-Trayectoria política interesante la suya?

-¿Por qué?

-Porque en la socialmente poderosa Zona Norte usted fue uno de los pocos dirigentes importantes del radicalismo que no se rindieron al kirchnerismo. Sus vecinos, los intendentes de San Isidro, Posse, y el "Japonés" García, de Vicente López, se fueron de cabeza al hogar kirchnerista. ¿Fue duro resistir?

-Fue lo que a mí me correspondía. ¿Por qué me iba a ir? Soy radical y lucho desde adentro para mejorarlo. Soy opositor al kirchnerismo... no comparto su estilo de ejercer el poder, y lo soy desde su primer gobierno, cuando intuí primero y me ratifiqué después de que está moldeado en matriz autoritaria, despreciativa de todo lo que le es distinto.

-Si uno mira la geografía de poder del radicalismo, a usted le toca bailar con la más fea: la Provincia de Buenos Aires, junto con Capital Federal, desde 1891 las vigas maestras del poder del partido, pero hoy espacios donde ese poder está carcomido. La tradición dice incluso que sin la provincia de Buenos Aires no hay radicalismo nacional.

-Espere, espere: radicalismo siempre hay. Es cierto que lastimado el partido en territorio bonaerense estará un poco más relegado desde la perspectiva electoral, pero hay... rengo, sí, pero está y vuelve tanto en la provincia como en el resto del país.

-¿Cuántos afiliados tiene la UCR en la provincia?

-Un millón.

-Aun admitiendo que en materia de afiliaciones hay mucha precariedad en cuanto a legitimidad, ese millón es o está cerca del 40% del padrón partidario, ¿no?

-Sí. Por supuesto, no es un millón fiel; al momento de votar en las últimas elecciones hubo gente que se fue, pero vuelve. Yo recorro la provincia permanentemente, y mucho de ese recorrido lo hago junto con Morales, el presidente de la UCR. Vamos Comité por Comité, casa por casa, tranquera por tranquera. Vamos diciendo que sí, que hay un partido que cometió muchos errores, pero que está cambiando, que se está haciendo cada días más riguroso en el estudio de los temas nacionales, que hay nueva dirigencia. Estamos de pie mirando a la Rosada.

-Acaba de publicarse una interesante biografía sobre Arturo Illia en la que se habla descarnadamente de los problemas que tiene el radicalismo para ejercer el poder cuando es gobierno: voluntarismo, creer que el paso del tiempo de alguna manera soluciona los problemas, etcétera. Todo siempre en oposición a un peronismo que, si no gobierna, no deja gobernar. ¿Cómo reflexiona usted esta cuestión?

-Me parece acertado el diagnóstico sobre el peronismo; los radicales lo sabemos muy bien: trece paros generales durante el gobierno de Raúl Alfonsín organizados por la CGT hablan de mucho de todo eso. Pero sí, el radicalismo sobrelleva un estigma: no sabemos gobernar. Y ese estigma quizá se haya transformado en mito, pero mito fundado en una falsa apreciación de lo que han sido nuestros gobiernos. Se los juzga sólo desde sus déficits, a los que no les niego gravedad, pero jamás desde nuestros aciertos... pasan al olvido. Un ejemplo: no hay gobierno radical que no haya hecho inmensos aportes a favor de la libertad ampliando el campo de los derechos, pero nadie lo recuerda o lo recuerdan cuando, por caso, muere Raúl Alfonsín... y esto con independencia de haber desplegado políticas exteriores dignas, forjadas -como fue el caso de la administración Illia- en el ideal y la práctica concreta de la independencia de decisión en el marco de la Guerra Fría.

-¿Por qué cree que grandes tramos de la sociedad no reconocen los méritos que usted señala?

-Por principio, respeto y defiendo el derecho a que opinen como opinan. Reitero: no digo que los radicales no tengamos déficits en materia de gobernar, pero creo que muchos argentinos lamentablemente se sienten más cómodos cuando los gobiernan solamente teniendo en cuenta determinadas variables de la gestión del poder aunque éste sea un poder frívolo y por muchos rasgos autoritarios, como pasó con Kirchner: la economía creció pero también se fue conformando un aparato de Estado con definidos autoritarios y cuando los radicales advertíamos sobre ese rasgo... bueno, nadie nos escuchaba. Es más, mucha de esa gente vuelve a acercarse al partido.

-¿Los votarán en el 2011?

-Yo lo que le digo es que en el 2011 el radicalismo está en el poder.

-¿En el marco de la Coalición Cívica?

