Está claro que Roland Emmerich tiene una especial predisposición por destruir la Tierra. En "El día de la independencia" eran los extraterrestres los que apenas dejaban en el planeta algo en pie. En "Godzilla", un monstruo mutante que surgía de los mares, arrasaba de Norte a Sur y de Este a Oeste la ciudad de Nueva York y en "El día después de mañana" un gran descenso de las temperaturas junto con una serie de tormentas de hielo y nieve congelaban a media humanidad.
El cine de desastres es lo suyo. Es una especie de Atila cinematográfico. Por donde pasa su cámara no vuelve a crecer la hierba. Ahora en "2012", su última película, anuncia nada menos que el fin del mundo. Un final, por supuesto, de todo menos tranquilo. Hay terremotos, grandes grietas en la tierra, numerosas ciudades destruidas, inundaciones e imponentes erupciones volcánicas. La elección de la fecha, ese terrible "2012", no es ningún capricho. Según el calendario maya el 21 de diciembre de ese año terminará el décimo tercer ciclo. Después de esa fecha no hay nada, el almanaque se interrumpe, llega a su fin.
Harald Kloser, el guionista de la película junto con Roland Emmerich, explica que cada civilización de la Tierra tiene un mito sobre el fin del mundo, un gran diluvio universal que regenera el planeta. "De esa manera unos pocos tienen una segunda oportunidad para comenzar una nueva cultura, una nueva sociedad, una nueva civilización", argumenta el escritor. Esa es la premisa de la película.
"Cuanto más hablábamos Harald y yo de la historia -dice por su parte Roland Emmerich- más me daba cuenta de que era algo con lo que la gente de hoy se podía identificar fácilmente, ya que existen una gran cantidad de elementos políticos y filosóficos que se añaden al mero cataclismo".
Al final todo se resume en una serie de preguntas que cualquier espectador se haría. ¿Qué ocurriría si el fin del mundo se cerniera sobre nosotros? ¿Querríamos saberlo? ¿Qué haríamos con nuestra familia?
La película de Emmerich intenta responder a todas y parecidas cuestiones.
"2012", como cualquier otro filme del género de catástrofes, es una película coral. John Cusack interpreta a un escritor fracasado que intenta poner a salvo a su familia cuando un gran terremoto destruye Los Ángeles. Danny Glover da vida al Presidente de los Estados Unidos, un político que quiere mantener oculta la noticia de la destrucción del mundo para evitar así la histeria colectiva mientras Woody Harrelson es un profético locutor de radio que avisa a sus oyentes de las grandes desgracias que van a suceder. El reparto se completa con actores tan conocidos como Amanda Peet, Oliver Platt, Chiwetel Ejiofor y Thandie Newton, entre muchos otros.
Para Roland Emmerich, "2012" ha supuesto un triple salto mortal, un "más difícil todavía" en su ya especializada filmografía de desastres. Para crear todas estas hecatombes encadenadas el director combinó efectos digitales con otros más sofisticados y casi propios de la ingeniería.
Todo vale para que Emmerich refleje su espectacular versión del fin del mundo. Y no se amedrenta ante nada, por imposible que parezca, ya sea destruir la Tierra o el mismísimo Universo. El director siempre dice lo mismo: "¿Cómo te comes un elefante? Poco a poco. Lo partes en pequeños trozos. Si lo separas en pequeñas porciones, no es tan difícil como suena". (DPA)