Viernes 23 de Octubre de 2009 Edicion impresa pag. 23 > Debates
ENTREVISTA A RODOLFO TERRAGNO: "Las democracias sólidas se fundan en el bipartidismo"
Desde su juventud en el desarrollismo se nutrió de una convicción que está "más intacta que nunca": pensar en políticas de largo plazo y estratégicas. Su Plan 10/16 busca aportar al crecimiento institucional y económico del país.

Por CARLOS TORRENGO

carlostorrengo@hotmail.com

 

-Usted insiste desde hace años en que la política argentina carece de disposición a pensar el país en términos estratégicos, o sea, la política como acto creativo mediante el debate de ideas sobre modelos y el futuro y no como mera lucha por espacios de poder. ¿Nota que hoy ese déficit puede ser reparado por la dirigencia política?

-Semanas atrás presenté el Plan 10/16, que es una convocatoria a la tarea colectiva de ponernos a pensar cómo poner a la Argentina a tono con sus inmensas posibilidades. No es una tarea de una fuerza política sino una tarea -insisto- de todos, tarea que debe partir de ponernos de acuerdo en aquello en que no debemos tener disenso, tarea que requiere establecer métodos e instrumentos para acordar políticas públicas que hagan al bienestar general del país, a su crecimiento... es decir, pensar en términos estratégicos, mirar el largo plazo.

-¿Hay espacio para esa visión de la política?

-Recorriendo el país en función de presentar el plan, hablando con los variados planos de la dirigencia política, empresaria, etcétera, encuentro un creciente interés en mudar los términos en que se viene pensando y haciendo política. La sociedad está preocupada por su presente y su futuro, y esto se expresa en la cotidianidad de mil maneras. La gente está harta de la política como expresión de eso que usted llama "lucha por espacios de poder"; yo la llamo "política lúdica". Tengo la impresión de que la política toma nota de este estado de ánimo y reacciona a favor de mejorar su calidad. La crisis del campo, por caso, jerarquizó significativamente el debate en el Senado. Soy optimista en cuanto a que la política argentina se encarrile a trabajar en términos estratégicos.

-Precisamente, el hecho de que en el Senado se haya frenado una iniciativa que tenía mucho de ser el resultado de un ejercicio excluyente del poder presidencial, ¿no le dice a usted que el sistema político argentino requiere de una mudanza hacia el parlamentarismo para acotar el presidencialismo?

-No me dice nada de eso. Los sistemas jurídicos no crean los comportamientos sociales sino al revés. Inglaterra tiene un sistema parlamentario que tuvo, por ejemplo, un equivalente al hiperpresidencialismo que fue Margaret Thatcher...

-Pero ¿a qué acredita las deformaciones en que ha devenido aquí el ejercicio del poder por parte del presidente? ¿No cree que es el mismo sistema el que promueve esas deformaciones?

-Yo lo acredito a razones que hacen a los comportamientos, que incluso signarían aquí el funcionamiento del sistema parlamentario. Los argentinos tenemos, en lo que a la política se refiere, tendencias a la confrontación y a la sospecha muy acentuadas, perfiles que sin duda se mantendrían aun bajo el sistema parlamentario.

-Pareciera que le importa poco la arquitectura jurídica del Estado o, en todo caso, que incide en la política.

-No, no es así. Lo que sí tengo claro es que en la Argentina la política de calidad, el funcionamiento eficiente del sistema político, debe pasar más por los acuerdos, por los consensos, en la praxis del debate que evite la confrontación estéril, en la praxis del pensar en términos estratégicos. No estoy diciendo que la arquitectura jurídica sume cero, no...

-Entonces, ¿cuál es la conclusión a la que llegó?

-Mire, yo tengo una experiencia que me marcó mucho: los pocos meses en que fui jefe de Gabinete del gobierno de la Alianza. Yo quise ejercer el cargo en relación con lo que jurídicamente lo habilita; es decir, según la Constitución nacional, el jefe de Gabinete tiene responsabilidades de mucho poder, incluso presidir reuniones de gabinete en ausencia del presidente de la Nación. Cuando quise ejercer todas las funciones para las cuales estaba legítimamente habilitado, me tuve que ir. Los medios decían que yo tenía "afán de protagonismo". No entendían que lo que yo quería era cumplir mi función. En definitiva, el jefe de Gabinete ha devenido en algo que no está contemplado para él en la Constitución: un segundo secretario general de la Presidencia.

