Los argentinos en general y los neuquinos en particular, en el último tiempo asistimos atónitos al avance de la sinrazón. La sinrazón gana terreno cuando la razón se lo permite y ese avance socava los cimientos de las instituciones de la República. Lo ilegal, por imperio del uso y la costumbre, se ha tornado legal.
La distorsión de las reglas de juego en el sistema democrático pone a los neuquinos en una difícil encrucijada. Esta situación se agrava por la aceleración de las demandas salariales y los conflictos vinculados básicamente con la falta de recursos por parte de un Estado provincial quebrado que -a regañadientes- se asume como tal pero que en el intento desesperado de "comprar" paz social sigue comprometiendo ingresos que no tiene.
En Neuquén la relación gobierno provincial-gremios estatales es de una perversidad tal que no deja de asombrar y en ocasiones hasta termina siendo de complicidad. Los sindicatos exigen -a veces con planteos y metodologías de escasa racionalidad- aun a sabiendas de la falta de recursos y el gobierno cede a pesar de no saber cómo va a cumplir esos compromisos. Dios proveerá, pareciera ser el razonamiento que aplica y que se encuentra fuera de toda lógica y responsabilidad de quien debe administrar los recursos que, en definitiva, son de todos. Para eso fue elegido por la mayoría de los ciudadanos.
Cortes de ruta y de calles que se multiplican, toma de terrenos, ocupaciones de tierras y quema de cubiertas son postales cotidianas a las que los neuquinos nos hemos acostumbrado casi con resignación.
El respeto por las minorías es un elemento fundamental en todo sistema democrático pero las minorías también deben respetar a las mayorías, no pueden recurrir a cualquier herramienta para imponer su voluntad, menos las que están divorciadas de la legalidad. Ninguna democracia funciona al ritmo de los bombos y de los cortes de ruta.
Días atrás, los jueces de la Cámara Criminal II decidieron absolver a un ex dirigente del Sindicato de Trabajadores Municipales a quien yo había denunciado por coacción agravada en el marco de la irracional huelga que un grupo de gremialistas llevó adelante en el 2005 -cuando cumplía mi segundo mandato como intendente- y que incluyó la toma violenta del Palacio Municipal durante 87 días.
Los camaristas consideraron que no se pudo probar la existencia de delito, haciendo una interpretación distinta de la de la fiscal de instrucción, de la del juez de instrucción que realizó la elevación a juicio e incluso de la del fiscal de Cámara, que había pedido una condena de 2 años y 4 meses en suspenso.
Como hombre respetuoso de las instituciones acato el fallo, pero no lo comparto y hasta me genera algunos interrogantes.
Por ejemplo, el sindicalista imputado en la causa -Luis Martínez- había pronunciado en una conferencia de prensa realizada durante el conflicto que tenían preparada "una estrategia para complicarle el futuro político a Quiroga". En forma paralela, los activistas se apoderaban de maquinaria municipal para evitar cumplir con los servicios; se amedrentaba a los empleados que no querían sumarse a la medida de fuerza; se empapelaba la ciudad con consignas agraviantes aun en el establecimiento educativo al que concurría una de mis hijas; se realizaban pintadas injuriosas y aberrantes en contra de mí y de mi familia y, como si fuera poco, se me agredió arrojándome agua con lavandina en una oportunidad en que me retiraba junto a mi esposa del Palacio Municipal.
Frente a estos hechos, uno de los jueces sostuvo que "no es verosímil que ningún político se atemorice por una bravata o una amenaza abstracta. Es más, puede que Martínez, como en un juego de naipes, no tuviera en realidad nada". En definitiva, pareciera ser que es privativo para un dirigente político que cumple un mandato para gobernar otorgado por la voluntad popular sentir temor por él y por sus familiares en situaciones como las descriptas.
Observando la realidad que desde hace tiempo se ha instalado en la provincia, todo parece indicar que en Neuquén tienen vía libre los grupos minoritarios que utilizan la prepotencia y la violencia como métodos para lograr adhesiones o generar convencimientos. La indefensión del ciudadano común es absoluta.
El accionar de estos sectores por lo general es potenciado por actores de la escena provincial que se autocalifican de "progresistas" y que -al igual que aquellos a los que dicen combatir- se nutren de los recursos del Estado. Su mayor anhelo pasa por disponer libremente del presupuesto provincial, como si fueran ellos los que tuvieran la legitimidad de las urnas para hacerlo.
Apelando a conceptos del presidente francés Nicolas Sarkozy cuando asumió su cargo, se trata de aquellos adherentes al pensamiento único "que es el pensamiento de quienes lo saben todo, de quienes se creen no sólo intelectualmente sino también moralmente por encima de los demás (?). Han incitado a cada cual a no pensar más que en sí mismo y a no sentirse concernido por los problemas del prójimo. Yo creo en la libertad individual pero quiero compensar el individualismo con el civismo, con una ciudadanía hecha de derechos pero también de deberes".
Abundan los que pregonan sólo los derechos pero escasean los que hablan de las obligaciones. A decir de Sarkozy, estos actores "habían impuesto la idea del que todo vale, de que no hay ninguna diferencia entre el bien y el mal, entre lo verdadero y lo falso, entre lo bello y lo feo. Habían querido hacernos creer que el alumno vale tanto como el maestro, que no hay que poner notas para no traumatizar a los malos alumnos, que no había diferencia de valor y de mérito. Habían querido hacernos creer que la víctima cuenta menos que el delincuente y que no puede existir ninguna jerarquía de valores. Habían proclamado que todo está permitido (?)".
Acuden livianamente a lo que Giovanni Sartori denominó el "bombardeo de los epítetos". Se creen con razón a no tener razón y el único argumento que utilizan es el de los bombos y la prepotencia.
Antes de que sea demasiado tarde, los neuquinos debemos repensar la provincia que queremos para los próximos años sobre la base de una certeza concreta: las reservas de gas y petróleo -hoy por hoy- tienen un horizonte corto. Nada volverá a ser lo que fue.
Pero, independientemente de ello, lo fundamental es que se recuperen el respeto y la consideración por las instituciones de la República. De lo contrario, se impondrá la ley del más fuerte. Allí los cultores del pensamiento único se sienten amos y señores y nuestra provincia llevará todas las de perder.
HORACIO QUIROGA (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Ex intendente de Neuquén. Diputado nacional electo