Un nuevo ciclo lectivo va llegando a su fin y el drama educativo sigue profundizándose en nuestra provincia y en todo el país. La crisis que arrastra desde hace años el sistema educativo atraviesa todos los estratos sociales, desde aquel ciudadano que envía a su hijo a la escuela pública hasta aquel que tiene la posibilidad de optar por la enseñanza privada. Ninguno escapa de un oscuro presente que tiñe de oscuridad nuestro futuro inmediato, si partimos de la certeza de que la educación de nuestros niños y adolescentes es la única herramienta que nos permitirá mirar el devenir con optimismo.
En el caso concreto de Neuquén, en el 2009 ingresará en el listado de las provincias que no cumplieron con el mínimo de 180 días de clase fijado por la Ley Nacional de Educación (25864), sancionada en diciembre del 2003. Pero no será la primera vez. En el 2008 tampoco se cumplió con ese objetivo de mínima. Como un falso autoconsuelo, quizás valga mencionar que el año pasado sólo dos provincias en todo el país, Buenos Aires y Chubut, llegaron a esa meta.
Haciendo un repaso de lo ocurrido durante este año, surge que en nuestra provincia se perdieron cerca de 40 días por paros docentes, a lo que hay que agregar medidas de fuerza de los auxiliares de servicio y -sobre llovido mojado- el adelantamiento del receso invernal por la propagación del virus de la gripe A. Quizás para refrescar la memoria haya que citar que el calendario escolar marcaba el 3 de marzo para el inicio de las clases, que recién comenzaron el 13 de abril. Conclusión: nuestros chicos tendrán no más de 130 días de clases. Y las jornadas perdidas nunca se recuperan, siempre quedan fuera de toda discusión después de un conflicto y nadie puede creer seriamente que los mismos contenidos se pueden recuperar en menos tiempo.
A la hora de repartir responsabilidades, el gobierno provincial y el gremio docente apelan al facilismo de endilgarse culpas mutuas sin asumir las falencias y errores propios. Los padres también miramos de reojo una problemática de la que sólo nos anoticiamos cuando se realizan medidas de fuerza. Dejando de lado cualquier hipocresía, hay que asumir que, en diferentes niveles, todos somos responsables.
Desde hace mucho tiempo en la provincia del Neuquén la discusión de la educación pasa únicamente por la situación salarial. Como reclamo satélite también se ha incorporado la falta de partidas para el mantenimiento de los edificios escolares o el funcionamiento de los comedores. Lamentablemente nada se ha debatido sobre la calidad de los contenidos que reciben nuestros hijos o sobre el nivel de preparación y capacitación de los propios docentes. Ésa es una de las cuestiones principales que nos quedan en el debe y que hay que emprender de inmediato.
El artículo 114 de la Constitución provincial establece que el gobierno debe destinar a la educación el 30% de las rentas generales de la provincia. En el presupuesto 2009 los recursos volcados al sistema educativo sólo en salarios y gastos de funcionamiento ascendió a 1.624 millones de pesos, lo que representa un 45% de las rentas generales (son los ingresos de la provincia por todo concepto menos los recursos que tienen afectación por ley y los de organismos provinciales autárquicos).
A priori hay que concluir que se cumple con el precepto constitucional, que la inversión existe, pero evidentemente hay cosas del sistema educativo que hay que modificar. Así las cosas, pocos pueden explicar con algún grado de racionalidad que se destinen 220 millones de pesos anuales al pago de suplencias, llegándose a contar en algunos casos hasta cinco maestros por aula. Semejante distorsión requiere ser corregida.
Un dato que refuerza lo dicho anteriormente es que, de acuerdo con números oficiales, la matrícula de alumnos ha crecido en los últimos nueve años cerca del 20% pero, en forma paralela, en idéntico período los recursos destinados al pago de los docentes y la planta misma de personal se incrementó en un 240%. Es decir que los recursos están pero la distribución que se hace no es la correcta. El alto nivel de inversión no se corresponde para nada con el grado de eficiencia del sistema. Actualmente los índices de deserción en nuestra provincia son alarmantes, llegando al 60% en las escuelas secundarias y hasta el 70% en las de orientación técnica.
Frente a este calamitoso cuadro de situación es imprescindible que todos los actores abandonen posturas fundamentalistas que sólo conducen a un callejón sin salida. La situación económica de la provincia no se va a modificar en el corto plazo, por lo que todo indica que los reclamos salariales estarán nuevamente en el centro de la escena en el inicio del ciclo lectivo 2010.
En este contexto, el gremio estatal no debería olvidar que el derecho a huelga no puede poner en riesgo el derecho a estudiar de nuestros chicos. Por su parte, el gobierno está obligado a aceitar los mecanismos de su gestión educativa porque es inconcebible que una escuela no funcione por falta de recursos para el mantenimiento -aunque resulte increíble, muchos establecimientos ni siquiera tienen tizas- o porque no llegan las partidas para el comedor. Y me consta que hay directoras que ponen de su bolsillo para suplir la falencia estatal. Ambas partes deben comprender que la educación que reciben nuestros hijos no puede ser presa del estado de conflicto permanente que vivimos los neuquinos.
Los grandes cambios implican largos procesos. No se hacen de un día para otro. Pero es necesario comenzar cuanto antes, aunque sea con pequeñas cosas.
Hay que modernizar la educación, dejar atrás el siglo XX y entrar de lleno en los desafíos del XXI. Miremos el ejemplo de Uruguay, donde cada estudiante puede tener hoy acceso a una notebook o, sin ir más lejos, a nuestros vecinos de Río Negro donde, pese a la existencia de conflictos salariales similares a los de Neuquén, el gobierno inició la entrega de 2.200 netbooks a alumnos primarios. Sería de gran importancia, sobre todo para la población del interior, que se avanzara de manera decidida en el proyecto de dotar del servicio de wi-fi gratis a toda la provincia. Estas medidas democratizarían el acceso a la tecnología y a internet, herramienta fundamental que no podemos ignorar a la hora del debate educativo.
La educación es uno de los motores principales del desarrollo de una sociedad y lamentablemente en los últimos años -en forma paralela al desgaste de las instituciones en general- se ha desnaturalizado la función de la institución escolar.
Si queremos mirar el futuro de nuestra provincia y nuestro país con optimismo debemos poner manos a la obra de inmediato. Generemos las condiciones para un gran debate. Esta responsabilidad nos incumbe a todos: gobierno provincial, gremios y padres. De lo contrario, estaremos condenados al fracaso.
(*) Diputado nacional electo. Ex intendente
de Neuquén