La presidenta Cristina Fernández de Kirchner hizo un flaco favor a quienes combaten el racismo cuando, en el transcurso de una de sus diatribas contra la prensa no oficialista, afirmó que los medios muestran "obscenamente" por televisión "a los pobres y a los negros cuando están solitos, desvalidos y llorando". Si muchos parecen creer que calificar a los pobres de "negros" tiene connotaciones cariñosas, brinda a personajes como Luis D´Elía un pretexto para declarar una especie de guerra racial contra "los blancos del Barrio Norte", aunque saben tan bien como el que más que tanto aquí como en el resto del mundo hay pobres, y ricos, de todas las etnias concebibles. Sea como fuere, de hablar del mismo modo un dirigente político en algunos países europeos, correría el riesgo de tener que rendir cuentas ante la Justicia por violar leyes contra la discriminación. Cristina también parece creer que cuando "esos pobres y negros" se organizan, generan "trabajo y dignidad", lo que fue su forma de decir que los piqueteros están contribuyendo a superar la pobreza. ¿Es verdad? Lo sería si los jefes piqueteros emplearan su talento evidente como organizadores para crear instituciones educativas, como hicieron los "líderes populares" de hace un siglo con resultados sumamente positivos, pero con escasas excepciones están mucho más interesados en conseguir dinero del Estado. Puede que desde el punto de vista de los líderes piqueteros más exitosos la militancia vigorosa sea una actividad muy rentable y que participar de sus manifestaciones constituya "un trabajo", pero lejos de ayudar a mejorar las perspectivas ante los pobres, las hace aún más sombrías al asustar a los inversores en potencia.
El discurso de los piqueteros y sus simpatizantes contribuye a consolidar la ilusión de que la pobreza masiva y estructural sea en el fondo un problema político que podría solucionarse mediante protestas callejeras. Puesto que Cristina y su marido quieren congraciarse con los piqueteros por motivos que no tienen nada que ver con su hipotética voluntad de revertir un proceso social negativo que ha cobrado mucha fuerza en las décadas últimas, han optado por reivindicar la noción que, las apariencias no obstante, merced a los cortes de ruta ya rutinarios y las amenazas de todo tipo la mitad de la población que es pobre o al borde de serlo tendrá un futuro menos lóbrego. Podría argüirse que por lo menos los piqueteros han ayudado a hacer más visible las dimensiones que ha alcanzado "la cuestión social" en nuestro país, pero se trata de un síntoma del mal así calificado, no de un remedio posible.
Al aludir a los preocupados por las características amenazadoras del movimiento piquetero, Cristina aseveró que "lo paradojal de todo esto es que las políticas que generaron esos pobres? son las políticas que ellos mismos levantaron desde los medios de comunicación". Tal comentario se basa en el presupuesto de que los medios conforman un bloque monolítico y que la depauperación de una proporción muy elevada de los habitantes del país ha sido un fenómeno reciente, atribuible al "neoliberalismo" que de tomarse en serio las palabras de los Kirchner imperaba en el país antes de su llegada al poder, pero sucede que los medios siempre han sido pluralistas y, para más señas, la mayoría de quienes opinan a través de ellos siempre ha sido más populista que "neoliberal" ya que, como alguien dijo, el peronismo no tardó en convertirse en "el sentido común de los argentinos". El núcleo duro de la pobreza está creciendo desde hace más de medio siglo, debido en buena medida a los errores garrafales de gobiernos encabezados por personas de ideas parecidas a las expresadas por la presidenta cuando cae en la tentación de asumir un papel pedagógico. En aquellas partes del mundo en que la pobreza sí se ha reducido mucho en el mismo período, los dirigentes han comprendido la importancia de la productividad económica, la que a su vez depende del aprovechamiento inteligente del capital humano disponible, es decir, de la educación, razón por la que impulsaron políticas que, a juicio de la mayoría de los integrantes de nuestra clase política -acaso la menos exitosa del mundo occidental- eran "liberales", cuando no "neoliberales", pero a esta altura sería inútil esperar que Cristina aprendiera algo de la experiencia ajena.