VIEDMA (AV).- Matías Ezequiel Zúñiga, de 21 años, se abstuvo de declarar. Está imputado por el delito de "homicidio en ocasión de robo calificado", hecho del que resultó víctima Adela Volpe, de 76 años. El crimen ocurrió el 18 julio del año pasado en un departamento de la costanera de esta capital, frente a la Plaza de los Inmigrantes y en proximidades al puente ferrocarretero.
La mujer vivía sola a escasos metros de la casa de su hijo, quien la encontró tirada en el piso de su departamento, ya sin vida, cuando comenzaba a caer la noche.
La desafortunada mujer recibió golpes en distintas partes del cuerpo y varios en la cabeza, como una reiteración de secos sacudones contra el piso, así como pequeños y variados puntazos propinados con un cuchillo de cocina, sobre todo en el rostro. Una de esas lesiones fue más profunda, a la altura del cuello, que sin atravesarlo le provocó una importante hemorragia que aceleró su muerte, según consignó la resolución judicial al ser procesado Zúñiga en octubre del año pasado.
Un vecino de apellido Estavanacio, del barrio Parque Independencia -donde vive el imputado y su familia- relató que entre las 19 y las 20 del 18 de julio del año pasado estaba solo en su casa "tomando unos mates" y que un llamado insistente lo sorprendió. Era Matías, a quien conoce desde niño y considera "un buen chico", que le pedía entrar. Ya en su casa y "en un estado nervioso" mirando por la ventana "como si alguien lo seguía" le confió que "se había mandado una cagada: le robé a un viejito del barrio San Martín, lo agarré de los pelos y le puse un cuchillo en el cogote".
Estevanacio recordó también que Zúñiga dijo que lo sacaron "a los tiros" y que ante esta confesión le pidió que se fuera de su casa para que no lo comprometiera. No obstante dijo que no le dio demasiada importancia porque pensó que había sido un hecho menor, "acostumbrado a que los chicos choreaban", pero que igual se lo comentó a su señora. Al día siguiente y antes de irse a la chacra en San Javier donde trabaja, leyó en el diario lo del homicidio de Volpe. Su mujer, Gloria Cárdenas, recordó lo que su marido le había contado y al enterarse del homicidio de la mujer asoció lo señalado por Zúñiga y llamó en forma anónima a la Policía para preguntar si había ocurrido algún robo en el barrio San Martín.
El tenor de las preguntas de los jueces generó incomodidad entre los testigos y los asistentes al juicio, quienes interpretaron como una presión la actitud que en lugar de llevar a la claridad los confundió en las respuestas.
El primero de los testigos en declarar fue Mario Rosillo, el experto entrenador de los perros que utiliza la Policía rionegrina para el seguimiento de rastros.
El Tribunal, integrado por los camaristas Susana Milicich de Videla, María del Carmen Vivas de Vásquez y Eduardo Ignacio Giménez, también escuchó al hijo de la víctima, Juan Luciano Vidal, quien recordó que encontró a su mamá con el torso dentro del baño "en medio de un charco de sangre", al ingresar a la casa con su propia llave tras observar desde el exterior que su madre estaba tirada en el piso. Al verla, intuyó que estaba muerta y corrió con desesperación hasta el destacamento policial ubicado a unos cien metros de la vivienda.
"Le he dado mil vueltas y no le encuentro sentido", dijo Vidal, cuando el Tribunal intentó saber qué hipótesis tenía acerca de lo ocurrido. Destacó que su madre tenía un carácter muy fuerte, que esa personalidad pudo llevarla a resistirse a un intento de robo y que era "extremadamente meticulosa", por lo que era extraño que hubiera un zapato en su cama y una bolsa en el suelo.
El testigo también afirmó que su madre elegía sus propios empleados domésticos y que "no aceptaba que nadie influyera sobre ella". Afirmó que esa tarde, su madre no había ido a tomar mate con su suegra, como era habitual, y que eso le llamó la atención. "Yo fui el último en verla, la noche anterior", indicó.