El bajo de Santa Rosa, ubicado en la provincia de Río Negro, es uno de los mayores yacimientos de fósiles de todo el mundo y cuenta con hallazgos verdaderamente excepcionales en lo que respecta a dinosaurios, huevos fosilizados y restos de pinos y palmeras.
Según los científicos, la tafoflora del lugar refleja la existencia, hace 80 millones de años, de un clima cálido y relativamente húmedo correspondiente al Cretácico Tardío en América del Sur, que dejó en el lugar especímenes fósiles recuperados de aquella época.
Entre los hallazgos más importantes se encuentran los restos del llamado Tuarangisauruis cabazzai, definido como "un dragón de las profundidades" y que lleva el apellido de su descubridor.
El geólogo Alberto Garrido, que participó de expediciones en el lugar, llegó a la conclusión de que esta región era "boscosa y estaba repleta de lagunas".
El bajo de Santa Rosa, que tiene una extensión aproximada de 1.600 kilómetros cuadrados, no deja dudas de que "estaba llena de árboles porque encontramos muchos fósiles de pinos y palmeras del mismo período que los huevos. Este bajo que tiene la forma de una olla hacía que el agua de las lluvias se estancara y que todo fuera un sistema de lagunas conectadas entre sí".
Oportunamente un grupo de exploradores encontró lo que creen es "un nido completo con 15 huevos de dinosaurios fosilizados dentro de una roca y que serían de titanosaurios", asombrados por la gran cantidad de cáscaras dispersas por toda la región y de huevos a ras del piso.
Al respecto el paleontólogo Leonardo Salgado, tal vez el mayor conocedor del bajo de Santa Rosa, manifiesta que es muy probable que los dinosaurios sólo hayan utilizado esta región para desovar porque "si además éste hubiera sido su hábitat también habríamos encontrado una enorme cantidad de huesos fosilizados y eso, lamentablemente, no sucedió".
Recientemente la minera Cielo Azul, del Grosso Group Management, ha realizado prospecciones desde hace más de seis meses, tanto en el bajo de Santa Rosa como en el del Gualicho, en busca de uranio, vanadio y litio.
La gran pregunta es: ¿se puede compatibilizar la actividad minera en esos sitios considerados vulnerables con el recurso científico-cultural y cuyos hallazgos son de relevancia mundial?
Por otra parte, ¿la actividad minera se contrapone con la promoción de un turismo paleontológico y científico?
Sin lugar a dudas, a la luz de las leyes vigentes nuestras autoridades son las que tendrán la última palabra y deberán mirar con suma atención el desarrollo de esta problemática.
Jorge Castañeda
LE 8.569.045
Valcheta