Solemos hacer importante la bandera y recordar los símbolos patrios el 20 de Junio, recordamos a Belgrano, su vida, obra y en las escuelas vuelan figuritas recortadas de dónde se logran conseguir.
Ahora llega el día de la no violencia y hablamos de ella. Aunque suceda todos los días, en muchas casas y de diversas formas.
La violencia que se ve, aquella que deja marca visible y palpable a la sociedad, a los otros. Esos otros que se convierten en muchas ocasiones en testigos impotentes de una realidad compleja de modificar.
Está la violencia psicológica. Es aquella más sutil pero no por eso menos peligrosa. La que ejerce en la vida una fuerza tan importante como el torrente de agua. No se puede hacer otra cosa más que obedecer y aquel que la padece siente que es la única realidad posible. Que nada puede ser modificado.
¿Como creemos que estamos ejerciendo la enseñanza? ¿La enseñanza en casa y en la escuela?
Tal vez para poder reflexionar un poco más tendríamos que pensar qué es violencia. Surgen entonces palabras que se desprenden como violación, violar. Se puede asociar con no respetar al otro, obligar a realizar algo en contra de su voluntad. Callar en, hacer callar. Gritar en demasía generando reacciones de “susto” en el otro.
¿Y cuándo no se sabe a dónde se debe ir? Es preciso un guía. Aquel que debe guiar, ¿no está más expuesto a generar y provocar violencia?
Es posible que sí. Porque aquel que debe ser guiado necesita que le marquen dónde están los caminos, no los conoce. Y existe una diferencia sustancial en marcar el camino y mostrar dónde están.
Como guías podemos caer en la tentación de hacer pensar que sólo existe uno. El mejor, el más seguro. Y hacemos creer con pequeños gestos que los otros son peligrosos. Mejor no ver, no curiosear, mejor callar.
¿Eso no se hace ya dice ud.? ¿Todos son libres y hay derecho de manifestar, cortar calles, puentes, autopistas, avenidas, todos hablan dice ud.? Me tomo el derecho a disentir.
Porque hablar sin decir es violento, porque no estamos ejerciendo nuestra posibilidad y riqueza infinita de reflexionar y observar cuál es el mejor camino.
Basta para mí, basta para todos, dicen en las escuelas al igual que en los cortes. Y violentamente dejan a los chicos sin clases y el que no está de acuerdo es….
Basta para mí, basta para todos se escuchan en las direcciones. Y los chicos no pueden preguntar de sexo ni de droga ni de corrupción.
Quiebran al ser infantil como en pedacitos. La realidad deben dejarla afuera y sólo es importante la letra y el número, como si con esos aprendizajes solamente bastara para vivir en el 2010.
Se oculta así la basura bajo la alfombra y se pierde la maravillosa experiencia de hablar y debatir. De enfrentarse a realidades tan tangibles, con falsas excusas de proteccionismo que al hacerlo se vuelve tan burdo como violento.
Somos una sociedad violenta.
Cuando entonces surgen preguntas seguimos tapándolas. Tenemos miedo a hablar. A cambiar.
Cuando alguien propone un cambio aparecen los rótulos rápidamente. Es un complicado, ¡¡¡¡¡¡mirá lo que hace!!!!!! Lo diferente asusta y cada vez vivimos más enfrascados.
Enseñanza-aprendizaje. Es maravilloso. Increíblemente regocijante. Pueden decirlo los padres orgullosos de su labor, los docentes de alma. Por suerte podemos decirlo muchos.
Pero al hacerlo debemos seguir reflexionando cómo lo hacemos. Para cambiar de una vez por todas, romper moldes, y acompañar a esta realidad no ocultarla.
Tal vez si admitimos nuestros límites empecemos a encontrarnos con el otro. Tal vez, sólo tal vez así podamos comprender por qué los chicos tienen problemas de socialización.
Por Laura Collavini
Lic. Psicopedagogía
Diseñadora de material didáctico.