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Un techo para llevar esperanzas a la meseta | ||
Una ONG construyó este fin de semana cinco casas en la meseta neuquina. "Queremos ser un problema para el Estado. Que nos tengan que prestar atención", dicen los voluntarios. | ||
NEUQUÉN (AN).- De Bolivia a Buenos Aires, de allí al Parque Industrial de Neuquén y, nuevamente, hacia otro destino: la meseta, en medio de la nada y a merced de todo. Ese fue el viaje de una familia que dejó tierras hostiles para apostar a algo mejor, que enfrentó marginalidad y que no reniega de su realidad, con un padre que trabaja de lunes a sábado en una empresa metalúrgica y una madre que cuida a sus cuatro hijos. A ellos, y a otras familias con las mismas esperanzas -y los mismos golpes- llegó la ONG chilena Un techo para mi país, que este fin de semana construirá en Buenos Aires la casa número mil en la Argentina y que el domingo levantó las paredes de las primeras cinco en Neuquén. "El techo", como la llaman los voluntarios, nació a fines de los 90 en Chile y cientos de videos en YouTube cuentan su historia. Porque, si aún hay dudas, la falta de viviendas es un problema que va más allá de cualquier frontera y de allí el éxito de la propuesta. Son miles de jóvenes chilenos, pero también de Perú, México, Colombia y otros países de Latinoamérica los que se suman a diario para armar las casas; "viviendas secas", que no sólo dan un techo, sino también un piso seco. Lo más importante, un lugar donde comenzar. El lugar elegido, el barrio Unión de Mayo, en la meseta viven miles de personas, lejos de todo y no sólo en términos de distancia: pesan los nueve kilómetros de casas que hay en medio, pero más pesa vivir en un lugar en donde no hay servicios, donde a cada día se instala una nueva casilla de cartón, un nuevo taxi se niega a entrar o un colectivo deja de circular. Esa es la marginalidad que se vive en Unión de Mayo, como en tantas tomas del oeste capitalino que nadie denuncia porque todavía no tienen mucho valor. No hay dueños, pero Fidelia, que llegó con sus cuatro hijos desde Bolivia, tuvo que pagar por su terreno. Se lo vendieron, como parte del comercio interno de las tomas. La compensación que Fidelia no esperaba -"pensábamos tener uno o dos años difíciles, hasta poder tener nuestra casa", cuenta- llegó hace un par de meses, cuando los voluntarios del Techo -todos jóvenes de menos de 30 años- la visitaron por primera vez. Ella confió, aunque muchos no confían y rechazan "nuevas promesas" -"como las de los políticos", dicen- y el sábado cocinó para sus hijos y para los diez chicos neuquinos que hace pocas semanas se sumaron a la ONG. Todos comieron sobre el piso de su casa, precaria aún, pero casa que de otra forma no hubiera tenido. Son casi 30 metros cuadrados de madera, con techo de chapa, puerta y ventanas. "Queremos ver si podemos ampliar", dice la madre, con una sonrisa de oreja a oreja. El viento jugó una mala pasada y ayer, cuando se tenían que terminar las cinco primeras casas, se tuvo que suspender la colocación de los techos. Pero se terminarán en los próximos días. También se construirán más casas y se sumarán voluntarios, porque la esperanza, como la de Fidelia, contagia. | ||
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