| Es sin duda reconfortante saber que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner preferiría "mil millones de mentiras antes que ser responsable de cerrar la boca de alguien", pero desgraciadamente no todos los comprometidos con "el proyecto" que están impulsando ella y su marido comparten el sentimiento así expresado. Por cierto, a nadie se le ocurriría acusar a su marido de estar dispuesto a soportar por mucho tiempo lo que su esposa calificaría de "mentiras", o sea, las opiniones de quienes no lo quieren e información relacionada con la corrupción que es propia del "capitalismo de los amigos" del cual es un paladín. Desde el inicio de su gestión presidencial en mayo del 2003, Néstor Kirchner no ha dejado pasar ninguna oportunidad para pedirles a sus críticos "cerrar la boca". Cuando se negaron a hacerlo, presionó a las empresas que los empleaban para que los privaran del acceso al micrófono, como en efecto sucedió con algunos periodistas de la radio y televisión. Asimismo, el gobierno nunca ha vacilado en usar el dinero aportado por los contribuyentes para premiar a los medios que le son adictos y castigar a aquellos que no lo son, apostando a que los empresarios mediáticos antepondrían sus intereses económicos a su vocación periodística. Al darse cuenta de que sus intentos de manipular la prensa no brindaban los frutos que deseaba, Kirchner declaró la guerra al grupo más poderoso, el de Clarín, con la esperanza de enseñarles a los demás que no les convendría oponérsele, pero por fortuna todo hace prever que la campaña furiosa que ha desatado contra "el monopolio" le resultará contraproducente. Puede que logre dejar malherido al grupo, pero lo haría a costa de lo que aún queda de su propia credibilidad, ya que por tratarse a su juicio de "una guerra" ha elegido métodos típicos de movimientos extremistas resueltos a suprimir el disenso. El jueves pasado, la virtual toma de las oficinas de Clarín por un ejército conformado por dos centenares de agentes de la AFIP provocó un escándalo que alarmó a los comprometidos con la libertad de expresión no sólo en nuestro país sino también en muchas otras partes del mundo. Si bien nadie negaría que de existir motivos para suponer que está evadiendo impuestos la AFIP tiene derecho a inspeccionar las cuentas de cualquier empresa, incluyendo a una mediática, el momento elegido, y la forma en que se comportaron los participantes, hicieron evidente que se trataba de una maniobra intimidatoria. Por si hubo dudas, el jefe de la AFIP, Ricardo Echegaray, afirmó no haber tenido nada que ver con el operativo relámpago para después pedir disculpas. Parecería, pues, que se trataba de un atropello organizado por kirchneristas incondicionales que ocupan cargos importantes en la AFIP y que los agentes involucrados creían estar obedeciendo las órdenes del ex presidente y actual hombre fuerte del gobierno de su mujer. En nuestro país, la AFIP y otros organismos oficiales se han acostumbrado a someter a empresas consideradas contrarias al gobierno de turno a inspecciones meticulosas en búsqueda de infracciones. Aunque es claramente ilegítimo emplear de dicho modo la AFIP, no resulta sorprendente que los kirchneristas lo hayan hecho, pero sí que hayan recurrido a un expediente que sólo serviría para desprestigiarlos todavía más, ya que el espectáculo brindado por los centenares de personajes mal vestidos que invadían el edificio de Clarín no pudo sino hacer recordar escenas similares en Caracas protagonizadas por bandas de chavistas. Claro, no es la primera vez que adictos a Kirchner se hayan puesto a hostigar a una empresa privada reacia a ponerse al servicio del caudillo; hace algunos años, agrupaciones de piqueteros se encargaron de ablandar a la petrolera angloholandesa Shell a fin de obligarla a reducir los precios de ciertos productos. En aquella oportunidad, el gobierno de Kirchner intentó sin éxito convencer a la ciudadanía de que los escraches piqueteros eran "espontáneos". Por motivos parecidos, quiere hacer creer que ningún funcionario importante estaba detrás del operativo que emprendió la AFIP contra Clarín, pero a esta altura nadie podrá tomar en serio sus esfuerzos por desvincularse de una maniobra tan burda que motiva vergüenza ajena. | |