Alguien quiere seguir con esto?", rezaba un eslogan de campaña del siglo pasado, aludiendo al ostensible deterioro que mostraba la economía argentina cuando entraba de pleno en uno de los tantos y habituales ciclos recesivos, y enmarcado por el ya crónico tufillo a corrupción. Como un atavismo, los horrores parecen repetirse sin cesar en la Argentina, haciéndole pagar a la sociedad con un deterioro pronunciado de su nivel y calidad de vida.
Lo que parecía extraño y lejano en el tiempo, se va haciendo realidad en el país a partir de las barbaridades cometidas por una clase política ignorante y miserable. Como si estuviera orgullosa de su maléfica obra, la clase política se ufana de sus ¿"logros"? y va internando al país en un maléfico laberinto de corrupción y violencia por doquier. Hay que decirlo sin medias tintas, este clima, este ambiente donde el crimen se apodera de las calles ante la pasividad oficial, espanta las inversiones, sean nacionales o extranjeras. Pero hay un trasfondo económico que creó las condiciones para el actual ambiente: un manejo discrecional del presupuesto, un marco institucional de emergencia, incumplimientos legales, confiscaciones, expropiaciones y todos los etcéteras que se les ocurra, conformaron el modelo regente. El régimen de excepcionalidad que impera en la Argentina desde comienzos de siglo fue el germen que dio a luz la pesadilla actual. Pero la clase política no tiene límites y dispara una y otra vez sobre la sociedad. El deterioro de las cuentas públicas no es más que la consecuencia de una política de despilfarro que puso en marcha el modelo K.
El denominado "viento de cola" -en sentido estricto, ingreso de dólares por buenos precios de exportación- dejó de soplar y amenaza con transformarse en viento en contra.
Los síntomas del freno en la actividad económica de hoy son cuantiosos: menor producción de granos, de maquinaria agrícola y metalmecánica, de fertilizantes, menor generación de gas y electricidad, menos exportaciones e importaciones, menor demanda de crédito, caída en las ventas, suspensiones y despidos, entre otros.
En la otra columna se anotan: más cortes en las cadenas de pagos, más gasto público improductivo, más subsidios innecesarios, más desempleo, más deserción escolar, más conflictividad social, más crimen -organizado y difuso-, más déficit fiscal y más endeudamiento.
Se está esforzando, pero lo va a lograr, la clase política está sentando las bases para una nueva crisis, a la que hay que ponerle sólo la fecha.
Mientras tanto, todos los circuitos de emergencia comenzaron a emitir señales de alerta, pero los comandos para neutralizar el siniestro no responden. Para colmo, hay confusión en la manera de atacar el foco de conflicto. Mientras el ministro Boudou trata de descongelar la relación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), desde la Casa Rosada se le ordena desactivar cualquier intento de negociación.
Boudou sabe perfectamente la situación deficitaria del sector público en su conjunto y conoce el perfil de vencimientos que tiene el país de aquí al 2011 y que rondan los 20.000 millones de dólares.
La premura de Boudou por alcanzar un acuerdo con el FMI y con los holdouts responde a esas variables. Boudou regresó de Estambul con un claro mensaje del staff del organismo: apurar un acuerdo financiero de largo plazo ahora que hay recursos a bajo costo porque, cuando aumenten las tasas, las exigencias serán mayores.
Este programa de asistencia tendría un doble beneficio. Por un lado, despejaría el horizonte de problemas en el balance de pagos. Por otro lado, permitiría negociar con el Club de París un pago financiado de la deuda que mantiene el país con ese nucleamiento.
De allí que no se entiende bien la negativa de la Casa Rosada para arribar a un acuerdo con el organismo de Washington.
Pero en la "mediocracia" argentina no hay lugar para el sentido común, la clase política puso proa en sentido contrario y agrava aun más las cosas. Las escasas ideas que brotan de esas mentes afiebradas son mayor gasto público y endeudamiento. La administración K apunta a incrementar los subsidios y abre la puerta a un jolgorio de endeudamiento. Las dos medidas son los emergentes del fracaso del modelo y un intento por no soportar los costos políticos de esa debacle. Los mayores subsidios apuntan a apaciguar la presión de los sectores de menores recursos derivada de la inflación generada por la emisión monetaria y el gasto público. Es decir, una falla de diseño y origen del modelo.
El jolgorio del endeudamiento al reformar la ley de Responsabilidad Fiscal viene a cubrir el despilfarro en las provincias y tiende a evitar que los tesoros provinciales tengan que re-emitir las cuasimonedas. Como puede observarse, gasto público, emisión de deuda y moneda espuria e inflación, los mismos factores que llevaron a la caída de la convertibilidad, del primavera, del austral y de todo lo que se tenga memoria.
MIGUEL ÁNGEL ROUCO (*)
DyN
(*) Analista económico