SAN ANTONIO OESTE (ASA).- El largo periplo de la jovencita comenzó cuándo tenía tan sólo 13 años, y su madre (que sólo se maneja en lengua quechua) autorizó su salida de Bolivia para enviarla directamente a Carmen de Patagones, dejándola a cargo de una pareja de compatriotas que estaban radicados desde hacía tiempo en esa localidad dedicados a realizar tareas agrícolas.
Según el relato de fuentes vinculadas a la investigación, por el lapso de dos años la chica fue sometida a un estricto régimen laboral, sin tener la posibilidad de tomar contacto alguno con su familia.
Debido a esto, la adolescente decidió escapar de esa insostenible rutina de trabajo, huyendo hacia San Antonio, donde una familiar directa de este matrimonio (que según trascendió le inspiraba mayor confianza) posee una verdulería, pensando que allí el panorama sería diferente.
Sin embargo, las condiciones laborales con las que se encontró al arribar a esta localidad y comenzar a trabajar en el comercio mencionado, fueron tan extenuantes y tortuosas como las anteriores.
Afortunadamente, la escasa distancia que separa el comercio en el que trabajaba con la iglesia local fue una ventaja para la pequeña, que en agosto de este año, unos meses después de su llegada, tomó valor y se dirigió a la parroquia para entrevistarse con el sacerdote y solicitarle su ayuda.
A partir de allí y a instancias del cura párroco, los integrantes de la pastoral social, referentes de promoción familiar y las autoridades del consulado comenzaron a movilizarse para elevar el tema a la justicia y lograr que la pequeña saliera de ese circuito.