El oficialismo de Río Negro ha ingresado esta semana en un esquema de disgregación pocas veces visto.
Al menos seis sectores se disputan porciones de poder. Lo más curioso es que al menos cinco de ellos lo hacen desde posiciones ubicadas dentro del propio gobierno.
En ese esquema, la figura del gobernador Miguel Saiz aparece tan debilitada que cuesta pensar en cómo transcurrirán los dos años y medio que le quedan a su gestión.
Aislado en su despacho, rodeado de un manojo de funcionarios de segunda línea que integran su "grupo chico", Saiz resiste los más duros embates de quienes fueron sus aliados: el senador nacional Pablo Verani, el vicegobernador Bautista Mendioroz y los legisladores Lazzeri y Sartor.
Hasta ahora, ministros de su gabinete eran reprendidos por él por los medios, como la desmentida que le infligió al de Hacienda por el tema de los aguinaldos. Ahora, participan de reuniones críticas sin su presencia. Hasta el vicegobernador -mientras le declamaba palabras suaves- burló su alineamiento K anunciando su adhesión a la Coalición Cívica minutos después de la derrota electoral del 28 de junio.
Esta semana fue demasiado. Y Saiz acaba de dejar en claro qué es lo que verdaderamente le molesta.
Nunca antes mostró tanta celeridad para tomar una determinación: ni cuando los docentes pararon durante 46 días mientras cortaban el tránsito a miles de personas en las principales rutas de la región, ni cuando lo mismo hicieron los trabajadores del empaque o los portuarios o -más recientemente- los obreros rurales.
El ministro de Gobierno dijo que compartía los esfuerzos de la defensora del Pueblo de Río Negro para denunciar actos de corrupción y... ¡zácate! En apenas 24 horas, le pidió la renuncia y el asunto quedó terminado.
Mientras tanto, los médicos y técnicos hospitalarios siguen con su reclamo, el ciclo lectivo será uno de los más cortos y accidentados de la historia de la provincia, los pueblos piden mayor seguridad y la producción desespera con el veto presidencial a la ley de emergencia por la sequía. Nada de esto parece conmover tanto a Saiz como para llevarlo a tomar una decisión urgente.
Veamos cómo se sucedieron los acontecimientos.
El sábado pasado, el ex gobernador y senador Pablo Verani convocó a un encuentro en su haras de Guerrico del que participaron el vicegobernador, el presidente de la UCR en Río Negro, varios ministros y legisladores oficialistas. Todos, con un claro sentido crítico hacia la gestión de Saiz. Hablaron de la necesidad de recuperar la iniciativa y, aunque lo habían invitado, fue evidente que el mandatario prefirió no someterse a una reunión en la cual sabía que volverían a pedirle modificaciones.
Su ausencia y su silencio dieron a entender que no piensa cambiar nada.
Es de suponer que tampoco irá a la reunión de intendentes, legisladores, funcionarios y presidentes de comités seccionales que el grupo del haras convocó para el 19 de este mes en Choele Choel. El encuentro fue pensado como una reunión "partido y gobierno", tradición que en el radicalismo rionegrino impuso Horacio Massaccesi. Pero entonces era el gobernador el que convocaba, daba directivas por sectores y cerraba el encuentro con una alocución general destinada a incentivar a su equipo.
Hoy la circunstancia es muy otra.
Básicamente, porque no hay tal "equipo". Ni mística, ni programas por sectores, ni una idea convocante en el gobierno.
En ese sustrato cayeron las declaraciones de su ministro de Gobierno, José Luis Rodríguez, elogiando los esfuerzos de la defensora del Pueblo, Ana Piccinini, contra la corrupción y admitiendo la posibilidad de compartir un proyecto con ella hacia el 2011.
Y sucedió lo dicho. El cambio en un ministerio clave que -no era secreto para nadie- Saiz le había entregado a alguien que no era su aliado interno.
"Rafucho" Rodríguez había participado años atrás de la Corriente de Opinión Rionegrina, un grupo crítico hacia la primera gestión de Saiz. Aquella "asonada" duró poco, pero cuesta pensar en que el gobernador la olvidara.
Por eso, no extrañó que el ministerio tuviera un poder devaluado: Rodríguez nunca pudo opinar sobre el jefe de Policía -Víctor Cufré-, ni siquiera cuando resultó severamente objetado por sentar a su lado en una mesa oficial a un imputado de homicidio, o por amparar a policías sospechados de colaborar con la trata de mujeres jóvenes explotadas como prostitutas.
Por todo esto, es posible deducir que Rodríguez no se sentía cómodo en el gabinete y que cuando habló sobre Piccinini sabía que sus palabras podían derivar en su salida del gobierno, más o menos como ocurrió.
Y éste es el punto: cualquier dirigente que -dentro del oficialismo- busque construir una alternativa ganadora para el 2011 intenta hoy diferenciarse cuanto antes del actual gobernador, que acaba de perder la elección parlamentaria con los más bajos porcentajes que la UCR obtuvo en la provincia desde 1983 a la fecha.
Eso mismo piensa Pablo Verani al reagrupar a sus aliados históricos y a los nuevos, sin saber todavía si propondrá la candidatura de su sobrino o la suya propia.
Y eso desvela a Mendioroz, quien confía en que su antikirchnerismo bastará para ayudarle a que la gente crea que no tuvo nada que ver con todas las gestiones en las que fue vicegobernador, ministro o presidente del bloque oficialista.
Y la misma idea alienta la paciencia de los "orgánicos" liderados por el ex diputado nacional Fernando Chironi y por Juan Pablo Álvarez Guerrero, dispuestos a esperar que el desgaste de Saiz los quite del lugar de "indeseables" en que los ha ubicado el actual poder provincial.
Y Piccinini piensa igual. Sabe que durante este tiempo ha construido un poder personal sobre la base de atender las quejas y reclamos que no encuentran respuesta en la gestión Saiz. Ya empieza a advertir que, si bien el gobierno la trata como el "enemigo público número uno", delante de ella desfilan con ofrecimientos quienes buscan los puntos de imagen positiva que acusan las encuestas.
Tampoco ignora esto la dirigencia del peronismo, sobre todo Carlos Soria, que imagina alianzas con sectores o dirigentes de origen radical que le permitan ampliar su base de sustentación electoral.
Y aquí cierra el círculo.
Al designar a Diego Larreguy en Gobierno, es probable que Saiz haya querido golpear por partida doble:
-A sus aliados "infieles", hacerles notar que no los necesita para gobernar.
-A Carlos Soria, que está dispuesto a darle poder a su antagonista local, sólo por complicarle el camino hacia la candidatura para el 2011.
Lamentablemente, la lucha política no ha dejado tiempo y energías, hasta el momento, para diseñar planes sobre cómo modernizar una provincia que posee un Estado sobredimensionado y una gran deuda, pero carece de instrumentos eficaces de gestión pública y de apoyo a las actividades privadas.
ALICIA MILLER
amiller@rionegro.com.ar