Lunes 21 de Septiembre de 2009 Edicion impresa pag. 33 > Cultura y Espectaculos
Los códigos de Dan Brown
NUEVA YORK (AP).- La mente de Dan Brown tal vez esté llena de códigos, pero en persona el escritor luce como alguien común y corriente. Como ese individuo sonriente, con cabello claro, un hoyuelo en el mentón, que aparece en la solapa de “El código da Vinci”, con un blazer y pantalones deportivos. Seis años después de publicar ese libro, que generó polémicas en todo el mundo, Brown reaparece para promover una nueva novela, “El símbolo perdido”, y reflexiona sobre cómo cambió su vida tras el fenomenal éxito de “El Código da Vinci’’. “No me cambiaría por nada en el mundo”, expresó. “Un 95% (de todo lo que le ha sucedido) es maravilloso. Hago una vida mucho más multifacética. Mis experiencias son mucho más interesantes, la gente que conozco, las discusiones que tengo’’. Random House sacó una primera edición de cinco millones de ejemplares, una cantidad astronómica para cualquier escritor, menos para Brown, cuyo “Código” vendió 40 millones de ejemplares.“El símbolo perdido” encabeza la lista de best sellers de Amazon.com desde que se anunció la publicación, tan solo con órdenes de compra. La larga espera, dice, se debió a que es una trama complejísima y le tomó tiempo dominar ciertos temas. El protagonista de “El símbolo...’’, Robert Langdon, regresa de sus aventuras europeas en “El código...”. Lo han llamado a Washington y pronto se ve envuelto en una carrera contra un villano asesino para dar con un código que supuestamente revela un antiguo secreto y abre las puertas a un poder y conocimiento ilimitados. Igual que “El código...”, el nuevo libro, que salió a la venta el martes pasado, es una obra de suspenso, un rompecabezas, un trabajo de investigación y una especie de diario de viaje. Langdon va de la Biblioteca del Congreso a los Archivos Nacionales del Monumento a Washington. Brown hizo un recorrido similar para preparar la novela, viajando siempre en primera clase, y realizó visitas guiadas personales a la Biblioteca del Congreso y otros edificios. “Nada de esto hubiese pasado de no haber sido por ‘El código”, afirma. El 5% negativo de la fama lo representan la pérdida de la privacidad, que le impide promover el libro en una gira, y la carga que representan las expectativas generadas por el éxito. Otro factor que demoró la publicación del nuevo libro fue un juicio por violación a los derechos de autor, motivado por la denuncia de los escritores Michael Baigent y Richard Leigh, que lo acusaron de haberse “apropiado” de partes de libros suyos. Brown y Random House fueron absueltos. “Fue un tropezón, que representó una distracción y generó un desgaste de energía, que no pude enfocar en el libro”, señaló Brown. “Lo peor fue que alguien cuestionase mi integridad en público’’. Se lo criticó a menudo por “El código da Vinci’’, especialmente por afirmar que Jesús y María Magdalena concibieron un niño. Los académicos no lo tomaron en serio y las autoridades religiosas se sintieron ofendidas, pero Brown se mantiene firme en sus convicciones y dice que su teoría “tiene más sentido que las cosas que me contaron en la Iglesia”. El nuevo libro gira en torno de los masones, la antigua logia rodeada de un manto de misterio en la cual militaron figuras como George Washington, Teddy Roosevelt y Harry Truman. Brown siente un gran respeto por los masones, especialmente por su política de admitir personas de todas las fes. Pero no le sorprendería si alguien se molesta. “Se dirán muchas cosas y no todas serán positivas”, expresó. “Ya me estoy acostumbrando a eso”. No habla mucho con la prensa, pero su historia es bien conocida, en parte por la minibiografía de 69 páginas que tuvo que preparar para el juicio de Londres. Nació en 1964 en Exeter, New Hampshire, donde reside aún hoy. Su padre, Richard Brown, fue profesor de matemáticas en la Phillips Academy de Exeter y su madre, Constance Brown, era música. Disfrutaba con la literatura y se graduó en inglés en el Amherst College, pero decidió que lo que más le gustaba era componer música y se fue a Los Ángeles, donde conoció a la mujer con quien se casaría, Blythe Newlon, directora de desarrollo artístico de la Academia Nacional de Compositores de Canciones. Compiló una lista de “187 hombres que hay que evitar’’, que publicó en 1995 con el seudónimo de “Danielle Brown”. Dos años después, durante una vacación en Tahití, leyó “La conspiración del juicio final”, de Sidney Sheldon. Y eso cambió su vida. “Me atrapó. Leía página tras página y me recordó lo divertido que es leer”, escribió Brown en la biografía. “La simpleza de la prosa y lo concreto de la trama hacían que la novela fuese menos pesada que las que leía en la escuela y comencé a pensar que yo podría escribir una novela de suspenso de este tipo algún día”. Debutó en 1998 con “La fortaleza digital’’ y luego publicó “Deception Point’’ (novela que le aburrió escribir y que no fue traducida al español), y “Ángeles y demonios’’, en la que hizo su presentación Langdon, el profesor de Harvard que Tom Hanks personificó en las versiones cinematográficas de “El código da Vinci’’ y “Ángeles y demonios”. Al principio vendió pocos libros y hacia el 2001 sobrevivía como podía, encargándose de su propia publicidad y vendiendo ejemplares desde su auto. Cambió entonces de agente y de editorial (pasando de Simon & Schuster a Doubleday, un brazo de Random House). “El código da Vinci” fue publicado en marzo del 2003 y resultó un éxito inmediato, que estuvo tres años en las listas de los libros más vendidos. Brown es un hombre rico hoy, pero mantiene los mismos hábitos de trabajo de siempre. Se levanta a las cuatro de la mañana y escribe hasta el mediodía, los siete días de la semana. Se fatiga tanto que a veces no tiene ganas de leer y juega al tenis o va a correr en la playa. “Cartas desde la Tierra”, la feroz crítica a la religión de Mark Twain, es uno de los pocos libros que leyó por placer recientemente. Le encanta hablar de Twain, de los masones, de las pirámides, de la espiritualidad y de los libros electrónicos (que lee, junto con los impresos). Pero le huye a ciertos temas, como la política o su próximo libro.

“El símbolo perdido” no nombra a nadie, pero critica la intolerancia religiosa y los ahogamientos simulados, lo que hace pensar que no le cayó muy bien el gobierno de George W. Bush. “La gente que leyó el libro me dice que sale en un momento oportuno, como si hubiese sido planeado”, comenta. “Y mencionan la llegada de Barack Obama a la presidencia y el cambio de actitud hacia la religión”. Se niega a hablar de Obama. “Con este libro quiero enviar un mensaje universal y si tomo partido por alguien, se arruina todo”, afirma.

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