Jueves 24 de Septiembre de 2009 18 > Carta de Lectores
Un negacionista en el poder

La esperanza de que la postura amable del presidente norteamericano Barack Obama hacia el brutal régimen teocrático iraní ayudara a tranquilizar Medio Oriente ya se ha visto frustrada. En vez de manifestar interés en aprovechar una oportunidad para acercarse a Occidente, los líderes de la "república islámica" parecen resueltos a distanciarse todavía más. El viernes pasado el presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, afirmó nuevamente que el Holocausto judío perpetrado por los nazis es "una mentira basada en una reivindicación mítica e improbable". De haberlo dicho en países como Alemania y Austria, en que el "negacionismo" es considerado un crimen, Ahmadinejad podría haber compartido el destino del historiador británico David Irving, que fue encarcelado por hablar en términos muy similares.

Por razones evidentes Ahmadinejad disfruta de impunidad, pero así y todo la arenga que pronunció en Teherán le mereció réplicas durísimas no sólo de los voceros de países como Estados Unidos, el Reino Unido y Alemania sino también del canciller de Rusia, que calificó sus palabras de "absolutamente inaceptables" ya que, entre otras cosas, "ofenden la memoria de todas las víctimas y de todos aquellos que lucharon contra el fascismo". Puesto que desde hace años Rusia actúa como aliado de Irán vendiéndole armas sofisticadas y defendiéndolo en el Consejo de Seguridad de la ONU, enojar a su gobierno fue toda una hazaña por parte de Ahmadinejad, sobre todo en un momento en que Obama está procurando congraciarse con los rusos. Aunque los representantes del gobierno ruso insisten en que la decisión de Obama de abandonar el proyecto de instalar un sistema antimisiles en la República Checa y Polonia no los hará modificar su actitud hacia Irán, la retórica furibunda de Ahmadinejad podría obligarlos a tomar más en serio la amenaza planteada por los revolucionarios islámicos. Por cierto, a esta altura los líderes rusos deberían de entender que el apoyo que han brindado al régimen iraní no ha impresionado del todo a los militantes islamistas en el sur de su propio país, donde pocos días transcurren sin que se produzcan atentados yihadistas.

Aún más preocupados que los rusos y norteamericanos por lo que sucede en Irán están los israelíes. Temen que el odio irracional que Ahmadinejad y otros líderes islamistas sienten por su país no se agote en insultos y gritos de "muera Israel" sino que en cuanto los iraníes cuenten con los medios necesarios dé pie a un ataque nuclear destinado a eliminarlos de la faz de la Tierra. Si bien es posible que los iraníes no tengan la intención de desatar una guerra nuclear de consecuencias que con toda seguridad serían atroces para ellos mismos y también, desde luego, para los árabes palestinos, además de los judíos, por motivos comprensibles muchos israelíes son reacios a apostar demasiado al hipotético realismo de quienes hablan como fanáticos genocidas. Desde su punto de vista, la presunta debilidad de Obama frente a los iraníes significa que tendrán que arreglarse solos. Puesto que los israelíes están resueltos a ir a cualquier extremo para impedir que haya un segundo holocausto, toda vez que Ahmadinejad pronuncia una diatriba contra la existencia de Israel aumenta todavía más el riesgo de que en los próximos meses estalle una guerra en la región más explosiva del planeta.

Impedir que ello ocurra es del interés no sólo de Estados Unidos sino también de todos los demás países, incluyendo Rusia y China. Hasta ahora, los dos gigantes han respaldado a los iraníes por suponer que los ayudaría a jaquear a la superpotencia reinante, pero los costos para ambos de una guerra en gran escala en Medio Oriente serían sumamente elevados mientras que los eventuales beneficios estratégicos serían escasos. Así las cosas, sería lógico que los rusos y chinos, junto con los norteamericanos y los europeos, sometieran a Irán a un régimen de sanciones muy severo hasta que haya abandonado por completo el programa nuclear que a juicio de virtualmente todos tiene fines exclusivamente militares. Mal que les pese a Obama y a sus homólogos en el resto del mundo, en especial los de Pekín y Moscú, limitarse a firmar resoluciones inocuas y a rezar para que los teócratas iraníes resulten ser personas más sensatas de lo que harían pensar sus declaraciones truculentas no constituye una alternativa racional.

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