Martes 01 de Diciembre de 2009 Edicion impresa pag. 44 > Cultura y Espectaculos
Pasiones encontradas y rasgos de época en novela de Laurencich

La novela "Vete de mí", de Alejandra Laurencich, refleja rasgos epocales de los años 90, con personajes que llevan al límite sus pasiones y muestran una cierta ambigüedad, en medio de un clima de tensión constante, elementos en germen en una primera versión escrita en esa década, pero que tuvieron luego un largo proceso de reelaboración.

"En la época que comencé con esta historia, hace 18 años, observaba algo así a mi alrededor, mucha locura, gente que buscaba el amor donde iba encontrar daño. Y esa versión se llamaba ´Fin de milenio´. Era algo que se percibía en el aire", describe la autora de esta novela, finalista del premio Emecé 1994, en entrevista con Télam.

"Por suerte, entre comillas, cuando el libro salió finalista por motivos personales no me pude ocupar de él. Y no se publicó. Eso me permitió tomar distancia y después volver a leerla y darme cuenta de que necesitaba correcciones", confiesa.

Así es como la novela fue sufriendo transformaciones en la medida que la narradora seguía evolucionando como tal: "Me empezaron a publicar mis libros de cuentos y aunque deje la novela a un costado, cada tanto la corregía, le cambiaba el narrador, o sea que fue un proceso larguísimo que me llevó a elaborar mucho el material".

"Cuando finalmente terminé me di cuenta de que no había quedado nada del original, desde la estructura hasta la prosa trabajé toda la novela", subraya Laurencich.

Escrita con un ritmo que no decae en ningún instante, los personajes coinciden en mostrar una cierta opacidad, una falta de transparencia? sobre todo Luis (una especie de catalizador de todas las emociones y sentimientos) que se va conectando con todos los demás en un clima que se torna cada vez más ominoso.

La estructura de la novela es vital para el desarrollo del relato que va poniendo sucesivamente en primer plano a los distintos personajes. Y de manera intercalada aparece una narradora. "Pachu ordena todo ese mosaico de situaciones y escenas que se muestran al principio de forma desordenada, con saltos hacia atrás y adelante y que después se hacen más coincidentes con la historia que ella narra -explicita-. Y el lector va descubriendo cómo sucedieron los hechos, cual fue el azar que unió todo eso".

La trama inicial, indica la escritora, "era más primitiva y con los años me di cuenta que contada por un narrador en tercera persona nada más, le faltaba el misterio. Entonces decidí que la novela estuviera contada por uno de los personajes, y elegí uno no tan central aunque después adquirió más protagonismo".

Otra transformación de la novela, "fue la incorporación de parte de una novela anterior que yo tenía, y que sirvió para ver de dónde venían los personajes, para rastrear sus orígenes".

"Quise que el lector tuviera un panorama como si fuera una especie de Dios que va observando los hechos desde cada personaje -explica Laurencich-, desde su sufrimiento, su particular perspectiva, como si fuera el narrador omnisciente".

Casi todos los personajes "se ven involucrados en una especie de remolino que los lleva al vértigo final, la historia misma se va poniendo tan rápida, vibrante, que tampoco tienen mucho tiempo de pensar, están metidos en la situación y esta los lleva a decisiones extremas", apunta la escritora.

"La novela se vuelve palpitante y los personajes parecen terminar exprimidos por esas pasiones o pulsiones que tienen. No pueden ni razonar, ni tomar distancia, arrastrados por sus pasiones tal vez a lo peor", desliza.

Una idea que sobrevuela el libro, el todo vale, "fue muy característica de los años 90, se acababa el milenio y yo lo veía como un desdibujarse de las cosas claras, como una atracción hacia lo más oscuro, ese aire a Tánatos que atraía a la gente en ese momento". (Télam)

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