-Sí, hay que mantenerla y prepararse para gobernar. Estamos de pie y mirando la Rosada.

-Trate de convencerme: ¿qué puede seducir a la gente de este radicalismo?

-Que ha resistido el autoritarismo kirchnerista, que intentó vaciarlo pero no pudo. También que hemos recuperado una gestión parlamentaria muy firme a favor de valores, en contra de la prepotencia y sentido excluyente que Kirchner quiso darle a la política. El radicalismo tiene desde hace varios años bancadas en el Parlamento nacional muy dignas. Puede ver también la gente que a escala nacional se ha forjado una nueva dirigencia radical. Hemos reemplazado un liderazgo inmenso como el de Raúl Alfonsín, con mayor organización y horizontalidad en las decisiones. Hoy la gente puede ver que no hay una sola cara hablando en nombre del partido.

-¿Fin del verticalismo?

-Jamás hemos sido verticalistas. Lo dice nuestra historia, que dice también que cuando hay tres radicales hay debate y cuando hay cuatro, hay interna. Además, ya la política no da para gestiones excluyentes.

-¿Desde dónde no da la política para esto o aquello?

-Desde lo que la gente busca en la política: que le sirva. La quiere como compañera, la quiere a su lado, no distante.

-¿Intuye que a la política le están llegando temas en los que jamás pensó o en todo caso jamás imaginó tener que enfrentar? Un excelente pensador argentino, Oscar Terán, muerto el año anterior, sostenía que lo mejor que le podía pasar a la política argentina era salir rápido y bien de las perplejidades que le iba a plantear el futuro inmediato.

-Es así, y los problemas no le están llegando: ya están y no hay tiempo para perplejidades. La crisis social, más vale la fractura social que tiene corporizada este país, en gran parte tiene origen en la política y la está acorralando. Lo que pensábamos hace cuatro años en materia de seguridad ya no sirve, y así en infinidad de cuestiones. Y, si queremos ir a la Rosada en el 2011, el partido se va a poner a tono con estos temas.

-¿Lo siente a Julio Cobos como candidato a presidente por el radicalismo?

-Calma, calma. En diciembre el radicalismo tiene que renovar autoridades partidarias y comenzar a cerrar su organización con vistas al 2011. Hoy tenemos el perfil del partido que ya comenzó a ser el radicalismo y con el que se proyectará: partido abierto, que gane la calle, que debata ideas, que consulte permanentemente a su militancia, sus cuadros, sus fieles y todos los que siempre nos acompañaron y volverán; partido dinámico, que estudie los temas nacionales, que fije posición y hable de soluciones, que esté con la gente. Reitero: volver a la calle. En ese marco tendrá que definir su candidato. Entonces, ante la pregunta sobre si Cobos es posible, sí, es posible en ese par- tido.

-¿El radicalismo tiene que poner el candidato de la Coalición Cívica?

-Hay consenso para que así sea; somos su columna vertebral. No me parecería jamás una exigencia extraña.

-Pero Elisa Carrió no lo quiere ver ni pintado a Cobos? intuyo lo que me va a decir: dejemos hablar al viento.

-Intuye bien.

Daniel Salvador tiene 57 años y dos hijos y es abogado. Vive en San Fernando y nació en cuna radical: su padre fue diputado en la provincia de Buenos Aires durante el gobierno de Arturo Frondizi. Cerca de su banca se sentaba otro por entonces joven legislador: Raúl Alfonsín. Y en el 73 sería elegido diputado nacional.

-Me hice radical a fuego lento... Comité y calle, calle y Comité.

Aplomado. Sobrio en sus expresiones. Ajeno a procurar el centro de la escena. Directo en la forma de relacionarse y mirada muy reflexiva sobre la política, Daniel Salvador forjó mucho de su carrera política junto a Leopoldo Moreau, durante años referente máximo del alfonsinismo en San Isidro. Pero también dirigente que con Federico Storani se fueron transformando en el radicalismo bonaerense en sinónimos de estilos amañados de hacer política, formas de reproducir poder vía acuerdos de cúpula y "roscas" que les fueron limando poder.

-¿Qué son hoy, frente a su gestión como titular de la UCR bonaerense, Leopoldo Moreau y Federico Storani?

-Son dirigentes importantes. Es cierto que hubo un momento de la vida radical en la transición en que las líneas internas pesaban más que lo partidario y así se perdía el interés colectivo del radicalismo. Así, se hizo política sobre la base de que es lo que más le conviene a ésta o aquella línea... y eso no puede repetirse.