Lunes 21 de Septiembre de 2009 Edicion impresa pag. 27 > Sociedad
Acto a un año de la muerte de Belén y Franco
Lo harán donde los atropelló un conductor ebrio. Los padres critican falta de controles de tránsito. Ver especial multimedia

NEUQUÉN (AN).- Hace justo un año Belén Araya (19) y Franco Castro (16) disfrutaron una salida nocturna por el día del estudiante. Sus vidas, unidas en amistad desde niños, fueron arrebatadas cuando una camioneta que conducía un hombre en estado de ebriedad los atropelló en la esquina de avenida Olascoaga y Montevideo, donde hoy a las 18 se realizará una celebración religiosa para recordarlos.

A un año de la tragedia, los padres de los jóvenes, Sonia y Miguel Araya, papás de Belén, y Victoria y Alejandro Castro, de Franco, cuentan su experiencia y denuncian que a pesar de la muerte de sus hijos, en materia tránsito y controles "no ha cambiado nada".

Belén y Franco se conocieron cuando tenían 6 y 4 años respectivamente. Vivían en diagonal sobre la misma calle, Serrano, del barrio Gran Neuquén Norte. Siempre fueron amigos, de esos inseparables, a tal punto que sus padres lograron que en el cementerio de la ciudad los hayan puesto en nichos contiguos. "Les prometimos que los íbamos a mantener juntos", cuenta Alejandro.

El 21 de septiembre de 2008 Belén y Franco no tenían actividad en la Parroquia San José Obrero donde participaban de un grupo juvenil que realizaba labores solidarias.

Por ese motivo Franco pasó toda la tarde en la casa con su padre. "A eso de las 19:30 él estaba viendo televisión pero se vino al comedor a tomar unos mates conmigo y charlamos un rato", cuenta Alejandro quien confiesa con dolor: "con él no tuve mucha charla, me faltó charlar mucho".

Belén acompañó a la tarde a la madre hasta el centro, a una casa de electrodomésticos y en un momento se apartó de Sonia y pagó la penúltima cuota del microondas y la heladera que les estuvo pagando a escondidas a sus padres a modo de regalo. Después fue al Parque Central a juntarse con amigos, volvió cerca de las 22 a su casa y se puso a hacer una traducción que le habían pedido.

"Cuando terminó se juntó con Franco y vinieron a pedirnos permiso para salir", recuerda Sonia. "Nunca nos imaginamos que iba a ser la última", resume Victoria.

No es demasiado lo que se rescató sobre lo que hicieron en el boliche; se sabe que antes de irse se sacaron una última foto con un par de amigos y después partieron de vuelta al barrio.

Caminaron por el bulevar de Olascoaga hacia el centro para tomar el colectivo, pero todo concluyó cuando la camioneta que conducía Hermosilla Soto, con 1,40 gramos de alcohol en sangre, los embistió casi en la esquina de Montevideo, a metros de la comisaría Segunda, y los mató en el acto

La policía avisó a las familias que los jóvenes estaban en el Hospital Castro Rendón. A Sonia los uniformados le dijeron que ambos estaban en el hospital y ella les explicó dónde vivían los Castro. Ambos matrimonios, junto a la hermana de Franco, partieron al nosocomio regional. En la guardia sin mediar explicaciones les dijeron: "su hijo entró sin signos vitales y su hija también". "Yo comencé a gritar desesperada", dijo Victoria.

Los Castro no quisieron subir a reconocer el cuerpo mientras que Miguel Araya encaró esa difícil tarea. "Apenas la vi a unos tres o cuatro metros, la reconocí y no me quise acercar más", contó.

Sonia intentó, sin éxito, llegar hasta el hombre que los atropelló. Ahora espera el juicio "para verle la cara".

 

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