| Con optimismo llamativo, los dirigentes de los países miembros del G20 se felicitaron en Pittsburgh por su firmeza frente a la crisis financiera que estalló el año pasado. En el documento final aseveraron: "Funcionó. Nuestra firme respuesta ayudó a detener ? el declive en la actividad económica y estabilizar los mercados financieros". Por lo demás, los asistentes dieron a entender que al hacerse cargo el G20 de la dirección de la economía mundial, se inauguraría una época signada por el crecimiento "equilibrado" que se vería asegurado por una "nueva arquitectura". Puesto que los líderes políticos que se reunieron brevemente en Pittsburgh tenían como prioridad la restauración de confianza, estaban obligados a procurar brindar la impresión de que todo está bajo control, pero el mensaje casi triunfalista que difundieron fue motivo de burla por parte de los muchos economistas que señalaron que, con la excepción de los paquetes de estímulo colosales que han sido lanzados por aquellos gobiernos que creen contar con recursos financieros adecuados, hasta ahora se ha hecho muy poco para reformar el sistema internacional. Aunque se ha hablado mucho de la necesidad de reducir drásticamente los premios multimillonarios que banqueros y financistas están acostumbrados a otorgarse, en los meses últimos en algunas instituciones se ha reanudado dicha práctica a pesar de las protestas de políticos preocupados por el impacto en la opinión pública. Bien que mal, prohibirlo podría tener consecuencias negativas, ya que los beneficiados dicen que, si no los dejan enriquecerse en Londres y Nueva York, se mudarán a lugares como Hong Kong o Dubai, llevando consigo un trozo importante de los ingresos del Reino Unido y Estados Unidos. Según los convencidos de que es muy prematuro suponer que el presunto reemplazo del G7 por el G20 haya servido para poner fin a las crisis cíclicas o, cuando menos, para atenuarlas, los desequilibrios existentes son tan grandes que será imposible alcanzar la estabilidad añorada. Entre los problemas que más les preocupan están los planteados por el estado precario del mercado hipotecario en Estados Unidos y varios países europeos, la falta de capitalización de demasiados bancos, sobre todo en Europa, y el riesgo de que resulte permanente la desocupación masiva en los países desarrollados. Asimismo, será necesario aumentar mucho el consumo en países exportadores ahorrativos como China, la India, Alemania y Japón porque durante cierto tiempo no podrán depender del despilfarro de los norteamericanos, británicos y otros que ya están tratando de reducir sus deudas y por lo tanto sus gastos. Y como si todo esto ya no fuera suficiente, por motivos demográficos está creciendo a un ritmo alarmante la "clase pasiva", la conformada no sólo por jubilados sino también por desocupados crónicos y otros que viven de subsidios, de los países ricos en comparación con "la activa". Hace poco más de un año, cuando el sistema financiero mundial experimentó lo que muchos calificaron de un "paro cardíaco", la sensación de que los líderes de todos los países estaban tan desconcertados como el que más contribuyó a crear un clima de incertidumbre que agravó mucho la situación. Si bien no hay por qué pensar que desde entonces los dirigentes políticos hayan aprendido mucho -al fin y al cabo, no hay ningún consenso entre los economistas más eminentes sobre lo que debería hacerse para combinar la estabilidad anhelada con el crecimiento vigoroso que antes de septiembre del año pasado se consideraba "normal"-, todos saben que les es esencial brindar la impresión de estar en condiciones de guiar el mundo hacia un futuro mejor, de ahí el comunicado optimista que los veinte firmaron el viernes pasado. No sabremos si la unidad que manifestaron en la cumbre de Pittsburgh "funcionó" hasta pronunciarse los mercados. En los meses últimos, las bolsas de todos los países importantes han recuperado buena parte del terreno que perdieron a causa del colapso financiero generalizado. Aun cuando su comportamiento en las semanas próximas no tenga nada que ver con las actividades de los miembros del G20, de producirse la "corrección" que prevén algunos, muchos la atribuirán al temor a que la intervención del conjunto así llamado sólo sirva para agravar los problemas de la economía internacional. | |