| La Bienal de Arte de Moscú se presenta en su tercera edición y demuestra que no tiene miedo a la provocación y el escándalo. La muestra, que permanecerá abierta hasta el próximo 25 de octubre, reúne animales envueltos en abrigos de pieles, genitales al descubierto o fotos de cadáveres de mendigos no identificados con ropa de alta costura: Recurre al impacto en un país como Rusia, donde la noción de arte deja entrever todavía la herencia soviética. Cerca de ochenta artistas procedentes de veinticinco países participan en el centenar de exposiciones paralelas de la Bienal. Entre ellos el fotógrafo berlinés Wolfgang Tillmans, cuyo acercamiento a la homosexualidad sigue siendo provocativo en una sociedad marcada por la religión ruso-ortodoxa. "Contra la exclusión" es el título que escogió muy intencionadamente el comisario del evento, Jean-Hubert Martin. El etnólogo francés alude así a las presiones de las autoridades rusas sobre los artistas que abordan cuestiones políticas, a los intentos de censura y a los procesos emprendidos contra empresarios que defienden la libertad del arte. Pero Martin también rompe así una lanza contra la vanguardia rusa, muchas veces menospreciada, y le da un espacio protagonista en el edificio Art Garage de Moscú. Entre los trece rusos elegidos destaca Yuri Albert, creador conceptual, el escultor Valery Koshlyakov, la artista de performances Maria Abramovich y el polémico grupo siberiano Blue Noses. Un colectivo que ha sido apartado injustamente del codicioso y arbitrario mercado del arte, según el comisario Martin, quien siempre se ha sentido atraído por las tendencias modernas rusas y las ha reivindicado en exposiciones como las organizadas en el Centro Pompidou cuando él dirigía ese prestigioso museo parisino en los '70. Martin también alude con el título de la Bienal al egocentrismo de europeos occidentales y norteamericanos en lo que a arte se refiere. Hay espacio además para el arte llegado de África, Asia u Oceanía en la cita moscovita. Alfombras de Afganistán recuerdan en sus tejidos a los tanques, aviones y tropa soviéticas que invadieron ese país hace tres décadas. "Presentamos artistas procedentes de países que no están señalados en los atlas de arte contemporáneo", subraya Martin. Y aún así, también está representado el mundo del arte establecido en esta tercera Bienal, con instalaciones de video y otros trabajos. Tony Gragg, Anish Kapoor, el especialista lumínico alemán Heinz Mack o el joven artista de los medos Julius Popp aparecen incluidos en las muestras. Los impulsores del evento confían en hacer así su aportación a la democratización de Rusia. Lo cierto es que cada vez más jóvenes rusos se muestran dispuestos a enfrentarse a propuestas artísticas rompedoras, pero no hay que olvidar que en el pasado piezas similares fueron dañadas por cristianos ortodoxos o nacionalistas en señal de protesta. La presión ha llegado a ser tan fuerte que, por ejemplo, Andrei Yerofeyev debió renunciar a su puesto de comisario en la galería estatal Tretyakov y recibió incluso amenazas de muerte. Por eso Yerofeyev y otros expertos en arte elogian la valentía de Martin con esta Bienal organizada en una ciudad como Moscú, donde planta cara al "arte oficial" de Surab Zereteli o Ilya Glazunov. El proyecto de Martin ofrece muchas cosas inesperadas con lenguajes poco comunes, opina Yerofeyev, para quien éste es un nuevo intento de romper con la herencia soviética. Y para continuar rompiendo tabúes, recomienda exposiciones más allá del Art Garage, en salas como la Casa Central de los Artistas o Vinsavod, el barrio de las galerías alternativas. | |