Un grupo de 35 niños y jóvenes del barrio José María Guido de Viedma se reúne dos veces por semana para ensayar ritmos musicales del altiplano y compartir tres horas de contención afectiva y solidaria dentro del proyecto Sonoridad Andina.
Las reuniones se realizan en el Centro de Promoción Familiar 'La Casita de Nehuén' en el corazón del mismo barrio, uno de los más conflictivos de la capital rionegrina con más de 2.500 habitantes en monobloques.
"La música y los instrumentos de viento, cuerda y percusión son una buena excusa para juntarse, para generar un espíritu de grupo sobre la base de la amistad" sostuvo Ricardo Vinaya, uno de los coordinadores.
El proyecto se denomina 'Sonoridad Andina', por el tipo de música que ejecutan, y está en el tercer año de desarrollo como un programa conjunto de los ministerios de Familia y Salud del gobierno de Río Negro. Los participantes tienen entre 10 y 18 años, y son mayormente varones "porque a muchas niñas les da vergüenza ponerse a tocar un instrumento", afirmó Vinaya.
El coordinador explicó a Télam que "algunos de los chicos cuando se acercaron tenían 10 años y venían sólo por curiosidad, hoy estudian música y descubrieron en esta actividad todo un camino para la vida". _ "Hemos viajado a distintos puntos de Río Negro y también a Santa Rosa, La Pampa, logrando excelente repercusión del repertorio andino que se interpreta" añadió.
En reciprocidad a la visita, para mediados de octubre 'Sonoridad Andina' recibirá, en Viedma, a la Orquesta Sinfónica Juvenil de Santa Rosa, con la que tocarán tres temas en el Centro Municipal de Cultura de la capital rionegrina. _ Hace tres semanas el grupo se presentó en el 'Inti Raimy' (La Fiesta del Sol) de la colectividad boliviana en Viedma, y también ofreció un recital en la Legislatura de Río Negro.
"El aplauso y el afecto son recompensas enormes para ellos, se sienten valorados y respetados, dejaron de ser los pibes del barrio para convertirse en jóvenes distinguidos por su talento" agregó Ricardo. Vinaya, intérprete de instrumentos aerófonos y trabajador de la Salud, durante muchos años laboratorista en el hospital público viedmense, fue afectado al proyecto por la cartera sanitaria.
"Este también es un trabajo por y para la salud, porque con la música y la formación de un grupo de buena estructura social también se hace atención primaria", sostuvo.
Otro de los coordinadores es su hijo Martín, odontólogo y también músico, quien en diálogo con Télam afirmó que "no se trata sólo de tocar música, que de por sí lo hacen muy bien, sino de constituir un grupo de personas sanas, que crecen y comparten emociones".
Para comprar los sikus, zampoñas y quenas, con valores de entre 150 y 200 pesos, los chicos y sus padres recaudaron dinero con bonos contribución y sortearon platos de comida casera. _ "Tenemos algunos instrumentos que compró el programa con fondos del Estado y un 'toyo' (especie de siku gigante) lo regaló el músico y luthier Robinson Antilef, de Neuquén" destacó Martín.
Sandro y Roberto Martínez, ("que no son parientes" aclaran los mismos chicos) profesores de música y educación física, respectivamente, completan el elenco adulto.
Las voces de los jóvenes fueron coincidentes: "la música me permitió hacer amigos", "pude viajar y conocer otros lugares de la provincia gracias al grupo"; "en lugar de andar dado vueltas como un b... me gusta venir a tocar", son algunas de las expresiones escuchadas.
Nelson Fernández, director de "La Casita de Nehuén" que alberga a 'Sonoridad Andina' y otros proyectos, fue muy concreto cuando dijo que "estos chicos eligieron soplar (instrumentos) en lugar de aspirar". (Télam)