Quien en la actualidad toma un auricular de un teléfono o se conecta a la Internet utiliza una tecnología revolucionaria: con la fibra óptica de vidrio se logró transmitir datos a altísima velocidad, lo que permitió el establecimiento de comunicaciones telefónicas claras entre por ejemplo parientes separados por miles de kilómetros y el envío alrededor del mundo de imágenes, textos y voz en una fracción de segundo.
Los cables de fibra de vidrio constituyen el eje central de nuestra sociedad de la información. Un segundo, pero no menos revolucionario invento óptico se encuentra en cada cámara digital: un chip sensible a la luz, el CCD (dispositivo de carga acoplada), que les permitió a los científicos de las más variadas disciplinas dar nuevas miradas a sus objetos de estudio.
Ambos logros fueron distinguidos ayer por la Real Academia Sueca de Ciencias en Estocolmo con el Premio Nobel de Física. Charles Kao, ciudadano británico y estadounidense nacido en 1933 en China, reconoció en los años 60 el potencial de la fibra de vidrio. En 1966, mientras trabajaba en los Laboratorios de la empresa Standard Telecommunication en la localidad británica de Harlow, calculó que la fibra de vidrio permitía una transmisión de datos a lo largo de 100 kilómetros, cuando el estándar de ese momento era de sólo 20 metros. Sólo cuatro años después se logró fabricar el primer cable de fibra óptica de vidrio libre de impurezas necesario para la transmisión a larga distancia.
En la actualidad se colocaron más de 1.000 millones de kilómetros de fibra óptica en todo el mundo, lo que, si se los uniera equivaldría a dar 25.000 vueltas al mundo. Las fibras ópticas de vidrio cargan con casi la totalidad del tránsito de comunicaciones telefónicas y de datos en el mundo, subrayó el Comité Nobel. También las conversaciones por teléfono móvil terminan en la red de fibras ópticas.
Kao, de 75 años, recibe la mitad del premio dotado con diez millones de coronas suecas (casi 1,44 millones de dólares).
Los sensores CCD, por cuyo desarrollo los investigadores estadounidenses Willard Boyle, de 85 años, y George Smith, de 79, se repartirán la otra mitad del dinero del Premio Nobel, también tienen una amplia aplicación.
Desde el telescopio espacial "Hubble" hasta los análisis de ADN, estos chips ayudan a los científicos a hacer visible lo hasta ahora invisible. Están incluidos en microscopios y aparatos de rayos X, en aparatos de fax y escáner, en cámaras de televisión y teléfonos móviles capaces de tomar fotografías.
En el ámbito de la medicina, los sensores CCD proveen imágenes del interior del cuerpo.
El chip fotográfico usa el efecto fotoeléctrico, por el cual Albert Einstein recibió en 1921 el Premio Nobel de Física: si la luz impacta en un cuerpo conductor o semiconductor, se pueden liberar partículas de carga negativa (electrones). En los fotosensores desarrollados por Boyle y Smith, los electrones se reúnen en celdas individuales y son leídos sucesivamente y transformados en puntos de imagen (pixel).
El "descubrimiento astuto y extremadamente refinado" de Boyle y Smith "derivó en una verdadera explosión de aplicaciones en los últimos diez años", dijo el profesor de electrónica Christer Svensson, miembro del jurado que otorga los Premios Nobel, en una entrevista. (DPA)