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sin violencia Ailín y el arte de domar caballos | ||
Una joven barilochense impulsa la práctica de la "doma racional" en los corrales, dejando de lado los tradicionales métodos violentos para amansar a estos nobles animales. | ||
Arisco, brioso, bravo? Cualquier animal en estado salvaje puede ser una fiera. Una fiera que se defiende y que lucha, porque también -como cualquiera de nosotros- teme a lo que no conoce. A lo que lo acecha. Y si para amansarlo se usa la violencia, nada bueno puede salir de ello. ¿No? Ailín es una de las grandes defensoras de esta idea que, desde hace tiempo y por suerte, muchos comienzan a cultivar en sus campos, y permitiría -si se piensa en grande- dejar atrás años y años de una técnica tradicional temeraria para domar caballos. Porque ella los mira, les habla, los hace correr... les inspira confianza y todo aquello que otros pueden lograr, sólo a través de los golpes, las ataduras y a "rebencazo puro", lo logra en forma "racional". Y no se trata de magia ni de una rara virtud de esta jovencísima barilochense. Es sólo una técnica diferente, combinada con un poco de empeño, mucha comprensión, tiempo de dedicación y un gran placer por hacerlo. Ailín Wegrzyn tiene 26 años, ama a los caballos -al menos desde que lo recuerda- y es cultora de esta nueva "corriente". Y no sólo se encarga de practicarla día a día sino que además lucha para que se conozca cada vez más y llegue a los corrales de todos los rincones. Sus caballos... agradecidos. ¿En qué consiste? En una práctica que gana terreno entre los amantes de estos nobles animales. Es uno entre los diferentes métodos de "doma/amanse" sin violencia. Lo que algunos llaman "doma racional" o "doma natural". La escena central: un corral redondo en el campo. El caballo entra allí, salvaje, arisco, y se marcha sólo cuando "se entrega", cuenta Ailín. Trabaja con ellos, allí, de sol a sol. Los mira, les habla, paciente, los deja correr libres, "expresarse" dentro de ese círculo que parece infinito. Primero les muestra la montura, después las riendas, les da tiempo para que se familiaricen, explica la chica, con entusiasmo. "Le ponés el bozal, lo vas acostumbrando, y lo dejás. Lo cinchás y lo dejás...". Es la primera parte de la "doma desde abajo", explica. Parece sencillo al contarlo, pero pueden pasar horas y horas, y también días, hasta que el animal se amansa. Ella, paciente, les da todo el tiempo del mundo. "No hay que apurarlos porque es peor", aconseja. Recién después llega la "doma desde arriba". Cuando el caballo ya deja, casi sin rezongar, que lo monten. "Una vez que está así, mansito, podés hacer lo que quieras con él", ríe. Ella hasta los hace "nadar" en los lagos para "que hagan ejercicio". Se sube, se sienta, se para sobre la montura... ellos, ni un re- lincho. "Es una sensación inexplicable, establecer un contacto con el caballo, crear confianza. Comprender su lenguaje y poder comunicarnos. Hasta un nene puede ´desbravar´ a un animal arisco", cuenta esta chica, que se crió en Bariloche y estudió allí hasta que "por fin decidí orientarme más hacia mi gran pasión: los caballos", cuenta. Mori, una yegüita joven, fue su primer práctica "en esto de la doma natural". "No me fue difícil hacerlo sin violencia porque siempre estuve en desacuerdo con el maltrato de los animales; con el mismo fin amansé muchos otros que hoy en día sigo teniendo para usos del campo, cabalgatas; y otros que ya he vendido o regalado a algún amigo". Recorrió corrales diversos de la geografía argentina y de todos aprendió algo. "Estuve en el norte del país, y allá al hablar de esto y encima siendo una mujer, no te toman en serio. Porque tradicionalmente, a los caballos los ´palenquean´, los golpean y los doman a la fuerza", cuenta Ailin. "Al principio yo también lo hice, pero era muy violento". Lo dice con preocupación, con un dolor real. Y no duda, entonces, cuando afirma que hay que promover este método de amanse "para no crear vicios mezclando lo hermoso de nuestro tradicionalismo gauchesco con prácticas que hieran a un animal tan noble, compañero, útil y formidable como son los caballos", dice la joven, quien trabaja siempre acompañada de su pareja, su perro y los silleros? "Hacemos un gran grupo", destaca. "Ya sé que suena una ´quijotada´ tratar de cambiar la visión tan arraigada de mucha gente que cuando uno le habla de este tipo de amanse se ríe y piensan que así no se logra ´domar´ un animal, ´y hay que hacerlo a lo Martín Fierro´. Obvio que al ser una mujer en un ámbito más bien ´para hombres´, como se suele decir, se acrecienta la dificultad para el cambio. ¡Imagináte los ambientes más tradicionalistas norteños! Igualmente hoy en día ya hay muchos que ´mechan´ las diferentes corrientes, sin dejar nunca totalmente de lado lo tradicional. Pero digamos que algo es algo". No es una cuestión de ciencia | ||
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