El fascismo es una ideología, una práctica política, un insulto, un episodio histórico, un peligro latente y muchas cosas más. Según algunos, es la versión más brutal de la explotación capitalista -otros incluyen la explotación "socialista"-. Vale la pena hacer un somero análisis de sus componentes, en parte para impedir que sea usado como insulto que evita todo análisis. Un ejemplo: la última dictadura militar argentina no fue fascista, porque le faltó uno de los ingredientes que juzgo esenciales: el populismo, un movimiento popular que fortaleciese la tendencia centralizadora y el culto a la personalidad del líder carismático: fue lo que intentó formar Massera, pero no tuvo éxito. Otro ejemplo: en las profundidades populares estadounidenses anidan tendencias fascistas que afloran de tanto en tanto, aunque no asuman las características de un movimiento popular masivo ni aspiren a derrocar la democracia representativa, pero influyen sobre ella.
El primer uso del término no fue peyorativo. Mussolini y su Partido Fascista tomaron el poder en Italia en 1922; el término provenía del "fascio", un haz de varillas con un hacha en el centro fueron el emblema cuyo origen databa de la República Romana, la época de mayor poder y gloria de Italia que el Duce quería emular. Ser fascista era un orgullo.
El fascismo como fenómeno histórico se fijó entre las dos guerras mundiales. Miedo a la expansión de la revolución bolchevique por un lado y una situación económica desastrosa llevaron a la vez a los grandes capitalistas y a la baja clase media a apoyar movimientos extremistas -a veces sinceramente y otras, con la secreta esperanza de deshacerse de ellos más tarde-. Así ocurrió en Alemania, el caso más paradigmático y extremo. El nazismo se llamaba "nacionalsocialismo", el partido nazi mantuvo su nombre hasta el final: Partido Nacionalsocialista Obrero alemán. La rama "socialista" estaba representada por un ejército del partido que llegó a tener entre dos y tres millones de miembros: las SA, grupos armados y camorreros, que se peleaban con los comunistas y maltrataban a los judíos, pero fueron liquidados no bien Hitler accedió al poder. Desde entonces reinaron los SS, la aristocracia del régimen y los criminales más refinados. Eran más prolijos: sólo ellos pudieron inventar la "solución final del problema judío" matándolos a todos. Ellos eran tecnólogos, no patoteros.
No sólo Alemania e Italia. Hungría, Polonia y Rumania, España bajo Franco, Portugal bajo Salazar; Hitler fue vitoreado cuando la anexión de Austria... Dentro de las variantes motivadas en las idiosincrasias nacionales y sus historias, todos esos regímenes de la década del 30 caían bajo las mismas definiciones: autoritarismo extremo, intolerancia, un enemigo claramente señalado -a veces dos, pues Hitler odiaba al Occidente plutocrático y liberal y a los masones casi tanto como al comunismo-. Aunque no tanto como a los judíos, que para su mente paranoica eran el mal por antonomasia. Los judíos son más inteligentes que los sencillos y puros campesinos alemanes -así rezaba la teoría- y por ellos los dominarán si no se los eliminaba.
Muchos movimientos fascistas fueron antisemitas, pero ésa no es una de sus características definitorias; sin embargo, los judíos, además de los enemigos externos, representaban muy bien la figura de lo diferente -que todo fascismo necesita como enemigo e imagen en el espejo que invierte las imágenes-.
Todos estos regímenes tenían una serie de rasgos en común: un líder fuerte que era endiosado forzosamente; el autoritarismo más extremo y una violencia brutal, terrorista y sádica; un populismo que necesitaba y obtuvo un apoyo popular basado en el miedo: el miedo al comunismo, a la mala situación económica, al mismo movimiento que, ante la menor sospecha, destruía a sus enemigos aun en sus propias filas, no admitía a los neutrales y fomentaba la denuncia, aun contra los propios padres; al otro, personificado sobre todo en los judíos y curiosamente no en los judíos de las caricaturas de nariz aguileña, sino en los que descollaban en la propia cultura, como Einstein, Freud o Rathenau (1). La negación de lo diferente implicaba un nacionalismo exacerbado, que no impidió el colaboracionismo en países ocupados como Francia, Croacia y los bálticos y la alianza de regímenes afines, como el mismo eje Italia-Alemania-Japón.
