| Puede que Eduardo Duhalde no hablara en serio cuando dio a entender que pensaba en ser candidato presidencial en el 2011, pero el que un político tan cuestionado como él haya aludido a dicha posibilidad nos dice mucho sobre el estado en que se encuentra el movimiento peronista. A pesar de la virtual hegemonía que supuestamente conserva desde que el radicalismo se hundió con el gobierno del presidente Fernando de la Rúa, el peronismo no sólo está dividido, lo que no es ninguna novedad, sino que también carece de dirigentes claramente presidenciables. Acaso el senador Carlos Reutemann sea una excepción, pero con cierta frecuencia el santafesino deja saber que, si bien podría gustarle ser presidente de la república, no quiere darse el trabajo de organizar una campaña o de enfrentarse con rivales. Y aunque Francisco de Narváez derrotó a Néstor Kirchner en las elecciones legislativas bonaerenses, no es bien conocido fuera de su propio distrito y, de todos modos, por haber nacido en Colombia una candidatura eventual de su parte no prosperaría sin una oportuna modificación constitucional. Otro precandidato en potencia, el gobernador bonaerense Daniel Scioli, se ha visto tan perjudicado por sus vínculos con Kirchner que parece haber optado por esperar hasta el 2015, mientras que pocos están dispuestos a apostar al ex gobernador Felipe Solá. Los demás aspirantes, como el chubutense Mario Das Neves y, según algunos, el salteño Juan Manuel Urtubey, tampoco motivan mucho entusiasmo. Queda el ex presidente Néstor Kirchner, pero la popularidad que supo conseguir se ha evaporado tanto que le sería sumamente difícil reconquistar la gobernación de Santa Cruz. En efecto, tan deprimentes son las perspectivas frente al PJ que, lo mismo que la UCR, podría terminar poniendo su aparato al servicio de un extrapartidario como el jefe del gobierno porteño, Mauricio Macri, por suponerlo mejor que cualquier afiliado. Juan Domingo Perón dijo una vez que la razón por la que el movimiento que fundó había sobrevivido a sus muchos contratiempos no consistía en sus propios méritos sino en las deficiencias patentes de los regímenes que gobernaron el país en los años que siguieron a la llamada "Revolución Libertadora". Del mismo modo, podría decirse que la hipotética candidatura de Duhalde -o de Néstor Kirchner- sería una consecuencia de la esterilidad política de las nuevas generaciones de compañeros. Parecería que por motivos que podrían calificarse de estructurales, por ser un movimiento congénitamente verticalista, es decir caudillista, el peronismo no brinda a sus partidarios un medio ambiente que favorezca el desarrollo de las cualidades que tendría que tener un estadista auténtico. Asimismo, por tratarse del movimiento cuyas ideas, actitudes, prioridades y formas de actuar se han difundido tanto en una sociedad que desde los años cuarenta del siglo pasado se ve atrapada en un proceso de decadencia al parecer irrefrenable, un líder peronista capaz de revertirlo tendría forzosamente que oponerse a lo representado por su propio partido. En cierto modo, el ex presidente Carlos Menem intentó hacerlo, pero, tal como ocurrió con los Kirchner, el compromiso con su "modelo" particular dependió casi por completo de la evolución de la economía nacional: en cuanto comenzaron a multiplicarse las dificultades, la ciudadanía eligió repudiar las características menos atractivas de la versión menemista del peronismo como la frivolidad y la corrupción rampante. Con todo, el que durante años los caciques peronistas estuvieran dispuestos a encolumnarse tras una persona que según sus críticos encarnaba el "neoliberalismo", reivindicaba las "relaciones carnales" con Estados Unidos y se proclamaba resuelto a hacer de la Argentina un país del Primer Mundo hace pensar que, con tal que lograra una cantidad de votos suficiente, el movimiento aún podría sorprendernos apoyando a un candidato que resultare estar preparado para romper con una tradición política que, conforme a cualquier criterio objetivo, ha fracasado en todo cuanto ha emprendido salvo en lo relacionado con la búsqueda del poder, ámbito éste en que ha sido muy exitoso. Aunque Duhalde no sea la persona indicada para desempeñar tal papel, es por lo menos posible que surja alguien capaz de hacerlo en los dos años que nos separan de las elecciones del 2011. | |