NEUQUÉN (AN).- A Juan de Dios Montecino lo mataron a tiros y puñaladas el 23 de abril de 2004 a las 20:20 en la toma Nuestra Esperanza, ubicada en calle Casimiro Gómez a unas cuadras de la escuela 347.
Más de un año después del asesinato de su padre, Fabiana Montecino aún arrastraba la amargura de que nada se supiera de los autores; la investigación se encontraba estancada y sin nuevas pistas. Fue entonces cuando una joven a la que apenas conocía y con la que compartía un gimnasio se le acercó para contarle aquello que le pesaba en la conciencia: "el día que mataron a tu papá, mi hermano y yo vimos a dos muchachos, uno llamado Julio y el otro ´Topi´, con sangre en las ropas, que venían de asaltar a un hombre".
Fue la primera de una serie de casualidades que, mezcladas con un trabajo de investigación tan paciente como porfiado, permitió cinco años después esclarecer el crimen y reactivar un expediente a punto de ser archivado.
Ayer detuvieron e indagaron a Julio, cuyo apellido es Vera. A "Topi" y a otro cómplice los están buscando y apresarlos es cuestión de tiempo.
El trabajo que permitió llegar al esclarecimiento estuvo a cargo de la fiscal Sandra González Taboada y del defensor oficial Andrés Repetto, quien en esta causa actuó como querellante. Los operativos los realizó personal policial de Homicidios. El juez de la causa es Alfredo Elosu Larumbe.
Antes de ser asesinado, Montecino (49) había estado en un bar del cual se fue acompañado por dos personas conduciendo su camioneta Ford F-100. Un ex empleado escuchó que iba a comprar "una gilada", lo que algunos traducen como "cosas robadas".
Al inicio de la investigación, como suele ocurrir, casi no había pistas. Pero esta vez no se cumplió ese apotegma fulminante que dice que lo que no se esclarece en las primeras 48 horas queda sin resolver para siempre.
¿Qué había en las primeras fojas del expediente? Apenas esto: un cargador de pistola calibre 22, una huella de zapatillas muy particular estampada en el barro, el faltante de la documentación de la camioneta, y la declaración de un testigo que vive en las cercanías y escuchó, antes de los disparos: "matalo Julio, matalo Julio".
Primera casualidad
La fortuita aparición de la chica que habló con Fabiana Montecino más de un año después le dio sentido a esas piezas sueltas. Declaró que el día del crimen se encontró con Julio Vera (al que aparentemente conocía de antes), quien estaba con la ropa manchada con sangre, y tenía una pistola a la que le faltaba el cargador, y papeles de un vehículo pertenecientes a una persona que habían asaltado.
La testigo, a la que este diario identificará como S., vio el carné de conductor, estaba a nombre y tenía la foto de Montecino.
S. se enteró del asesinato dos días después, charlando con su madre. Y guardó silencio hasta que conoció a Fabiana.
Segunda casualidad
La intervención del azar no se agota allí. Junto con Julio había otra persona, también con ropas ensangrentadas, apodada "Topi". Nada más se sabía sobre él.
Una mañana en los edificios de los juzgados, la fiscal González Taboada escuchó que estaba por realizarse una rueda de reconocimiento con un joven que respondía a ese apodo, detenido por otra causa ajena por completo al caso Montecino.
González Taboada preguntó la identidad completa del "Topi" y pidió que se lo someta a una rueda de reconocimiento con la testigo S. y con su hermano, que estaba con ella y corrobora toda la historia.
El reconocimiento fue positivo, y "Topi" quedó también imputado en el crimen.
El tercer ingrediente lo aportó un ex empleado de Montecino, quien también había demorado en contar lo que sabía "por temor".
Este testigo vio a quienes se fueron con Montecino del bar mencionado a comprar "una gilada". Se trata de "Topi" y un tercer imputado también prófugo.
Vera se negó ayer a declarar, y seguirá detenido.
GUILLERMO BERTO
gberto@rionegro.com.ar