| Desde que inició su gestión hace más de seis años, Néstor Kirchner se ha acostumbrado a dominar el Congreso, pero la etapa así supuesta está por terminar. A partir del 10 de diciembre, tendrá que convivir con un Senado en que sus adherentes sumarán 32 del total de 72, de suerte que no tendrán quórum propio, y con una cámara de Diputados que también le será adversa en que legisladores opositores quieren encabezar la mayoría de las comisiones parlamentarias. Con todo, en vista del talento notable del ex presidente para convencer a legisladores presuntamente opositores de que les convendría apoyar sus iniciativas, los dirigentes de los diversos bloques no parecen demasiado seguros de su capacidad para impedir que algunos los "traicionen" transformándose en oficialistas, con el resultado de que el Congreso renovado se asemeje bastante a aquel que está por despedirse. Por cierto, los casos protagonizados últimamente por el gobernador electo correntino Ricardo Colombi que, después de que una campaña en que habló como un opositor le permitiera triunfar, anunció su conversión a la fe kirchnerista, la senadora santafesina Roxana Latorre que fue apadrinada por el senador Carlos Reutemann y los legisladores procedentes de ARI de Tierra del Fuego les han enseñado que en nuestro mundillo político las lealtades suelen ser decididamente flexibles. He aquí una razón por la que pocos confían en que el Congreso nuevo resulte ser tan representativo de la voluntad mayoritaria como sería de esperar en una democracia madura. Otra razón consiste en lo difícil que será compatibilizar los objetivos de los distintos bloques opositores, ya que quienes los conforman están comprometidos con corrientes ideológicas muy diferentes y muchos "progresistas" podrán caer en la tentación de solidarizarse con el gobierno a fin de incomodar a los sindicados como conservadores. Asimismo, aunque todos los legisladores dicen entender la necesidad de respetar a rajatabla las reglas institucionales y los principios republicanos, el hipotético consenso en tal sentido no es suficiente como para garantizar que cierren filas frente a los atropellos del "hombre fuerte" del gobierno, el diputado electo Kirchner. Para que no haya dudas en cuanto a lo que hará la presidenta Cristina Fernández de Kirchner si se les ocurre a los legisladores rebelarse contra la arbitrariedad, que es una de las características más llamativas de su marido, el diputado oficialista Agustín Rossi les ha advertido que será vetada cualquier ley que se vea sancionada sin la aprobación del kirchnerismo, o sea que el Poder Ejecutivo seguirá tratando al Congreso como si fuere una escribanía cuya única función consiste en cohonestar las iniciativas de Néstor Kirchner. Los legisladores, pues, se encontrarán frente a una situación insólita. Aunque la presidenta Cristina y su marido están entre los políticos menos populares del país, ya que menos del 20% de los consultados por los encuestadores de opinión dice aprobar su gestión conjunta, a través de sus operadores se han declarado resueltos a gobernar contra la opinión mayoritaria representada por el nuevo Congreso. Para los senadores y diputados, el desprecio manifiesto por las normas democráticas del que hacen gala los Kirchner constituye un desafío nada agradable. Si se resignan a limitarse a perorar en torno a las deficiencias a su juicio flagrantes de quienes están a cargo del Poder Ejecutivo, acusándolos de ser los gobernantes más corruptos de la historia del país, perderán el respeto de la ciudadanía que, como es natural, espera de sus representantes elegidos algo más que manifestaciones de impotencia. Pero si los legisladores deciden activar los mecanismos institucionales que les permitirían hacer valer sus derechos, correrán el riesgo de desatar una crisis política tremenda que podría perjudicar enormemente al país. Si bien hasta los opositores más vehementes dicen que les corresponde asegurar que Cristina siga en el poder hasta diciembre del 2011 y que por lo tanto tendrán que ayudarla, no pueden sino saber que hay límites a lo que sería razonable pedirles soportar pero que, desafortunadamente para todos, el marido de la presidenta parece decidido a violarlos sin preocuparse en absoluto por las consecuencias. | |