Martes 24 de Noviembre de 2009 > Sociedad
Noviembre: tiempo de exploraciones en El Chocón
En esta profesión tan extraordinaria las tareas se dividen según la época del año. En noviembre buscan restos fósiles para ven que es lo que van a sacar.

Una población de 1.200 habitantes, 300 de los cuales trabajan en la Municipalidad. Un pueblo generado a partir de la instalación de una represa. Sobre gigantes rocas rojas que guardan tesoros 
paleontológicos. A la vera del lago artificial más grande de argentina.

Una organización urbana particular, diferente, de esas que  sólo vemos en series de tv americanas. Una localidad que se recorre a  pie luego de dejar el auto en alguna de las dos plazas de estacionamiento. Un lugar donde la iglesia, las casas, las veredas, las plazas, el centro comercial, o el edificio que ocupa el municipio actualmente fueron pensados por arquitectos y construidos de una vez  durante la creación de la villa en 1967.

Sin embargo, con todas estas características que lo hacen un lugar diferente, la particularidad que lo ha hecho reconocido en todo el  mundo es la gran cantidad de piezas paleontológicas que se encuentran en los alrededores y se estudian en el laboratorio del Museo Ernesto Bachmann. Entrar en el laboratorio es como jugar a “Jurasic Park”. Allí un húmero puede tener tres metros y un diente, hasta unos 20 centímetros.

Acostado aún en un bochón de yeso yace una de las especies que se descubrieron en esta zona, a la que el actual encargado del museo, Juan Ignacio Canale, llamó Skorpiovenator bustingorryi. Canale llegó desde La Plata hace cuatro años con una beca del Conicet que aún conserva. Tenía 26 años y apuró sus últimas materias para instalarse en la villa. Allí trabaja acompañado por otro paleontólogo 
y cinco técnicos.

En esta profesión tan extraordinaria las tareas se dividen según la época del año. “En noviembre salimos todos al campo a hacer las exploraciones. Buscamos indicios de que hay material, restos fósiles y vemos qué vamos a sacar”, cuenta Juan Ignacio.


Entre febrero y marzo se hacen las excavaciones. Para eso se realiza un mochón cavando alrededor del hallazgo y colocando yeso hasta formar un molde gigante para que la roca que contiene los huesos no se rompa durante el traslado. Luego se lleva ese mochón al laboratorio. Hace cuatro años lo encontrado fue el Skorpiovenator bustingorryi. 

Juan Ignacio explica que el nombre de las nuevas especies siempre tiene que ver con las características del animal y del lugar donde se  lo encontró. Por eso lo nombró “skorpion”, que significa alacrán, ya 
que en el lugar donde lo encontraron había de esos temibles animales.  “Venator”, que significa carnívoro y “bustingorryi” hace referencia a la familia Bustingorry propietaria del campo donde apareció. La 
última “i” latiniza el apellido.


“Es raro encontrar un material tan completo. Hace cuatro años que lo están preparando. Cuando hicieron el mochón pesaba 6 mil kilos y dos grúas lo cargaron hasta el laboratorio”, explica Juan Ignacio 
mientras muestra que el animal fue fosilizado por el clima y el paso del tiempo con la cabeza hacia atrás en una extraña posición que  también remite a los escorpiones.


Una vez separados de la roca, los fósiles son etiquetados y estudiados por los paleontólogos que escriben y publican en una revista especializada. Mientras, los técnicos realizan reproducciones de los huesos que se  exponen en las salas del museo donde son visitadas a diario por grandes y chicos que llegan desde las localidades vecinas durante todo el año y desde más lejos en las vacaciones.


La mayor atracción allí sigue siendo el Giganotosaurus carolinii, el carnívoro más grande encontrado hasta ahora, del que se halló el 80%  de sus huesos. Su esqueleto completo tiene un lugar especial en la 
primer sala del museo. Recostado, se puede observar a este gigante de 14 metros de alto que pesaba unos 10 mil kilos, en la misma posición que según cuenta la leyenda lo vio el cineasta Steven Spilberg años  antes de hacer su primer Jurasic Park.


Pero además, El Chocón guarda la memoria de más de 90 millones de años atrás en las huellas de dinosaurios encontrados en la costa del lago. “Las huellas son muy importantes porque dan mucha información  complementaria, sobre cómo caminaban, si en dos patas o en cuatro, a  qué velocidad lo hacían, y otras cosas”, aclara Juan Ignacio.


Fue hasta allí donde se acercaron hace poco más de un año especialistas de todo el mundo en el marco del III Congreso Latinoamericano de Paleontología de Vertebrados para observar en 
primera fila a estos testigos de la historia. Allí, a sólo 80 kilómetros de la capital neuquina. En la ruta 237, la misma que llega hasta el destino turístico por excelencia de Río Negro, Bariloche. 
Tan cerca, a mano, impactante, educativo, tan imposible de dejar de  conocer.

texto: Mariana Benítez
Fotos: Matías Subat

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