| Aunque el país ya estaba acostumbrado al estilo pendenciero favorecido por el secretario de Comercio Guillermo Moreno, nada lo había preparado para lo que según se ha denunciado sucedió durante un encuentro reciente de los directivos de la empresa Papel Prensa en que el Estado posee el 27,46% de las acciones. De acuerdo con un representante del Estado en la empresa, Carlos Collasso, con el propósito de mantener en secreto lo discutido en el transcurso de la reunión, Moreno amenazó a los asistentes afirmando que "mis muchachos son expertos en partirle la columna y hacerle saltar los ojos al que hable". Es posible que sólo se haya tratado de un alarde típico de un personaje que por sus propios motivos quiere hacerse pasar por un mafioso temible, pero aun cuando lo fuera se trata de una forma de comportarse que no debería ser tolerada en ningún país civilizado, sobre todo en uno como el nuestro en que hace apenas una generación sujetos respaldados por un gobierno de facto se mostraban plenamente capaces de actuar como los "muchachos" que presuntamente acatan las órdenes brutales de Moreno. Puesto que el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner raramente desaprovecha cualquier oportunidad que surja para recordarnos su compromiso firme con el respeto por los derechos humanos, sería de suponer que, no bien Collasso declaró formalmente ante un escribano que Moreno sí había pronunciado tales palabras con la intención evidente de atemorizar a los directivos de Papel Prensa, lo separaría de su cargo, pero parecería que no le preocupa para nada que un funcionario clave se haya habituado a actuar como un integrante siniestro de un régimen militar. Por el contrario, hay motivos de sobra para creer que, desde el punto de vista del ciudadano privado pero así y todo mandamás nacional Néstor Kirchner, es muy bueno contar con la colaboración entusiasta de un individuo dispuesto a sembrar miedo entre los empresarios, aquellos funcionarios que podrían sentirse tentados a anteponer el deber a los intereses políticos de sus jefes y otros que en circunstancias determinadas podrían ocasionarle dificultades. Un gobierno civil que depende tanto como el kirchnerista de su capacidad para intimidar a quienes de otro modo lo criticarían tiene mucho en común con una dictadura militar. Aunque Moreno y sus secuaces no le partan la columna ni le hagan saltar los ojos a nadie, el que algunos tomen en serio sus amenazas rufianescas ha envenenado el debate político. Una razón por la que con escasas excepciones los empresarios no han hecho oír su voz consiste precisamente en el temor a represalias oficiales no físicas sino económicas. Lo mismo puede decirse de la actitud vacilante frente al kirchnerismo de muchos gobernadores provinciales, intendentes municipales y legisladores. Acaso no les alarma la posibilidad de ser víctimas de un asalto por un grupo de tareas morenista pero sí entienden que, a menos que brinden la impresión de apoyar con la convicción debida el rumbo errátil que ha emprendido el matrimonio santacruceño, éste se las arreglará para hacerles la vida imposible. A esta altura, no cabe duda alguna de que Moreno disfruta del apoyo irrestricto del ex presidente Néstor Kirchner y, es de suponer, de su esposa, la presidenta actual. No exageran, pues, quienes dicen que es "el otro yo" de quienes nos gobiernan y que a ellos les gusta la presencia a su lado de un individuo que se ha hecho célebre en el país por su lenguaje soez y por su proclividad a proferir amenazas más apropiadas para un gánster que para un funcionario. Puede entenderse, pues, que hasta los persuadidos de los méritos de la ley de medios impulsada por los Kirchner sospechen que lo que realmente quieren es poner fin a la libertad de expresión en la Argentina por suponer que la prensa en su conjunto -pero en especial los canales televisivos vinculados con el Grupo Clarín- ha sido responsable de la caída vertiginosa de su popularidad que los ha privado del grueso de su capital político. Si creen eso, se equivocan, ya que la causa principal de las desgracias de los Kirchner no ha sido la hostilidad de algunos medios sino la conciencia de que la cara auténtica del gobierno es la de Moreno, un sujeto que ha hecho mucho más que cualquier periodista para desprestigiarlos. | |