Farizano decidió provocar un hecho político.
Que haya hecho un mal cálculo y que el resultado haya contribuido a profundizar la crisis política de la coalición que preside en lugar de realzar su liderazgo no implica que su decisión no haya sido meditada.
El notorio rechazo de Quiroga a los aliados de Farizano, en particular a Libres del Sur, a cuyos militantes el caudillo radical no se ha cansado de criticar por izquierdistas y alborotadores, arroja alguna pista sobre la conducta del intendente.
Puesto en el brete de elegir tempranamente por Quiroga o profundizar los acuerdos con sus aliados, Farizano acaso haya pensado que mataba dos pájaros de un tiro: por un lado dejaba sentada su autoridad en la alianza y por el otro le hacía una concesión al antipiqueterismo contumaz de Quiroga.
También es posible que el mandamás municipal haya intuido que les hacía un guiño a los correligionarios que creen ver un fuerte giro a la derecha en la sociedad y una gran oportunidad partidaria en la figura de Julio Cobos, acaso una revancha de la historia para que el radicalismo resurja de las cenizas y acceda, solo y unido, otra vez al poder.
Pero en su afán por no cerrar ninguna puerta Farizano parece haber acentuado la inestabilidad de la experiencia política que trabajosamente ha llevado hasta acá con el mérito no menor de torcerle el brazo al imbatible MPN.
Curiosamente, esto ocurre cuando la gestión municipal, opaca y vacilante en un comienzo, empieza a exhibir una mejor performance, algo que muchos, incluidos el propio Quiroga y algunos referentes del MPN, no dudan en admitir.
Como quiera que sea, la consecuencia de lo ocurrido con Escobar se vio reflejada en el hecho de que este fin de semana -a tres días de que quede integrado el nuevo Concejo Deliberante y se materialicen cambios inevitables en el gabinete- el intendente no acertaba a definir una estrategia clara.
Es que las concesiones para evitar cerrar todas las puertas con Quiroga tienen que ver justamente con que Farizano no las tiene todas consigo en la coalición. El explosivo crecimiento de Une, convertido en la tercera fuerza detrás del MPN y el quiroguismo, constituye una amenaza latente para la proyectada reelección del intendente.
Es poco probable que el experimento político que la CTA ensaya en Neuquén resigne la posibilidad de jugar su propio candidato en las elecciones del 2011. El secretario de Gobierno y concejal electo Mariano Mansilla se ha convertido en una figura expectable de la política neuquina y la eventualidad de que plantee una interna abierta para dirimir la candidatura es una alternativa tangible que les quita el sueño a los farizanistas.
La posibilidad de esquivar esa alternativa arreglando al final con Quiroga se revela, empero, improbable. Uno de los dirigentes de la coalición municipal lo explicaba de la siguiente manera: "Si Farizano cree que a último momento podrá prescindir de las alianzas que lo llevaron a la intendencia y respaldarse en Quiroga, se equivoca. ´Pechi´ es pragmático pero difícilmente olvide que lo desairó".
Así vistas las cosas, el panorama no es nada sencillo para el jefe municipal. Pegarse ahora mismo al antikirchnerista Quiroga le valdría el fracaso de su gestión, necesitado como está de hacer buena letra con el gobierno nacional para gestionar.
Lo contrario, dilatar cualquier ruptura con sus actuales aliados con miras a consolidar durante el 2010 su gobierno, le valdría un distanciamiento definitivo de su antiguo jefe y seguro candidato radical a la gobernación.
Sólo una cosa es segura: sin una buena gestión no tendrá futuro. Pero para cualquiera de las posibilidades en danza Farizano debería dejar atrás las vacilaciones y tomar una decisión. Seguramente es sobre esta circunstancia que el intendente y sus íntimos meditaban este fin de semana.
HÉCTOR MAURIÑO
vasco@rionegro.com.ar