Más que explorador de un mundo en sombras, Manu Chao ha devenido en sumo sacerdote de la mixtura cultural tan propia del siglo XXI.
El músico de origen vasco-francés criado en Francia ha entendido mejor que nadie el impresionante fenómeno de la fusión racial y las consecuencias que esto podría traer aparejadas en materia artística. A contramano de las ideologías restrictivas, de los "focus group" del marketing y de la recuperación obsesiva de las raíces regionales, Manu Chao se ha dejado atravesar por una multitud de expresiones culturales que luego él mismo transformó en canciones.
Durante largo tiempo políticos, empresarios y especialistas musicales han tratado de dilucidar los verdaderos motivos que mueven a una personalidad como la de Manu Chao. Convocante pero alternativa. Sin embargo, el músico no parece estar casado con ninguna causa social o movimiento estético. No guarda fidelidad a los estatutos. En su largo viaje tanto por la música como por los países que quieren escuchar su voz no establece bases sino que improvisa escalas y anda liviano.
Su música no necesita definiciones justamente porque es, sobre todo, una mixtura, un encuentro de voces y mi- radas.
Manu Chao es un adelantado a su tiempo, un visionario que ya encontró respuestas para preguntas que aún no fueron formuladas.
Su música suena a cumbia, a rock, a rap, a bolero, a melodía pop, a vals, a jazz, a rumba, a ska. Suena y resuena. Como un espejo mágico sobre el cual pueden rebotar las pulsaciones del planeta para, a partir de allí, encontrar nuevas decodificaciones y converger en otros cuerpos.
De hecho, su trabajo junto a Mano Negra, donde ofició de líder y creador, resultaba bastante más predecible que lo que terminó haciendo en solitario. Mano Negra, otro grupo multirracial, tenía deudas y rendía homenajes muy anteriores a su fecha de nacimiento que, por ejemplo, se remontaban al rock punk inglés.
Sería injusto olvidar que The Clash se mostró seducida por la música de geografías tan distantes entre sí como Latinoamérica y África. Se sabe que el punk inglés tenía cierto respeto por el reggae. De ellos también tomó elementos Manu Chao, quien junto a su grupo transitó un ritmo a ratos frenético aunque matizado por insospechadas vertientes culturales.
Su búsqueda en soledad ha sido controvertida. Por un lado, su papel como promotor de consignas políticas que, desde la marginalidad, la independencia y hasta la clandestinidad reivindican derechos de los pueblos. No obstante, Manu Chao se niega a ser reconocido como un líder de la contracultura. Apenas como uno más que indica con el dedo las injusticias del sistema. Por otro, su búsqueda artística. No toda su obra como solista se encuentra atada a la experimentación y la variación rítmico-melódica. Uno podría incluso sospechar que Manu Chao escribe un hit justo cuando lo necesita. Porque, si bien es un artista de escasas concesiones, cada tanto sus canciones son material predilecto de las radios "mainstream". También para las independientes, claro. Manu Chao sabe qué teclas apretar para que la industria funcione.
Siendo un aventurero, un poeta y un trotamundos, Manu Chao no se ha negado a disfrutar del elixir de la gloria. Lejos, muy lejos, está de encarnar al artista atormentado e incomprendido. Temas ineludibles como "Me gustas tú" y "Clandestino" son la prueba de que el músico es un mago capaz de hacer y deshacer a su antojo.
"Para mí, cada disco debe ser un viajecito que te lleve de un punto a otro. Cuando quieres cerrar un disco, descubres que falta, no sé, un nudo que te permita pasar de un bloque a otro. Idealmente, los cuarenta o cincuenta minutos de un álbum deben ser como una sola canción que fluya sin sobresaltos. Suelo escucharlo de noche, en la cama. Sin los ruidos de afuera, sin llamadas, compruebas si sobra o falta algo", ha dicho a la prensa.
Desde esta óptica resulta también difícil establecer la temperatura de su obra. ¿Es su último disco mejor que el anterior? Manu Chao indaga, transcurre, se mete y se compromete. Es una tela sobre la cual las pinturas y las "sangres" de los otros son derramadas una y otra vez. Al final quedamos en presencia de una obra intensa, laberíntica y abismal.
Por estas horas presenta en la Argentina, junto a su banda Radio Bemba, su nuevo trabajo "Baionanera". Y al menos en esto sí hay un concepto permanente: cada recital de Manu Chao, ya sea guitarra en mano junto al fuego o en un gran estadio frente a miles, es un rito sagrado donde deseo, placer y desquicio se her- manan.
Bien lo ha expuesto ya el periodista español Diego A. Manrique: "Uno de los misterios de Manu Chao es la divergencia entre lo que ofrece en directo y sus discos de estudio. ´Clandestino´, ´Última estación´... ´Esperanza´ y, ahora, ´La Radiolina´ son cuidados collages, seductores rompecabezas donde encaja elementos sonoros captados en sus viajes. En vivo no hay margen para sutilezas: plantea una descarga de punk, ska y reggae para botar. Como si sus dos principales vocaciones, la de creador y la de animador pachanguero, siguieran trayectorias paralelas de imposible coincidencia".
Este sábado, una vez más, Manu Chao descubrirá con sus canciones el secreto fuego de la humanidad.
CLAUDIO ANDRADE
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