Es difícil ser futbolista profesional y al mismo tiempo una persona sensible? Robert Enke, arquero de la selección alemana, dijo el año pasado que no, que él no se consideraba especialmente sensible. La semana pasada Enke se suicidó, sumido en una profunda depresión.
El portero del Hannover ocultó durante seis años sus miedos detrás de una aparente fortaleza física y mental. No lo sabían sus compañeros del Hannover ni de la selección ni los dirigentes deportivos.
El caso de Enke destapó un tabú en el fútbol, un deporte de alto rendimiento en el que parece no haber lugar para problemas psíquicos. Un juego cargado de importancia social y un tremendo negocio en el que la depresión, una enfermedad que suele atacar a personalidades sensibles, es vista como debilidad o falta de carácter.
"El deporte profesional sueña con el atleta infalible, como Aquiles. Pero se olvida de que Aquiles tenía un lugar en el cuerpo en el que era vulnerable. Hoy ya no son las flechas las que atraviesan a un profesional: el veneno viene por otra parte", razona el sociólogo deportivo Gunter Gebauer.
"Nadie va a estigmatizar a un deportista por tener gripe A, pero si tiene una enfermedad psíquica se dice que no es lo suficientemente duro", constata Florian Holsboer, director del renombrado Instituto Max Planck de Psiquiatría.
"Se pone a jóvenes sin gran experiencia de vida en el candelero y se los llena de dinero. Para abrirse camino hay que tener una naturaleza robusta y quizás los más sensibles, los artistas, no encuentren la forma de conectarse con el fútbol profesional. Me temo que los artistas sensibles serán cada vez menos en el fútbol", pronostica el experto.
"Las enfermedades psíquicas no pueden seguir siendo un tabú en el deporte de alto rendimiento. Si alguien se lesiona los ligamentos y se le da de baja, con el mismo criterio debe poder estar de baja cuando no se sienta mentalmente bien.
El fútbol tiene que aprender que las lesiones en el ámbito psíquico pueden darse al igual que las de rodilla", urge. Pero además de sensibilizar a los directivos y jugadores, también habrá que concienciar a la opinión pública, advierten expertos.
"Si Enke hubiera hablado en público de su enfermedad, me temo que no solamente hubiera sido utilizado por sus rivales, sino de forma brutal e impiadosa por los hinchas que ahora salen a la calle a llorar su muerte", señala el sociólogo deportivo Günter Pilz.
El presidente de la Federación Alemana de Fútbol, Theo Zwanziger, recordó que no sólo la depresión, sino también la homosexualidad es un hecho que se oculta en el deporte. "La misma presión sufren, por ejemplo, los jugadores homosexuales", destacó.
El caso de Enke no es un caso aislado. Otros deportistas talentosos y sensibles han sufrido depresiones y pocos han tenido el valor de reconocerlo. Lo hizo Sebastian Deisler, que a los 23 años era la gran promesa del fútbol alemán y de su selección.
Demasiada presión. "No tuve tiempo de crecer, nunca tuve tiempo de ser adulto ni el tiempo de cometer errores.
En el fútbol cuentan mucho el estatus, el título, el ego, el poder. En este mundo sólo se es alguien si no se muestran debilidades".
Su club de entonces, el Bayern Munich, lo apoyó de manera ejemplar. El mánager, Uli Hoeness, y el entonces entrenador Ottmar Hitzfeld le buscaron una clínica y lo apoyaron durante el tratamiento.
Deisler volvió al Bayern, pero no consiguió readaptarse. "Nunca más fui parte de esa unidad, estaba muy lejos del equipo".
Algunos compañeros e hinchas reaccionaron con menor compasión que la despertada por la muerte de Enke. En los vestuarios y a sus espaldas lo llamaban burlonamente "die Deislerin" ("La Deislera").
Deisler abandonó finalmente el fútbol cuatro años después del primer diagnóstico, a los 27 años. No perdió la vida como Enke, pero sí el trabajo y la familia. Vive separado de su mujer y su hijo, lejos de los vestuarios.
MARÍA LAURA ARÁOZ
DPA