| Estamos tan acostumbrados a que la tasa de inflación oficial sea una mera fracción de la registrada por entidades privadas, y por los consumidores, que las distorsiones mensuales ya no escandalizan a nadie. Al fin y al cabo, sólo es cuestión de números. Lo que sí provoca estupor e indignación son las estadísticas relacionadas con la pobreza. Según acaba de informarnos el Indec, a pesar de la recesión económica y el aumento del desempleo, en los meses últimos se ha reducido mucho la cantidad de pobres e indigentes en el país. Aunque hace poco el mismísimo ex presidente Néstor Kirchner afirmó que se encontraba por debajo de la línea de pobreza "el 20, 22 ó 23 por ciento" de la población, el Indec nos asegura que en realidad sólo afecta al 13,9 por ciento. Como no pudo ser de otra manera, los incrédulos han señalado que en tal caso nos acercaríamos a Estados Unidos, donde conforme a las estadísticas oficiales había un 13,8 por ciento de pobres en el 2008, pero la verdad es que la comparación no sirve para mucho, puesto que en aquel país se considera pobre una familia de cuatro que percibe menos de 1.837 dólares mensuales, mientras que aquí el monto equivalente es 260 dólares. No es que el costo de vida en Estados Unidos sea decididamente más elevado que el nuestro -la ropa, los autos, los bienes electrodomésticos y aparatos electrónicos suelen ser mucho más baratos- sino que los norteamericanos se han habituado a tomar por "normal" un estándar de vida que en nuestro país es limitado a una minoría. Las consecuencias del intento del gobierno kirchnerista de hacer creer que, no obstante las apariencias, la inflación no constituye un problema preocupante han sido graves, pero son menores al lado de las causadas por la negativa oficial a tomar en serio la realidad socioeconómica. La pobreza "estructural" en que viven empantanados entre 10 y 16 millones de compatriotas es el desafío principal que enfrenta el país. Lo es no sólo por motivos que podrían calificarse de éticos sino también porque significa que una proporción elevada de los habitantes del país no está en condiciones de aportar mucho al bienestar y al progreso del conjunto. Puesto que en el mundo actual el "capital humano" es absolutamente fundamental, el que no hayamos logrado aprovechar los talentos de tantas personas debería alarmar incluso a quienes no sienten solidaridad alguna para con los demás. El gobierno kirchnerista quiere minimizar la magnitud del desastre. Como muchos políticos, los Kirchner atribuyen la pobreza al "neoliberalismo", de modo que a su entender no tiene sentido que luego de más de seis años de gestión "progresista" haya más pobres que en la satanizada década de los noventa. Pero por desgracia, el asunto dista de ser tan sencillo como les gustaría suponer. A esta altura es evidente que, cuando de "luchar contra la pobreza" se trata, en nuestro país gobiernos de todos los signos ideológicos han fracasado debido a que las raíces de la tragedia colectiva resultante son mucho más profundas de lo que creen los izquierdistas, peronistas y liberales locales. Sería de suponer que, a la luz de la triste experiencia nacional en la materia, los preocupados por el futuro del país aceptaran que es peor que inútil concentrarse en identificar a los supuestos culpables de lo ocurrido, ensañándose sucesivamente con populistas y liberales, izquierdistas y conservadores, cuando no con el sistema capitalista y el estatismo, en vez de intentar analizar con realismo las razones por las que, por falta de oportunidades o por no poseer las aptitudes y los conocimientos necesarios, entre la tercera parte y la mitad de la población no puede desempeñar un papel constructivo en una economía en vías de modernizarse. ¿Por qué tantos, encabezados por los dirigentes políticos, se resisten a hacerlo? Acaso porque están más interesados en reivindicar sus propios prejuicios que en comprometerse con estrategias que, andando el tiempo, podrían producir resultados satisfactorios. Mientras tanto, gobiernos como el kirchnerista continuarán festejando "éxitos" tan imaginarios como el registrado últimamente por el Indec según el que la cantidad de pobres está cayendo con tanta rapidez que, de mantenerse por diez años más la tendencia promisoria así supuesta, el problema estará solucionado. | |