| Una de las grandes preocupaciones del “hombre moderno” es el hecho tener pleno conocimiento de una práctica femenina capaz de desnudar las inseguridades del propio Aquiles: El orgasmo fingido.
Inmortalizado por Meg Ryan en la famosa escena de la película "Cuando Harry conoció a Sally" en la cual la rubia y talentosa actriz fingía un orgasmo colosal en mitad de una cafetería para demostrar a su amigo que, en efecto, las mujeres pueden fingirlo sin que el hombre pueda advertirlo.
Como el placer del hombre se concentra sobre todo en el momento del orgasmo, tenemos la impresión de que ocurre lo mismo en la mujer y que una relación sin orgasmo es una relación fallida. Sin embargo para las chicas esto no es así. Pero ¿cómo explicárselo a un hombre en ese momento? Imposible. Por esto, según la sexología, la solución más práctica es fingir el éxtasis supremo para agradar a su pareja.
Sin duda alguna, no hace falta decir siempre la verdad. De hecho, muchas veces es mejor una pequeña mentira que una gran discusión. La intención es buena: La mujer sabe que su pareja quiere darle placer y ella finge para darle placer a él.Utilizada con moderación, la simulación está lejos de ser un problema. Parece incluso que podría aportar algunos beneficios en el seno de la pareja.
Según los expertos, para algunos hombres, provocar un orgasmo a su pareja es el objetivo último, ya que es lo que le hace sentirse más viril. Y esto puede conllevar ciertas ventajas: El hombre, que se siente más “macho”, se libera de inhibiciones y mejora sus “actuaciones”, tomando un rol más activo y audaz, lo cual deriva en más placer para su pareja.
El placer femenino es complejo, dicen los especialistas, y se nutre a menudo de las puestas en escena, es decir, de la mente. Cuando se finge un orgasmo se interpreta un rol, el mismo puede llevar a la persona a meterse en situación y excitarse por esa vía.Por otra parte, se sabe que todos los excesos son poco recomendables y esta está lejos de ser la excepción. Por un lado, fingir el orgasmo durante las relaciones sexuales provoca una especie de desdoblamiento: simulando el placer, se termina por "cortar" las sensaciones. Cuando se toma un hábito como éste, es difícil desconectar después y concentrarse en tener el orgasmo real. Otra de las contras que tiene esta práctica es la de sentirse culpable. Se trata de un doble sufrimiento: la frustración sexual puede llevar a sentir como si se hubiera traicionado a la pareja, lo cual puede repercutir en la relación. Pero ¿cómo saber cuál es el límite? Mientras se finja sólo puntualmente y esto no impida llegar al orgasmo en otras ocasiones, no hay por qué preocuparse.Fuente: 24CON | |