NUEVA YORK.- No hubo milagro en Nueva York. El español Rafael Nadal completó con éxito y mucha facilidad lo que quedaba de su partido con el pegador chileno Fernando González y se clasificó para la semifinal del US Open. En algo mas de media hora, Rafa ganó por 7-6, 7-6 y 6-0.
Fue mucha expectativa para muy poco tenis. La lluvia había potenciado el misterio de un partido que, hasta ayer a la mañana, parecía muy cerrado. Fue un espejismo.
El 7-6, 6-6 con el que Nadal y González se habían ido a dormir el jueves y con el que mantuvieron en vilo al ambiente tenístico durante dos días, se convirtió rápidamente en partido ganado para el español, próximo rival de nuestro Juan Martín Del Potro.
No hay mucho que se puede agregar a un match brutalmente partido en dos, no sólo en su realización -entre jueves y sábado- sino en su desarrollo.
Lo que en la noche calurosa y húmeda del jueves había sido tensión y paridad devino desinterés y holgura en la destemplada mañana de ayer. Ocurre siempre: las luces y el calor suelen darle a los partidos un carácter épico que la mañana y el frío disuelven de inmediato.
Frío, también, fue el tenis de González, claramente convertido en un jugador vulgar y no en el pegador implacable que había asustado al español dos días antes. Fue como si esas 48 horas de espera le hubieran quitado la energía al chileno, que apenas fue un recuerdo del tipo que hasta el jueves mantenía intactas las expectativas de dar otro gran zarpazo.
Al contrario de él, Nadal jugó como lo que es, un súper crack que no esta dispuesto a perder el terreno que en estos meses le sacó el gran Roger. Para él era vital ganar este partido, porque de perder hubiera resignado varios puntos en el ranking. A pesar de que volverá a ser el N 2, debía como mínimo igualar su performance del año pasado, cuando fue semifinalista.
Una derecha de González indicó el final y desató la alegría del español, que mañana jugará con Del Potro.
Será, huelga decirlo, una pulseada colosal, un partido sin claro favorito pero con ingredientes asegurados: pasión, potencia y fuerza mental, virtudes de estos dos gigantes que detendrán el pulso de Nueva York durante el tiempo que dure la batalla.
PABLO PERANTUONO
(Especial para "Río Negro")