Si bien a los hombres de negocios locales, sobre todo aquellos que ocupan puestos en organizaciones supuestamente representativas como la Unión Industrial Argentina, no les gusta arriesgarse formulando declaraciones que podrían molestar al gobierno de turno, últimamente muchos se han animado a manifestar su preocupación por la propensión de los Kirchner a intervenir en el manejo de las empresas que conforman el sector privado. Como señalan los voceros empresariales, entre las recién afectadas están Papel Prensa, Transportadora de Gas del Norte y Autopistas del Sol. Aunque parecería que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y su cónyuge son pragmáticos conscientes de que para la Argentina no hay ninguna alternativa viable al capitalismo liberal tal y como se lo practica en todos los países desarrollados del planeta, sus eventuales convicciones en tal sentido no les han impedido aprovechar las oportunidades para ubicar funcionarios que disfrutan de su confianza en los directorios de una serie cada vez más larga de empresas. Puede que el estatismo apenas disimulado así supuesto se haya debido sólo a su voluntad notoria de asegurarse una base económica poderosa que los ayude a sobrevivir a los años a la intemperie que con toda probabilidad les aguardan, pero es comprensible que tales esfuerzos hayan alarmado a los empresarios. Como ya se ha hecho dolorosamente evidente, nuestro Estado es un gerente pésimo, de suerte que cuanto más control tenga sobre el sector privado peores serán las consecuencias para el país en su conjunto.
El panorama sería más sencillo si el gobierno se afirmara partidario del "socialismo", trátese del tradicional o de la variante "bolivariana" inventada por el presidente venezolano Hugo Chávez, pero hasta ahora por lo menos los Kirchner se han cuidado de entrar en detalles. Aunque aluden con frecuencia a su "modelo", nadie sabe muy bien en qué consiste, ya que su perfil siempre borroso cambia según las circunstancias. En cuanto a la retórica presidencial, todo depende de dónde se encuentra: cuando se dirige a un público de activistas piqueteros o sindicales, habla como si fuera una especie sui géneris de izquierdista populista; en reuniones de organismos como el Grupo de los 20 se pronuncia a favor del capitalismo moderno debidamente regulado a fin de impedir que sigan estallando burbujas atribuidas a la rapacidad de los banqueros. O sea, repite las consignas que están de moda en todas las capitales del mundo desarrollado.
Lo que más temen los empresarios locales es la arbitrariedad de un gobierno cuyos líderes no están acostumbrados a distinguir entre sus propios intereses políticos e incluso patrimoniales por un lado y los del resto de la comunidad por el otro. De resultas del pragmatismo oportunista que caracteriza a los Kirchner, se ha difundido por el país un clima que por cierto no ayuda a atraer las inversiones que tanto necesitamos. A juicio del respetado economista Mario Blejer, el ex presidente del Banco Central que por algunos años fue asesor del gobernador del Banco de Inglaterra y en la actualidad asesora al gobierno kirchnerista, los empresarios sospechan que en busca de más fuentes de financiamiento siguen produciéndose "expropiaciones en el sistema", lo que, como es natural, significa que en la Argentina escasean "confianza y previsibilidad". Blejer tiene razón, claro está. Como consecuencia de la situación así calificada, los empresarios locales son reacios a arriesgarse invirtiendo, a pesar de que en teoría sean buenas las perspectivas macroeconómicas frente a un país como el nuestro que está en condiciones de producir cantidades impresionantes de alimentos exportables, mientras que los inversores extranjeros en potencia parecen haber borrado a la Argentina de la lista de mercados emergentes promisorios. Así, pues, a causa del protagonismo a todas luces excesivo del ex presidente y actual diputado Néstor Kirchner que, entre sus muchas otras actividades, se ha encargado de manejar la economía nacional, la Argentina está dejando sin aprovechar una nueva oportunidad para acompañar a países como Chile, Brasil y hasta Perú, que parecen haber superado los problemas planteados por la crisis internacional para entrar en una fase tal vez prolongada de crecimiento sustentable.