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Regreso a la normalidad | ||
Luego de casi medio año en que Néstor Kirchner procuró convencer a todos de que, no obstante las apariencias, el oficialismo se había anotado un triunfo apoteósico en las elecciones legislativas del 28 de junio, el jueves pasado el ex presidente chocó contra la realidad política. La experiencia no le resultó del todo agradable. Lejos de dejarse intimidar por la prepotencia del marido de la presidenta y por la presencia frente al Congreso de una turba abigarrada convocada por quienes manejan los aparatos clientelistas del conurbano bonaerense, los diputados opositores hicieron valer su superioridad numérica para quedarse con la mayoría en todas las comisiones. Si bien permitieron al kirchnerismo conservar la presidencia de la cámara baja, el radical Ricardo Alfonsín ocupará la vicepresidencia primera. Aunque por algunas horas Kirchner trató de hacer pensar que todavía contaba con el apoyo de la mayoría de los legisladores con la esperanza aparente de que todo permaneciera en suspenso hasta marzo, a pesar de las diferencias internas la oposición no tuvo ninguna dificultad en lograr el quórum, obligando así a los kirchneristas a poner fin al boicot que había intentado. En principio, las diversas facciones opositoras deberían ser capaces de restaurar el equilibrio institucional que se perdió a causa de la prolongada hegemonía de los Kirchner si mantienen la cohesión que manifestaron el jueves pasado al hacer gala de su voluntad de cerrar filas en defensa de las reglas básicas de la democracia republicana. Con todo, existe el riesgo de que Kirchner y sus colaboradores menos escrupulosos procuren marginar al Congreso para gobernar por decreto con el respaldo violento de los piqueteros y sindicalistas que aún les responden. En tal caso, el país sería escenario de un conflicto de poderes peligroso de consecuencias imprevisibles, aunque en vista de la escasa popularidad de la pareja santacruceña sería de suponer que el Legislativo terminaría imponiéndose. A juzgar por las vicisitudes de la sesión inicial de la nueva cámara baja, en la que los diputados elegidos juraron y se formaron las comisiones parlamentarias, lo más probable es que los kirchneristas se resignen de mala gana a su condición minoritaria, acaso porque el activismo cada vez más llamativo de grupos piqueteros antikirchneristas y de sindicalistas contrarios al modelo monopólico que tantos privilegios da a la CGT les habrá enseñado que no les será nada fácil asegurarse el dominio de la calle. Los Kirchner optaron por adelantar las elecciones legislativas por entender que el tiempo corría en su contra. Parecería que acertaban: conforme a los escasos sondeos cuyos resultados se han difundido, de haberse celebrado las elecciones en octubre hubieran perdido por una diferencia todavía mayor que la registrada en junio. Aun antes de sesionar, pues, el nuevo Congreso envejeció; cuando está unida, la oposición disfruta de una mayoría adecuada, pero sería decididamente más amplia si la composición del cuerpo reflejara la opinión pública actual. Así las cosas, para que los dos años que según el calendario institucional quedan de la presidencia de Cristina transcurran de forma relativamente tranquila, tanto ella como su marido omnipresente tendrán que reconciliarse con el grueso de los legisladores, los que, por su parte, se sabrán constreñidos a desempeñar mejor su papel de representantes de la ciudadanía. Desde las elecciones de junio, una proporción al parecer creciente de dicha ciudadanía se ha sentido frustrada por la incapacidad de los líderes opositores para frenar a Néstor Kirchner. Puesto que los legisladores electos tuvieron que esperar más de cinco meses para ocupar sus escaños, criticarlos por su pasividad frente a los atropellos oficialistas era poco razonable, pero en adelante tendrán que mostrarse a la altura de sus responsabilidades negándose a permitir que los kirchneristas sigan actuando como si poseyeran legítimamente la suma del poder y por lo tanto tuvieran derecho a gobernar a su antojo sin preocuparse en absoluto por las reglas. El jueves los opositores sorprendieron a muchos, incluyendo a los Kirchner mismos, por su firmeza. Si flaquean en las jornadas muy complicadas que les aguardan, la normalidad institucional que acaba de vislumbrarse se alejará otra vez. | ||
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