-Pero ¿qué garantiza, si no es una reforma del sistema institucional que recorte el poder presidencial, que quien se siente en el futuro en el sillón de Rivadavia no se deslice hacia excesos de poder, personalismo, etcétera? Porque hoy hablamos del personalismo de Néstor Kirchner, pero incluso Raúl Alfonsín manejó el poder, mientras pudo, con fuertes dosis de personalismo.

-Le reitero: viví en la Inglaterra de sistema parlamentario y allí vi el ejercicio más pronunciado de personalismo que conozco en el marco de democracia: Thatcher. ¿Qué garantiza que nadie se maree en el sillón de Rivadavia? Eso no se lo puede garantizar ningún sistema institucional, no hay leyes capaces de garantizar eso. La demostración la tenemos al alcance de la mano: la reforma del 94 a la Constitución nacional no garantiza nada en esta materia. No atenuó el poder presidencial de Carlos Menem ni de Néstor Kirchner. La única forma de evitar el hiperpresidencialismo son los acuerdos políticos en un marco bipartidista, tarea en la que estoy empeñado. Hay que trabajar sobre las conductas de la política, acuerdos que rijan el comportamiento de quienes están en opción de gobernar... acuerdos que hagan a políticas de Estado forjadas en el debate y el consenso. Pero acuerdos, y así lo sostengo en mi Plan 10/16, que partan de admitir que la mayoría o las mayorías acepten que sus derechos no son absolutos y que la oposición acepte que no debe ser una fuerza disgregadora ni provocadora de tensión; es decir, compromiso colectivo de que incluso debe ser efectiva la división de poderes. A todo esto hay que sumar aspectos operativos en el campo económico.

-Usted ha escrito que el bipartidismo se justifica por razones funcionales?

-Razones que hacen a nuestro pasado, que se explican desde la experiencia histórica.

-¿Cuáles son esas razones?

-Cuando uno reflexiona sobre el desarrollo del sistema democrático en el mundo encuentra que los sistemas democráticos más sólidos pivotean en el bipartidismo. Para gobernar un país hace falta una fuerza grande, poderosa, con fuerte instalación demográfica, territorial; una fuerza con sólida legitimidad. Y frente suyo tiene que haber una fuerza política tan importante como para que le esté soplando en la nuca a la que gobierna, un soplar que le demuestre claramente que se la puede reemplazar en el poder.

-El bipartidismo es consecuencia del desarrollo histórico. ¿Usted considera que donde no se da como consecuencia de esa experiencia debe promoverse desde mecanismos constitucionales?

-De ninguna manera. Las constituciones no están para determinar qué cantidad de partidos debe tener un sistema político. No lo dice la Constitución de Estados Unidos, donde de tanto en tanto el bipartidismo norteamericano es retado, vamos a llamarlo así, por un Ross Perot (N. de la R.: un independiente que ha sido varias veces candidato a presidente por fuera de los partidos)? la Constitución no escrita de Gran Bretaña tampoco habla de bipartidismo, pero éste existe de hecho más allá del surgimiento de otra fuerza. Lo concreto es que la política británica se resuelve entre conservadores y laboristas, que por supuesto no son partidos sin vida interna, o sea, no hay ausencia de luchas en su frente interno, que expresan diferencias de criterio que se dirimen, como sucede en todos los bipartidismos, mediante la democracia interna.

-¿Usted coincide entonces con el ex presidente Eduardo Duhalde en que hay que revitalizar el bipartidismo teniendo como eje peronismo-radicalismo?

-Todavía son las dos grandes fuerzas, en términos demográficos y de instalación territorial, que tiene el país. Pero esto no implica que no surjan fuerzas que las desplacen. Admito que hay gente desencantada con ambos partidos y que esto puede implicar o de hecho puede estar implicando que pierdan respaldo. Creo además que ambos partidos -y así lo he escrito- aun admitiendo que pueden haber perdido adhesión, de hecho su existencia está probada en materia de retos. El radicalismo no se evaporó cuando no pudo dominar la hiperinflación del 89; el peronismo pagó con creces en las elecciones del 83 los términos en que pasó por el gobierno en el 73/76, pero tampoco desapareció. Y una cuestión más sobre este tema: la existencia de un bipartidismo vigoroso no implica excluir otras fuerzas, sí evitar un sistema político sustentado por una constelación de fuerzas débiles.

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