Lunes 19 de Octubre de 2009 12 > Carta de Lectores
Ante una nueva oportunidad

La Feria del Libro que se celebra anualmente en Francfort es la más importante del mundo de su género no por la cantidad de visitantes a las muestras sino porque sirve de lugar de encuentro para quienes manejan la industria editorial. Se trata, pues, de una especie de "cumbre" de los vinculados con el negocio del libro en la que suelen formalizarse acuerdos que pueden determinar el éxito comercial, o el fracaso, de las empresas del sector y, desde luego, de los escritores que aspiran a lograr una reputación internacional. Aunque los funcionarios del gobierno kirchnerista tardaron en entender que no se trataba de una versión alemana de la popular feria porteña, de ahí la extravagante propuesta original de aprovecharla para impresionar a los asistentes con el glamour de cuatro supuestos "íconos de la argentinidad", Eva Perón, Carlos Gardel, Che Guevara y el infaltable Diego Maradona, lo que sin duda hubiera sorprendido a quienes no tienen interés en lo encarnado por tales personajes, parecería que se han dado cuenta de que convendría más concentrarse en los aportes de nuestros escritores, tanto los del pasado como los que siguen activos e incluso a algunos que militaron en las filas de sus adversarios ideológicos.

Asimismo, todos han podido hacer hincapié en el hecho de que, a pesar de los problemas económicos, aquí el libro disfruta de buena salud. En la reunión que fue convocada para ratificar que la Argentina será el país invitado de honor para el 2010, los funcionarios, empresarios y escritores presentes pudieron señalar que, en este ámbito por lo menos, estamos pasando por un buen momento, con 300 editoriales viables y aproximadamente 20.000 títulos nuevos por año. Si bien la producción editorial argentina es muy inferior a la española, el mercado local del libro resulta mayor que el de México, país que cuenta con 110 millones de habitantes, y se prevé que continuará creciendo. Puede que por ahora parezca poco probable que Buenos Aires recupere la posición de liderazgo que ocupó en el mundo de las letras de lengua castellana antes del despertar de España y el inicio del proceso que llevó a su integración a lo que sería la Unión Europea, pero en Francfort tanto nuestros representantes como los de otros países coincidieron en que está en condiciones de volver a ser el polo más importante de América Latina. Puesto que las perspectivas frente a España se han ensombrecido últimamente, si por fin la Argentina consiguiera salir del pantano socioeconómico y político en que se dejó atrapar hace más de medio siglo, sería al menos factible que desplazara a la madre patria en el papel de centro intelectual del mundo hispanohablante.

Aunque merced a la irrupción de los libros electrónicos la industria editorial está en vísperas de cambios que muchos encontrarán traumáticos, no hay que perder de vista de que en el fondo lo que más importa es la producción intelectual, por decirlo de algún modo. Resulta lógico que los empresarios den prioridad a las cuestiones comerciales y que muchos escritores estén interesados en aprovechar la ocasión para firmar contratos acaso lucrativos, pero convendría que los funcionarios dejaran en casa sus propios prejuicios políticos e ideológicos.

En la reunión que acaba de celebrarse para formalizar el protagonismo argentino en la Feria del 2010, demasiados cayeron en la tentación, para ellos irresistible, de entretener a sus anfitriones ofreciéndoles su propia interpretación de la historia reciente del país en vez de subrayar la diversidad pluralista que, mal que les pese a los deseosos de marginar a quienes no comparten sus ideas, es característica de nuestra cultura y que ha contribuido a hacerla tan creativa. Así las cosas, es una suerte que los dos "íconos" literarios elegidos por el gobierno, Julio Cortázar y Jorge Luis Borges, representen a su modo corrientes radicalmente distintas y que el más célebre internacionalmente, Borges, no encaje del todo en el simplificado relato oficial. Por fortuna, a pesar de las apariencias, la Argentina nunca ha sido un país que se haya sometido con facilidad al "pensamiento único" hegemónico de turno y por lo tanto no existen motivos para suponer que las preferencias de quienes se han encargado de representarla en Francfort sean aceptadas mansamente por quienes los sucedan.

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