| La desesperación crece. La policía ya no sabe dónde más buscar, y la Justicia maneja tantas hipótesis como dudas. El país entero está consternado y los avisos al 911 no hicieron otra cosa que confundir un poco más el panorama. Ninguna de las 14 denuncias anónimas dieron resultado. Esta intensa búsqueda hizo revivir uno de los casos más misteriosos de los últimos años: La desaparición de la familia Gill. Las similitudes son sorprendentes. Transcurría normalmente el 13 de enero de 2002 cuando el matrimonio y sus 4 pequeños hijos fueron vistos por última vez hasta la fecha. Estaban en el velatorio de Máximo Vega, un vecino de Viale, una localidad de Entre Ríos cercana a su Crucecitas Séptima.
A Rubén Gill (56), a su esposa Margarita Norma Díaz (26 años); y a sus cuatro niños: María Ofelia (12), Osvaldo José (9), Sofía Margarita (6), y Carlos Daniel (4); se los tragó la tierra. En todos estos años los familiares no han bajado los brazos. Suponen lo peor, pero aunque sea esperan encontrar sus cuerpos.
Por su parte, la policía y la Justicia siguen investigando, ya que la causa quedó caratulada como “Averiguación de paradero”, igual que la del caso Pomar, ya que hasta el momento no se ha considerado delito alguno.
de las últimas novedades ocurrió en abril pasado, cuando el abogado que lleva adelante la causa, Maximiliano Navarro, exigió al juez Sebastián Gallino que la investigación se centre en el lugar donde trabajaba la familia. Se trata de la estancia La Candelaria, propiedad del arrendatario Alfonso Goette. Los Gill vivían en esa casona y se empleaban como peones de campo. Así es que el 3 de septiembre de 2008 peritos de la Policía de Entre Ríos, junto a un equipo del departamento médico forense de Tribunales, “comenzaron a desplegar en el lugar una serie de pericias que debían finalizar el 28 de febrero y se prorrogaron hasta el 31 de marzo”, según publica en un artículo el Diario Nogoyá.
En la estancia se hicieron todo tipo de pruebas, pero resultaron negativas. Se buscaron rastros de sangre con un método químico llamado “Luminol”, se utilizó un moderno radar para localizar movimientos de tierra y determinar si los cuerpos habían sido enterrados, hasta se revisó minuciosamente el sótano del lugar, pero ninguno de los peritajes tuvo éxito. “Acá no hay sospechosos de nada y todos sabemos que una averiguación de paradero no es lo que hay que investigar, sino que hay que saber qué fue lo que pasó”, dijo Adelia Gallego, madre de la mujer desaparecida, quien aún no bajó los brazos y espera angustiada que en enero se cumpla el séptimo año sin ver a sus familiares. ”No sabemos qué hacer, desapareció una familia entera, seis personas de las que nadie sabe nada. No queremos que esto caiga en el olvido, alguien se tiene que hacer cargo porque hay instituciones que están eso en este tipo de situaciones y dar respuesta a las necesidades. Sería muy grave que la sociedad termine desamparada. Creo que se ha menospreciado este hecho, fundamentalmente desde el principio”, manifestó por su parte Víctor Romero, militante de Derechos Humanos y acompañante de la familia Gallego. En el pueblo hay muchas dudas. Según la prensa del lugar, algunos aseguran que fue un ajuste de cuentas por una situación personal que Gill escondía, y otros piensan que Goette, el dueño de la estancia, sabe más de lo que dice y hasta lo nombran como el principal culpable. Los más arriesgados y menos verídicos se animan a decir que fueron chupados por extraterrestres, o que fueron asesinados por una secta. Conjeturas, creencias e imprecisiones que hacen más enigmática a una de las causas que todavía preocupa a la justicia, porque no pudo resolver. Fuente. 24con.com | |