| La semana pasada se celebraron en Nueva York y Pittsburgh "cumbres" en que varias docenas de líderes nacionales intercambiaron opiniones sobre temas como los cambios climáticos, la proliferación nuclear y la crisis financiera. Aunque los encuentros así supuestos raramente producen cambios significantes, ya que con escasas excepciones quienes participan de ellos suelen estar más interesados en la reacción de sus propios compatriotas que en aquella de los demás dirigentes, esto no quiere decir que tales ocasiones carezcan de importancia, puesto que sirven para echar luz sobre la evolución de la política internacional. En la actualidad, la fuente principal de preocupación para algunos y esperanza para otros tiene que ver con la voluntad del presidente norteamericano Barack Obama de cambiar radicalmente el rol de la superpotencia que lidera para que cuente con la aprobación de la opinión pública mundial. En la reunión de la Asamblea General de las Naciones Unidas, Obama trató de adoptar una postura mucho más humilde que la atribuida a su antecesor, George W. Bush, sin por eso brindar una impresión de debilidad ante los desafíos planteados por Irán y Corea del Norte. Como es su costumbre, Obama llamó la atención sobre sus propios esfuerzos por dejar atrás las políticas tanto internas como externas de Bush -pasando por alto el hecho de que en la práctica sigan siendo virtualmente las mismas- pero, a juzgar por el tono triunfalista que caracterizó las arengas de enemigos declarados de Estados Unidos que lo sucedieron en el podio como el pintoresco líder libio Muammar Gaddafi, el igualmente extravagante venezolano Hugo Chávez y el siempre truculento Mahmoud Ahmadinejad de Irán, no logró convencerlos de que les convendría dejar de luchar contra "el imperio". Antes bien, se sienten alentados por la actitud conciliadora "del hombre más poderoso de la Tierra". Se ha difundido por el mundo la sensación de que Estados Unidos, agobiado por deudas y frustrado por las dificultades enfrentadas por sus fuerzas militares en Irak y Afganistán, está batiéndose en retirada, de ahí la sugerencia irónica de Chávez de que Obama se sume al "eje del mal" bolivariano. Aunque Obama acertaba al señalar que es inútil esperar que Estados Unidos "resuelva solo todos los problemas que enfrenta el mundo", tales palabras sirvieron para intensificar la impresión de que está abriéndose un vacío que otros intentarán llenar. En vista de que los candidatos principales a hacerlo son personajes como Gaddafi, Chávez y Ahmadinejad, el repliegue norteamericano que parece estar en marcha no necesariamente ayudará a hacer del mundo un lugar menos conflictivo. Mal que les pese a quienes preferirían que ningún país desempeñara un papel preponderante en una "comunidad internacional" comprometida con la paz, la igualdad y el respeto por la soberanía nacional, a menos que el más fuerte de turno esté dispuesto a hacer valer su poder el resultado más probable no sería una época signada por la tranquilidad constructiva en que todos colaboren para solucionar los problemas comunes sino un período de caos. Conforme a Obama, "ahora es el momento para que todos asumamos nuestra parte de responsabilidad" porque el mundo debería moverse en "una dirección nueva", pero si por las razones que fueren Estados Unidos, el que a pesar de sus muchos problemas sigue siendo la única superpotencia genuina, se niega a actuar como el país líder, ningún otro lo hará. En los meses próximos, Obama podría verse obligado a elegir entre el rumbo que corresponda a su retórica un tanto utopista y resignarse a ser presidente del país más poderoso de todos y que por lo tanto se ve constreñido a defender el orden internacional existente contra quienes lo amenazan. Si Irán se resiste a abandonar un programa nuclear que tiene implicancias militares evidentes y Estados Unidos no hace nada para frenarlo, Obama será recordado como el presidente norteamericano que, a fin de diferenciarse de Bush, potenció enormemente la revolución islámica en el Medio Oriente. También tendrá que afrontar desafíos de connotaciones igualmente peligrosas en Corea del Norte, Afganistán, Pakistán, Somalia y otras partes del mundo. Por desgracia, pedirle a la "comunidad internacional" encargarse de tales asuntos no es una opción seria. | |