NEUQUÉN (AN).- El ritmo y el sonido como la puerta de entrada a la personalidad de una persona y los problemas que la aquejan: a grandes rasgos, así se podría resumir el objetivo final de la musicoterapia en la salud mental, una disciplina que deja de ser incipiente para convertirse en una herramienta a la que recurren miles de personas de esta provincia, en buena parte niños, pero también adultos que llegan a una sesión por recomendación de un psicólogo.
Una persona tiene un perfil sonoro: "Habla de sí alguien que emite un sonido", resume Selva Reynoso. Días atrás, la licenciada disertó en el Concejo Deliberante, en el marco de las terceras jornadas de Salud realizadas allí. "En Neuquén hay unos 2.000 pacientes que regularmente van a una sesión", dijo en diálogo con "Río Negro", sin contar los niños que reciben la atención en una escuela especial.
La alta demanda da cuenta de una situación de "mucho trabajo" para los especialistas, unos 70 en toda la provincia. En contraposición con los de las jurisdicciones más grandes, serían pocos. Una situación que contrasta con su capacidad de organización: Neuquén es pionera en el país, los profesionales del rubro tienen su propia ley de ejercicio de la profesión (2.111).
Se trata de una especialidad que, vista del desconocimiento absoluto, tiene que lidiar con cierto imaginario: el de quienes no saben de qué se trata una sesión, y terminan emparentándola sólo a la música. Pero no es así.
"La conjunción de sonido y medicina suele motivar equívocos en el imaginario de quien nunca participó de una sesión", dijo Reynoso. La sala donde se desarrolla una sesión, para el paciente, es una invitación a lo desconocido. No sabe muy bien lo que se va a encontrar dentro (por eso hay una charla previa de rigor). Pero cuando elija un instrumento -así, al azar, movido por un primer impulso, algo clave en la musicoterapia-, ya estará hablando de sí mismo.
"La musicoterapia no es enseñar música. Más bien se trata de verificar secuencias rítmicas y la actitud de alguien al utilizar un instrumento", dice Selva sobre el amplio abanico de situaciones a analizar en una consulta: "Buscamos qué posibilidades tiene alguien de hacer o no determinados ritmos. Qué ruidos, instrumentos y tonalidades utiliza (los bajos se emparentan a la depresión; alguien que elija un tambor tiene características de líder); si puede o no interactuar con otras personas que a su vez estén emitiendo otros sonidos. Todo esto habla de la personalidad de un paciente", afirma la especialista, que cuenta que en lugares donde esta rama de la terapia ya está más afianzada, se utiliza para los tests vocacionales: en una sesión de este tipo, una de las líneas divisoras, estará dada entre quienes puedan seguir o no un determinado ritmo, en una metáfora más que atildada de lo que le puede esperar todos los días junto a sus pares en, por ejemplo, una oficina.
Reynoso dijo que una de las "variantes más difundidas", siempre en salud mental, es la intervención de la musicoterapia en casos de estrés laboral y postraumáticos.
También en casos donde la expresión mediante palabras por algún tipo trastorno psiquiátrico o psicológico entraña dificultades para un paciente: "El sonido es una forma de expresión. Nuestra función es decodificarla", dice la especialista.