Martes 01 de Diciembre de 2009 Edicion impresa pag. 16 > Municipales
LA SEMANA EN SAN MARTÍN DE LOS ANDES: La humedad no mata

La sensación es extraña. Un observador accidental podría creer que asiste a una obra de teatro, en la que los protagonistas, a fuerza de decir sus líneas, acaban asumiéndose antes personajes que actores.

La sesión que sancionó por mayoría a dos concejales fuertemente opositoras al oficialismo, fue una bochornosa tribuna. Las sanciones terminarán por dilucidarse en la Corte neuquina, recurridas por las ediles castigadas.

Pero lo vergonzante fueron el discurso y las actitudes repetidas, que presumen de honestidad, civismo y tolerancia, pero condenan todo aquello que suene distinto.

Lo que no terminan de entender buena parte de los políticos, estén del lado en que estén, es que con tanta filípica llena de lugares comunes, terminan por forzar al público al descreimiento.

Una prueba del desinterés inmovilizador es que, para la mayoría de los sanmartinenses, pasaron casi inadvertidos tanto el proceso como las sanciones a las concejales Emilia Otharán, de Libres del Sur, y Ana Ambrogi, del Une. A la primera la suspendieron y a la segunda la amonestaron, por caer en supuestas conductas impropias de la investidura (insultar al ministro de Salud y a miembros de una cooperativa hospitalaria cercana al MPN, así como querer entrar de prepo a una

reunión). Sólo los que exhiben militancia y unos pocos vecinos interesados por los asuntos de su ciudad, se acercaron a tan crucial sesión del Deliberante. Quedó lugar.

Acaso la primera clave para explicar esa apatía haya que buscarla en la desmesura del autobombo; esos discursos que de pura grandilocuencia resultan poco fiables.

¿Quién cree que los concejales del MPN y sus aliados son algo así como paladines de la corrección y las formas? Más de una vez hay asuntos flojitos de papeles o éticamente reprochables, que no merecen el mismo celo de los ediles del oficialismo. Por caso, sería oportuno que alguien explique si le han renovado licencias a consumados vendedores de alcohol a menores, recientemente.

¿Quién puede creer en esa sorprendente comparación de Jesús Escobar, el referente provincial de Libres del Sur que vino en apoyo de la concejal de su partido, cuando dijo que los acontecimientos le recordaban el "sufrimiento" de San Martín y Belgrano? Hombres de carne y hueso y próceres por imperio de sus actos, que efectivamente supieron de las agachadas de sus pares de la época. San Martín, incluso, llegó a temer por su vida a manos de compatriotas. No parece que sea el caso de las concejales Ambrogi y Otharán, con todo respeto.

¿Quién puede dar crédito a las denuncias de robo y corrupción lanzadas a diestra y siniestra por la oposición, y que provienen de personas que también están en la función pública y debieran estar obligadas a denunciar esos chanchullos en la justicia? ¿Por qué no lo hacen, de una vez, si debajo de cada piedra ven a un sospechoso, cuando no a un ladrón?

¿Pero también, quién puede creer que dos respetables señoras sean, aun con sus corrosivas críticas a todo lo que suene a MPN, algo así como la encarnación del mal?

Para el oficialismo pueden ser molestas, sí, pero francamente no recuerdo una votación en la que Ambrogi y Otharán hayan torcido el brazo del partido gobernante. Siempre pierden, en soledad. ¿Entonces, por qué el empeño en disciplinarlas si ya las disciplinan con el número?

Como se ve, lo que mata por aquí no es la humedad. Es el exceso.

 

FERNANDO BRAVO
rionegro@smandes.com.ar

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