El presidente de facto de Honduras, Roberto Micheletti, se convirtió en un hábil jefe de orquesta de la crisis política rechazando las inmensas presiones internacionales para restituir al mandatario constitucional Manuel Zelaya y el acoso de sus seguidores.
Después de una semana apartado del poder, Micheletti se reincorporó este miércoles en sus funciones coincidiendo con el debate en el Congreso Nacional sobre la restitución de Zelaya, en cumplimiento del Acuerdo Tegucigalpa/San José suscrito por las delegaciones de ambos el 30 de octubre y bajo presión de Estados Unidos.
Este experimentado político, con más de 30 años en los juegos de poder de la política hondureña, ha sobrevivido a muchas guerras en el Partido Liberal.
Su último pulso, con Zelaya, también lo tiene ganado, pese a que ello le ha costado al partido la peor derrota de su historia en los comicios del domingo frente al Partido Nacional, cuyo candidato, Porfirio Lobo, ha vencido arrolladoramente y va a lograr mayoría absoluta en el Congreso.
Su cabello blanco y sus ojillos azules de abuelo bonachón esconden a un político astuto y duro de la vieja guardia derechista que no ha escatimado momentos para humillar a Zelaya, hoy por hoy su peor enemigo, pese a que lo apoyó en las primarias para obtener la designación presidencial del PL.
"No es que Micheletti haya sido muy hábil, es que Zelaya ha sido muy torpe", dice Raúl Pineda, un político que fue tres veces diputado por el Partido Nacional (PN, derecha). Micheletti ha doblegado la resistencia interna a fuerza de sacar militares a la calle, pero sobre todo ha logrado dividir a América como hace mucho que no lo estaba -e incluso a la administración estadounidense- y ha desnudado las debilidades de la OEA. "El patio hondureño se convirtió en la confrontación ideológica entre los conservadores y el ALBA", sostiene Julietta Castellanos, rectora de la Universidad Autónoma de Tegucigalpa.
Zelaya llevó a Honduras a adherirse a la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA) que lidera el presidente venezolano Hugo Chávez. La conservadora oligarquía política hondureña -a la que pertenece Zelaya- y el empresariado nunca le perdonaron sus flirteos con el socialismo del siglo XXI que propugna Chávez.
Para desesperación de buena parte de la comunidad internacional que sigue sin reconocer las elecciones del domingo, y en particular del secretario de la OEA José Miguel Insulza, Micheletti no se ha salido ni un ápice del guión que marcó la clase política que lo sostiene.
"Zelaya no volverá al poder", dijo Micheletti tras ser elegido el 28 de junio por el Congreso, horas después del golpe de Estado que expulsó al mandatario constitucional a Costa Rica. La humillación a la que lo sometió Zelaya cuando tras entrar en el país subrepticiamente el 21 de septiembre se refugió en la embajada de Brasil, se la ha hecho pagar con creces con la firma del acuerdo Tegucigalpa/San José. Zelaya le firmó un cheque en blanco al dejar en manos del mismo Congreso que por mayoría aplastante designó a su rival de una forma chapucera -presentando una carta de dimisión de Zelaya con su firma falsificada- la decisión de su restitución.
ANA FERNÁNDEZ
AFP