Todos los fascismos tenían muchos rasgos en común, pero el nazismo se destacó entre todos por varios aspectos: la prolijidad germana que hizo que el extremismo totalitario fuese más impenetrable que en los demás casos; sus raíces en el romanticismo alemán del siglo XIX también eran singulares. Ese romanticismo llevó a personajes como el gran filósofo Heidegger a creer en que el nazismo representaba una especie de "tercera posición" bucólica entre el materialismo capitalista de Occidente y el comunismo colectivista soviético. La brutal naturaleza del nazismo mostró cuán equivocado estaba, aunque nunca se retractó de su afiliación al partido nazi.
Los grandes capitales siempre apoyaron al fascismo y aprovecharon su abundancia de víctimas concentradas en campos y hambreadas como trabajadores esclavos, hasta que caían muertos de inanición y agotamiento. El fascismo era antiliberal pero no anticapitalista. Para muchos pensadores de la izquierda, el fascismo era la última etapa de un capitalismo agonizante pero centralizado.
La relación de los fascismos con la religión fue variable. En general las iglesias apoyaron al fascismo por miedo al comunismo ateo y en algunos casos -la Argentina de esa época es un ejemplo claro- lo encabezaban, como en la Liga Patriótica. También en el franquismo, la Iglesia jugó un papel fundamental -como luego en el rescate de criminales de guerra-. Pero el fascismo procuró ser totalitario, es decir involucrar la totalidad de la vida de los ciudadanos en el sistema, de modo que fue en realidad un competidor de las iglesias.
Una pregunta central en nuestra propia historia es: ¿fue fascista el peronismo? Pongamos la pregunta al revés: ¿fueron peronistas los fascistas? La respuesta a la segunda pregunta es claramente positiva. Puesta al derecho, las cosas son menos claras, aunque la Argentina acogió a centenares de criminales de guerra, generalmente con la ayuda de la Cruz Roja y el Vaticano. Pero el movimiento como tal, si bien tuvo algunos rasgos similares al fascismo -como el culto a las personalidades de Perón y de Evita- era demasiado indisciplinado como para conformar un verdadero fascismo y, si bien reprimió al ala izquierda del movimiento obrero, las víctimas fueron pocas. Tuvo su explosión fascista mucho más tarde, cuando Perón echó a los Montoneros -que eran el ala izquierda, como lo había sido la SA- aunque muchos "montos" provenían de la extrema derecha, como Tacuara, pero estaban más influenciados por el marxismo que las SA; además, las circunstancias eran demasiado diferentes. Lo que quedó: el Comando de Organización, la "jota perra", López Rega, la triple A, eso sí era fascismo, pero no tuvo ocasión ni tiempo de apoderarse del movimiento de masas ni de actuar por su cuenta, de modo que se limitó a empezar el trabajo sucio del terrorismo antes de que se hiciera cargo el Estado. Pero allí no había "masas". El terrorismo de Estado carecía totalmente del apoyo popular, sólo gobernó por el miedo y el "no te metás" tan caro a los argentinos.
Otra pregunta central es la del criptofascismo que se esconde en la cultura estadounidense. Tuvo su expresión más clara en el macartismo paranoide anticomunista de los años 50 y su política de delaciones sistemáticas de todos los que "pensaban feo"; y ahora, los atentados terroristas del 11/9/01 lo hicieron resurgir en la forma de la islamofobia y el Patriot Act, la ley de Bush que limita los derechos civiles en nombre de la seguridad y la lucha contra un terrorismo mal definido que ocupa el lugar del comunismo de otrora. Pero este criptofascismo tuvo y tiene otras expresiones: el KKK, el racismo en general, el fundamentalismo protestante que se empeña en posturas reaccionarias y que no vacila en asesinar a sus oponentes; la manía histórica por las armas de fuego. Todos éstos son rasgos fascistas.
Siempre se asocia el fascismo con la extrema derecha. ¿Puede haber un fascismo de izquierda? Probablemente no tenga el apoyo del gran capital, pero puede usar los métodos autoritarios del fascismo, como cuando entre nosotros impidió por la fuerza actos universitarios. La degeneración estalinista del marxismo tenía muchos rasgos del fascismo, incluso el culto a la persona de Stalin y la represión sangrienta de toda oposición, que empezó con la liquidación de toda la plana mayor de Lenin en los 30.
La ignorancia, el miedo y la cobardía civil son los terrenos en los que el fascismo crece con mayor facilidad. Es el refugiarse bajo el ala de una figura paterna omnipotente a la cual somos capaces de rendir nuestra libertad de pensamiento primero y nuestras libertades cívicas, después. Debemos tener en claro que el miedo no se va si lo reemplazamos por el terror?
TOMÁS BUCH (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Químico y tecnólogo