| Parecería que para el número dos de la CGT, el metalúrgico Juan Belén, y otros "gordos" como el cacique de Luz y Fuerza, Oscar Lescano, la amenaza más grave que enfrenta la clase trabajadora argentina es la planteada por "la zurda loca" representada por la CTA. Tendrían razón si existiera el peligro de que la CTA se encargara de manejar la economía nacional, pero lo que preocupa a la oligarquía vitalicia que domina la CGT no es el riesgo bien remoto de que la Argentina se vea transformada en una república socialista sensiblera, sino la posibilidad de que el gobierno actual o el siguiente opte por democratizar el sistema sindical. Desde que Juan Domingo Perón hizo de los sindicatos una rama de su movimiento, otorgando personería jurídica a los leales y negándola a los demás, los jefes de la CGT disfrutan de un monopolio muy lucrativo que están dispuestos a defender por todos los medios disponibles. Hace algunos días, Belén advirtió "a todos los poderes, a todos", que "no jodan" ya que "este modelo le dio resultado al país". ¿En verdad? Puede que desde el punto de vista de personajes como Belén "el resultado" de más de medio siglo de hegemonía cegetista haya sido maravillosamente bueno, pero para el país en su conjunto ha sido catastrófico. En términos relativos, en 1946 los trabajadores argentinos estaban entre los mejor remunerados del mundo entero; en la actualidad, sus salarios son llamativamente más magros que los percibidos por sus equivalentes en América del Norte, Europa occidental y el Japón. Tal y como están las cosas, no tardarán en ser "competitivos" con los de países tradicionalmente paupérrimos como China y la India. La rama sindical del movimiento peronista no es el único responsable del desastre trágico así supuesto, pero no cabe duda de que su aporte ha sido muy grande. Ha sido, y todavía es, una fuerza sumamente reaccionaria que, con la ayuda de distintas organizaciones empresariales, políticos populistas y amplios sectores intelectuales, se ha dedicado a hacer fracasar todos los intentos de modernizar el sistema económico del país. Aunque "el modelo sindical" existente ha logrado algunos beneficios para los afiliados de gremios poderosos -los camioneros tienen motivos de sobra para agradecerle a Hugo Moyano-, lo han hecho a costillas de millones de obreros no afiliados que, en muchísimos casos, se han visto excluidos por completo de la economía formal. Asimismo, el modelo reivindicado con tanta vehemencia por los jefes de la CGT es intrínsecamente corrupto y clientelista, razón por la que sus dirigentes merecen un nivel de aprobación social que es equiparable con el del crimen organizado. Y para más señas, por constituir una rama orgánica del Partido Justicialista y por estar dispuesta a emplear métodos violentos contra otras agrupaciones, empezando, claro está, con las de "la zurda", plantea una amenaza permanente a la normalidad democrática. Cuando los peronistas aluden a "la gobernabilidad", lo que muchos tienen en mente es la falta de capacidad de gobiernos de otro signo para sobrevivir a las inevitables ofensivas sindicales, ya que la CGT está acostumbrada a debilitarlos con paros generales sucesivos hasta que terminan tirando la toalla. Por cierto, no es una casualidad que desde hace sesenta años ningún gobierno civil no peronista haya conseguido completar el período previsto por la Constitución nacional. En un esfuerzo por justificar su monopolio, los partidarios del sindicalismo peronista insisten a menudo en que, si no fuera por su propia firmeza, sindicatos clave podrían caer en manos de ideólogos izquierdistas más interesados en sus truculentas fantasías revolucionarias que en el bienestar de los integrantes de la maltrecha clase obrera, lo que a su juicio sería terrible. A juzgar por la experiencia de otros países, empero, la consecuencia más probable del reemplazo del modelo sindical de origen fascista al que el país se ha habituado por otro menos autoritario en que se respete la voluntad de los obreros mismos sería la conformación de un sistema pluralista, con algunos sindicatos izquierdistas, otros centristas o apolíticos, y muchos que se limiten a representar a los empleados de una sola empresa, además, por supuesto, de aquellos de la derecha peronista que consigan el apoyo de los afiliados. | |