Martes 01 de Diciembre de 2009 20 > Carta de Lectores
La opción uruguaya

El triunfo cómodo de José Mujica en las elecciones uruguayas ha motivado tantas dudas como certezas. Aunque en el transcurso de su campaña el ex tupamaro insistió en que su gestión se parecerá mucho a la del presidente actual, Tabaré Vázquez, un mandatario que se ha destacado por su eficacia, moderación y buen sentido, son tan grandes las diferencias entre los dos que es de prever que tarde o temprano emprenda iniciativas inesperadas o que, cuando menos, formule declaraciones que den pie a incidentes diplomáticos, sobre todo si se le ocurre opinar nuevamente sobre la realidad argentina. En efecto, en vísperas de la elección Mujica elogió al presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva por recibir con pompa a su homólogo iraní Mahmoud Ahmadinejad, un personaje ultraderechista que, además de deber su cargo a un fraude electoral flagrante, ordenó la represión brutal de manifestantes que protestaban contra la estafa, niega que el holocausto nazi haya sucedido pero se afirma resuelto a borrar Israel de la faz de la Tierra y está procurando conseguir las armas nucleares que le permitirían lograr su propósito. Puede que Mujica no haya pensado en tales detalles, pero así y todo se ha abierto la posibilidad de que, con el estilo despreocupado que a juicio de sus simpatizantes es evidencia de su "autenticidad", Mujica decida solidarizarse con los líderes nacionales más reaccionarios y sanguinarios del planeta. En tal caso, las repercusiones para Uruguay distarían de ser positivas. La crisis desatada por las ambiciones de los teócratas iraníes parece estar entrando en una etapa literalmente explosiva, razón por la que les convendría actuar con suma cautela a todos los mandatarios de la región, en especial los de países chicos que dependen mucho del comercio internacional.

Lo mismo que Vázquez cinco años antes, Mujica tendrá que elegir entre formar parte del grupo de mandatarios centroizquierdistas moderados como Lula y Michelle Bachelet y adherirse al encabezado por Hugo Chávez. Parecería que Mujica entiende muy bien que cometería un error sumamente grave si permitiera que su desprecio notorio por ciertas formalidades lo hiciera alinearse con los chavistas, pero en su caso se da el riesgo de que al hablar se deje llevar por sus instintos contestatarios aun cuando no tenga ninguna intención de desempeñar un papel apropiado para un agitador revolucionario. La espontaneidad, o sea, la costumbre de decir cuanto se le ocurra sin inquietarse por las consecuencias, puede ser una característica muy simpática cuando es cuestión de un ciudadano privado, pero a los presidentes siempre les es necesario saber disciplinarse ya que una palabra de más podría tener un impacto muy grande en la relación de su país con otros y por lo tanto incidir en la vida de millones de personas. Es de esperar, pues, que el ya célebre estilo de Mujica, tan distinto de aquel de Vázquez, se manifieste sólo a través de su forma "popular" de vestirse.

Merced a la gestión de Vázquez, Uruguay es uno de los países latinoamericanos que, como Chile y, tal vez, Brasil, parece estar comenzando por fin a salir del subdesarrollo en el que estaba atrapado desde hacía casi un siglo a causa de una combinación nefasta de populismo y dependencia excesiva del aprovechamiento de recursos naturales. En el transcurso de su campaña, Mujica no dudó en afirmar que quiere que Uruguay se convierta en un miembro más del Primer Mundo. Se trata de una ambición racional y realista, pero para que sea algo más que una consigna tanto el gobierno que encabece como los siguientes tendrán que obrar con paciencia y sensatez, resistiéndose a la tentación tan común en nuestra parte del mundo de procurar apurar el desarrollo tomando atajos que resulten engañosos ya que no conducen a ninguna parte. Al vicepresidente electo Danilo Astori, cuya presencia en la fórmula ganadora contribuyó mucho a tranquilizar a los asustados por la sospecha de que Mujica aún no ha abandonado por completo las fantasías del guerrillero urbano de más de treinta años atrás, le corresponderá asegurar que las sorpresas con las que se prevé que el próximo presidente hará memorable su gestión no frenen la marcha ascendente de la economía uruguaya. Tal papel podría resultar antipático, pero en vista del carácter de Mujica será esencial.

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