Hay una inflexión en la relación entre Jorge Sapag y el gobierno nacional. Las claves de este distanciamiento -voceros sapagistas se han preocupado por aclarar que no hay ruptura- no son políticas sino económicas. No podría ser diferente en un dirigente pragmático como el gobernador neuquino que, en todo caso, cuando se acercó a los Kirchner lo hizo también desde una perspectiva práctica y no ideológica.
El motivo de esta divergencia es lo que en el entorno de Sapag se considera una actitud indiferente por parte de las autoridades nacionales ante el crítico cuadro financiero de la provincia, expresado en un déficit de Tesorería que el gobierno cifra para este año en 400 millones de pesos y que en la oposición estiman en poco menos del doble.
El eje del reclamo, emprendido ahora de viva voz, es el aumento del precio interno de los hidrocarburos, en particular el del gas, el virtual monocultivo neuquino y la principal fuente de financiamiento de las arcas públicas, que las autoridades locales consideran ´fondeado´ desde hace ocho años.
Sapag está de alguna manera desencantado y aun disgustado con los resultados de su acercamiento al gobierno nacional. Hace menos de dos meses el gobernador piloteó una gestión ante Cristina para lograr una mejora sustancial en el precio del gas. Cuando parecía que se había logrado el objetivo -el gobernador festejó junto a los petroleros- el aumento de tarifas que iría a financiar la mejora para la provincia se diluyó como agua entre los dedos en medio del rechazo generalizado.
Ahora Sapag ha salido a decir que se terminó la paciencia, que "ocho años de subsidios son suficientes" y que la provincia no puede esperar más. Paralelamente alineó a su principal aliado en la pulseada: el líder petrolero Guillermo Pereyra salió a sembrar el terror al señalar que por este camino la Argentina se quedará "sin gas ni petróleo" y que si no se libera el precio de los hidrocarburos paralizará los yacimientos.
De paso, el gobernador intentó obtener un drástico pronunciamiento por parte de sus colegas de la Ofephi en la reunión realizada en Bariloche. Pero las diferentes situaciones financieras de las provincias -Neuquén es la que tiene el cuadro más agudo- y los diferentes intereses políticos de los gobernadores -Saiz no quiere enfrentar a Nación y Das Neves privilegia su campaña presidencial- impidieron que el documento de la cumbre tuviera la contundencia esperada.
La expectativa inmediata está puesta ahora en la reunión del martes con De Vido, pero en su puja por convencer a Cristina de que es necesario transitar "un sendero de precios" que lleve el gas a valores cercanos a los internacionales Sapag ya no parece hacerse demasiadas ilusiones.
De hecho, el disgusto del neuquino tuvo su correlato político esta semana cuando los diputados del MPN, a pesar de haber dado quórum y haber permanecido en el recinto, votaron en contra del proyecto oficial de medios audiovisuales.
Algunos dicen que el gobernador dejó hacer. Después de todo los tres diputados fueron notorios sobischistas y seguramente sus simpatías están con la oposición. Otros, en cambio, dicen que la orden la dio directamente Sapag: "Quórum sí, votos no. El proyecto oficial afecta la seguridad jurídica", habría dicho -lo que se hereda no se hurta- el hijo de don Elías.
Lo cierto es que a pesar de su idilio de baja intensidad con los Kirchner no es la primera vez que Sapag se distancia en un momento clave. Lo mismo ocurrió con la Resolución 125: después de no pocas idas y vueltas el senador del MPN Horacio Lores terminó votando en contra con una excusa escuálida.
Entre sus íntimos Sapag se queja de que, "en lugar de gobernar, los Kirchner se dedican a sacar leyes apocalípticas" y lamenta que las presiones no vayan acompañadas de un respaldo económico a las provincias: "Ellos tienen una masa salarial que es el 15% del presupuesto, pero la de Neuquén es del 70%. Se han olvidado de las provincias", se escuchó decir en los pasillos cercanos al despacho del gobernador.
Como quiera que sea, por estos días el buen humor y el optimismo no reinan en la Casa de Gobierno. El gobernador lamenta el malestar que provoca el atraso de ocho meses en el pago a los proveedores.
Acostumbrados como están los comerciantes locales a embolsar hasta la última moneda que se derrama en salarios, no pueden entender cómo se solucionan problemas como el de Zanon pero se postergan los propios.
Claro que en realidad no ocurren ni una cosa ni la otra: según un líder opositor, en el presupuesto no están incluidos los 26 millones para expropiar la cerámica de Parque Industrial.
Además de emitir un nuevo título que permita patear para adelante los vencimientos de los bonos emitidos por Sobisch, el gobierno intentará tapar el agujero negro del déficit con una reforma tributaria. La idea es denunciar el pacto fiscal de Cavallo que bajó la alícuota de Ingresos Brutos a cambio de mejoras que no se cumplieron. Sapag volvería al 3% (hoy es del 2%) y además introduciría un impuesto a las actividades lucrativas. En total podría juntar entre 270 y 300 millones de pesos, una cifra bastante cercana a la deuda flotante.
Con todo, desde la oposición aseguran que la jugada no alcanzará a cubrir el bache, que cifran en alrededor de 700 millones de pesos. "Sapag heredó de Sobisch un cuadro calamitoso y ahora no le quedan muchas alternativas: o achica echando a 10.000 empleados, cosa que no parece dispuesto a hacer, o aumenta los ingresos vía un incremento en el precio de los hidrocarburos".
Sapag parece debatirse en ese trance, se endurece con Nación pero no quiere cortar relaciones, entre otras cosas porque si le sueltan la mano su situación podría empeorar. Después de todo, en el presupuesto del 2010 fue incluido el financiamiento de Chihuido I. Así las cosas, el gobernador aprieta pero luego pisa el freno: tampoco quiere darles la razón a sus detractores, por ejemplo a Sobisch, que siempre pregonó la guerra total al gobierno federal. Mientras, el malhumor gana los pasillos de la Gobernación.
HÉCTOR MAURIÑO
vasco@rionegro.com.ar