Es que son sólo bebés ¡y chiquitísimos!, que nacen antes, que pesan poco, muy poco y que luchan para salir adelante, sólo con el apoyo de sus papás y de los médicos y enfermeras que los cuidan hasta encariñarse tanto que les duele el soñado despegue. El esperado viaje a sus casas. Esto pasa acá, más allá y en muchas partes.Y también en el hospital de Roca. Un hospital donde, como en el resto de Río Negro, la crisis que lo rodea llega a ser agobiante. Falta de profesionales, de sueldos mejores, de un buen lugar de trabajo, falta de esto y de lo otro… Pero en el medio de tanta escasez, también sobran cosas. Voluntad, buena predisposición, trabajo y profesionalismo. En distintas áreas. Y entre ellas, hay una que sobresale: Neonatología. Un sector altamente capacitado y tecnologizado para atender a todos aquellos bebés –hasta que cumplen sus primeros 30 días- que llegan al mundo antes de tiempo, con problemas de peso, enfermedades, con un sinnúmero de problemas que ponen ciertamente en riesgo su vida, o -por suerte- están en buen estado. Todos los médicos de allí, la mayoría con largos años de labor, día a día se preparan para el desafío diario: sanar y salvar vidas. Aunque muchos de ellos no quieran admitirlo con esas palabras. Zaira, es una de las “jovencísimas” pacientes. Tiene apenas 14 días y conocer “sus gramos de más” constituye la noticia más importante del día. Es chiquitita, recién llega a los 780 gramos, y se pierde entre el gorrito de lana y los escarpines que las enfermeras y su mamá le ponen para abrigarla. Ella “está bien”, nos reconforta Julia Malabella, la enfermera de terapia intensiva de Neonatología que desde hace años cuida, junto a otras compañeras, cada rincón del lugar. La “casa” de Zaira desde que nació. A su lado duermen, plácidamente, otros bebitos. Ninguno de ellos llega, hasta ahora, al kilo de peso. Por eso los cuidan y vigilan, durante cada minuto, en el “corazón” de Neo: la terapia, como la llama Miguel Ángel Rolón, uno de los médicos más antiguos y reconocidos del servicio. Y ellos, los gurrumines, ni se enteran, al igual que los médicos y enfermeros que integran el sector, de los ruidos de tambores, carteles de protesta y asambleas que inundan el exterior del hospital. “No quiere decir que no estemos de acuerdo. Pero acá es imposible dejar de hacer lo que tenemos que hacer”, dice Julia, sin dejar de mirar, de reojo, la casi media docena de incubadoras de terapia, cada una bien equipada y llena de cables y monitores, donde viven los pequeños que salieron de la panza antes de tiempo. “Nunca” hicieron paro, retención, ni nada que se les parezca. Ellos siempre están “de guardia” porque todos necesitan cuidados y vigilancia permanente. “Tenemos falencias en el servicios, y sobre todo faltas en cuanto a recursos humanos, faltan más médicos y enfermeras, pero tenemos que destacar que los profesionales que estamos en el servicio y las enfermeras están altamente capacitadas, formadas. La mayoría estamos desde hace más de 15, 20 años y, más allá de las crisis, los bajos salarios, la dedicación y el compromiso con el servicio es lo primordial”; destaca Rolón, quien integra el plantel que comanda la doctora Alicia Pedrón (jefa del servicio), con Silvana Aguilar, Claudia Pepino y María del Carmen Uría. Y eso se nota. Tanto en la sala de terapia, como en el sector de cuidados intermedios, en la sala de madres, y en los consultorios, donde hacemos la entrevista y escuchamos, de fondo el vaivén de médicos y enfermeras, el llanto de los bebés y la llegada de mamás que cuidan a sus hijos. Rolón cuenta cómo funciona todo, describe con lujo de detalles el escenario en Neo, el “fenómeno” de las mamás adolescentes, los “papás ausentes” y los procedimientos. Los sofisticados equipos que tienen... y también todo eso se ve. No hacen falta muchas más palabras. Es un servicio de “excelencia”, resuena en los pasillos. Algo que no es poco, en un hospital público. Y es cierto, afuera el panorama es otro. Trabajadores que reclaman por mejores sueldos y por mejores condiciones de trabajo, para poder dar un servicio de mayor calidad. Y todo tiene sentido. Pero por suerte, al menos una parte de los que más los necesitan, ni se enteran |